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La bailarina de flamenco

Carmela Greco 01, Flickr, Andrea Balducci
Carmela Greco 01, Flickr, Andrea Balducci

José Arturo Torres Moreno*

Estaba en el centro de Bogotá.

No. estaba a las afueras de Bogotá, así más adelante podré quedarme en un hotel y no regresar a mi casa.

Una cerveza negra y un tabaco rojo.

No. demasiado cliché, mejor una coca cola y un cigarrillo piel roja sin filtro.

No. tampoco funciona, mejor sólo cerveza.

Perfecto.

Ya pasadas las diez empieza la función, tres bailarinas que mueven su cuerpo con algo de gracia, no tanta. No tan sexy.

El rostro de una de las bailarinas se desnuda frente a mí. Sólo el rostro, para mi descontento.

Me fijo solamente en la bailarina del centro, que por supuesto debe bailar muy bien pues su baile logra amenizar las 8 cervezas que me he tomado.

El futuro desaparece, todo se disuelve en la efímera eternidad, todo el espacio exterior se funde a negro y mis ojos la ven zapatear de frente y costado, su mirada brilla, su sonrisa embiste como la mar y yo no hago más que mirar, quedé perplejo ante su hermosura.

Al terminar su comparsa de sueños regresa por el mismo sitio que la vio florecer.

De resto no sé más. Ella no supo que existí.

Salgo del bar.

Golpeo un borracho.

Me orino frente al supermercado.

Llego a un hotel de mala muerte.

Rompo el espejo del baño de un puñetazo; razón por la cual los nudillos de mi mano derecha empiezan a sangrar.

Pienso que de ahora en adelante me llamarán nudillos flagelados.

Me quedo dormido y no me acuerdo de más.

Gracias a la bailarina de flamenco mi vida quizá cobrará algún sentido, nada heroico, nada de conocerla, conquistarla y casarme con ella rodeándonos con flores de acetato,

Nada que haga una historia digna de contar, nada de volverla a ver, nada de salirla a buscar.

No sabré que será de ella, nada heroico repito, todo así de simple, no la tendré en mi cuarto respirando sobre mi cuello, no sabré el sabor de sus besos, sólo sabré que la vi una noche de licor, mientras me bañaba los huesos de las manos y desde el espejo me llamaban “nudillos flagelantes”.

Quizá tres días después arranque una hoja del directorio y empiece a escribir…

Estaba en el centro de Bogotá.

No. estaba a las afueras de Bogotá, así más adelante podré quedarme en un hotel y no regresar a mi casa.

Una cerveza negra y un tabaco rojo.

No. demasiado cliché, mejor una coca cola y un cigarrillo piel roja sin filtro.

No. tampoco funciona, mejor sólo cerveza.

Perfecto.

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(*) Colaborador.

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