El Magazín

Publicado el elmagazin

La puta revolución

José María Bernabé
José María Bernabé

David Potes

“La revolución es puta dependiendo de quien la paría”

La noticia llegó desde todos los rincones del mundo; Grecia, Estados Unidos, Argentina y hasta la gran Babilonia, quien dispuso de todos sus mecanismos, mágicos y físicos para dejar constancia de que en el pasado ya tenían conciencia del futuro y, de que nada de lo que se hiciera en el presente serviría para evitar que el imperio de Babilonia la grande se viniera abajo.

Eran noticias que daban por sentado que en este, un país sin revolución alguna, se estaba llevando a cabo por parte de las prostitutas, una revolución a rastras, como traída de las mechas y sin ropa, sin tacones además, pero con sentimientos candentes de indignación. Esta era una revolución sin preservativo, como para que no se fallara en el intento de parir una nueva patria. Habría por supuesto que escucharlo de los labios de Miriam Zuluaga, alias Brigit, que recuerda cómo las prostitutas o, como ella dice sin pudor alguno, las putas de este país, pusieron de rodillas a un gobierno y como tristemente las dejaron mamando. El entonces presidente de la república, declaró al país en crisis y tomó la decisión de abrir la economía nacional a los catálogos y portafolios del mercado extranjero. Fue así, cómo para saldar las deudas, ordenó se vendieran y negociaran todos los bienes nacionales: desde las heridas de cristo hasta las últimas y desapercibidas estrofas del himno nacional. Todo, al por mayor y al menudeo, sin escrúpulos, hasta las rayas de las cebras.

Para antes de finalizar aquel año prometedor, el presidente ya había vendido los apellidos de los ciudadanos y había ordenado que estos se reemplazaran por códigos y números, lo cual le sirvió al registrador como una oportunidad para recordarle al mandatario, de forma enérgica, que los números y los códigos del país ya habían sido vendidos. Los ciudadanos tendrían que conformarse, a partir de la fecha, con apodos o en el peor de los casos, con el simple nombre de pila. El presidente angustiado llamó a consejo ministerial para consultarles qué se podía vender entonces. Un silencio frio y sepulcral se apodera del lugar ante la pregunta, pues evidente era que quedaba muy poco por vender, cambiar, condonar, permutar o alquilar. El ministro de defensa se mostró confundido y desorientado, ya que una semana atrás habían vendido el aliento, el sentido común y el juicio acerca de lo derecho y lo torcido. Momentos más tarde, el ministro de protección social respondió con una propuesta ingeniosa: ¡Lo tengo; vendamos la libertad que tienen las putas de prostituirse! – ¡estupendo!- gritó el presidente ante la brillante idea del ministro. A partir del día siguiente, a través de un decreto firmado por el presidente, se hizo entrega del mencionado derecho en las manos de los aliados estratégicos del país.

Las reacciones no se hicieron esperar, las prostitutas tomaron como rehenes a los camioneros que visitaban burdeles y demás sitios de paso que encontraban en el camino, y rápidamente nombraron a Ruth Valderrama como la líder del movimiento de resistencia. Los noticieros empezaron a registrar como la voz incendiaria de las ya declaradas por el gobierno como “exprostitutas” llegaba a la capital del país, donde ya se empezaban a tomar medidas a favor del movimiento: autos en llamas, farmacias y almacenes destruidos y numerosas protestas eran el escenario del conflicto. Las noticias no podían ser mejores para Ruth y el movimiento de resistencia, la primera dama había muerto víctima de las energúmenas mujeres después de que en una protesta, un policía agarrara con lujuria y malas intenciones las nalgas de una de las protestantes, quien dirigió toda su ira y la de la multitud contra el indefenso policía, que no tenía ni arma ni constitución alguna que lo defendiera, y contra la primera dama quien había sido enviada por su esposo el presidente para intentar calmar los ánimos. La agitación continuaba, el presidente lloraba y pedía castigo para las insurgentes que habían segado la vida de su esposa a taconazos. Por otra parte, las líderes del movimiento cantaban victoria y entonaban traperas canciones de cantina, mientras celebraban con lo que decían ellas eran nudos de cabello arrancados a la fuerza de la cabeza de la recién fallecida primera dama. Entonces el presidente movió su siguiente ficha. Brigit recuerda aún con claridad el día que el presidente de la república hizo el anuncio que daría un giro radical al conflicto.

El presidente llamó a la calma y al orden público. Declaró estado de conmoción y propuso a las rebeldes que conformaran una mesa de diálogo y un reinado de belleza entre las prostitutas para elegir a la nueva primera dama. Mientras la noticia llegaba a los oídos de Ruth Valderrama, en la capital se llevaba a cabo las exequias de la esposa del presidente, para lo cual se dispuso de un enorme ataúd que contuviera el cuerpo hinchado a golpes de la indistinguible mujer y de un suave cojín bañado en aloe y aguas venditas que sostuviera su cabeza calva. Ruth y su grupo de insurgentes aceptaron la propuesta, pactando de antemano en consenso secreto que, quien ocupara el puesto de reina tendría como misión inapelable el asesinato y muerte clínica del entonces presidente de la república, y la virreina tendría como objetivo estratégico la muerte política del mismo, ya que las prostitutas tenían la extraña creencia de que a los presidentes de este lado del mundo no había que matarlos de una forma, sino de dos y hasta tres formas distintas para poderlos mandar directo a las letras de las vulgares canciones de burdel. No parecía haber engaño alguno. El presidente contrató a las mejores orquestas y bailarines del mundo, los más reconocidos y prestigiosos presentadores registraron a través de las distintas cadenas de radio y televisión del globo terráqueo, lo que sería según los expertos “un proceso de paz ejemplarizante para la humanidad entera”. Las cartas estaban echadas, Ruth Valderrama seria coronada aquella noche como reina nacional de belleza y como lo había prometido el presidente, sería la nueva primera dama de la república. El presidente programó una luna de miel relámpago, como la llamó el mismo, a una exótica y paradisiaca isla. El país y el mundo entero esperaron su regreso que no fue de ninguna forma relámpago, los días y las semanas transcurrieron sin tener noticia alguna de la nueva pareja presidencial. Al fin, una mañana de domingo, con lentes oscuros y guayabera, el presidente se dirigió a la nación para informar el triste fallecimiento de Ruth Valderrama, víctima de una fuerte borrachera después de celebrar las presidenciables nupcias.

Las prostitutas, indignadas ante la traición, coordinaron nuevos hostigamientos contra la fuerza pública mientras un contingente de mujeres extranjeras, con permiso para prostituirse, desembarcaba en las playas de la ya revendida patria. Las protestas fueron sofocadas rápidamente por borrachos y camioneros que alegaban que las nuevas mujeres eran más económicas. Brigit recuerda como después del fin de las sofocadas protestas, la gente en la calle le gritaba ¡puta! A lo que ella respondía: ¡ojala! Pero sin duda, lo más triste para Brigit, Miriam Zuluaga, el día más triste de su vida fue cuando se llevaron a su mejor amiga para el manicomio, loca de alegar con un embolador de zapatos que le gritaba lo mismo ¡puta! ¡puta! Brigit llegó por aviso de un conocido que le dijo: Luna esta enloquecida en la plaza central. Cuando Brigit llegó, justo antes de que se llevaran a su amiga a quien recuerda con nostalgia, le dijo: tranquila mija, no se enoje por eso, que putas nos han dicho toda la vida, a lo que su amiga respondió con pasmada tristeza, que lo que le ardía en el fondo no era que le dijeran puta a ella, sino que llamaran puta a la revolución que tanto les había costado parir. Brigit la miro directamente a los ojos y le dijo: si mija, la revolución es puta dependiendo de quien la paría. Esa fue la última vez que Miriam vio a su amiga. Las noticias amarillas especulaban con la idea de que Valderrama había vendido la revolución a cambio de un polvo presidencial y una isla exótica para ella sola y un par de sirvientes, al tiempo que se hablaba de homicidio dentro de las filas insurgentes. ¡Que haya fracasado la revolución… maldita sea, pero que nos hayan arrebatado la libertad de entre las piernas no tiene perdón! – dice Brigit para sus adentros mientras camina por las calles, deseosa de que le griten desde alguna cantina o en la plaza pública ¡puta! Para responderles… ¡Ojalá!

Comentarios