Irina Yusseff
Comer eso es bueno, se te pega a los intestinos y te hace adelgazar. Lo miré con cara de ¿perdón? y le ofrecí una sonrisa falsa. Cuando se subió al Metrolínea por la puerta de atrás, sin pagar, apenas cinco minutos antes, escasamente me fijé en él. Me di cuenta que se había sentado junto a mí en el momento en que me afirmó que el maní que me estaba comiendo era adelgazante.
¿Usted es familia de doña Ruth? Lo volví a mirar con la misma cara de ¿What? y luego le dije no. ¡Ah, es que es igualita! Le sonreí sin verlo. ¿Usted qué haría si la persiguieran todo el tiempo? ¿Me persiguiera quién? Alguien. Me quedé callada.
Entonces me dediqué a observarlo. Desaliñado, sucio, sudoroso. Con cierto deje de mendigo, pero también con cierto aire de alguien que ha trabajado sin parar. El problema era que no sabía si había estado pidiendo monedas todo el día o haciendo otro tipo de ‘trabajo’. Se quedó mirándome hasta que le respondí. Pues llamar a la policía o algo.
Se rio. Esos no hacen nada, no me creen. Es que hay una gente que me ha perseguido por años porque dicen que les voy a joder los negocios o dejarlos en bancarrota. ¿Y quiénes son? Una gente peligrosa. ¿Cómo se llaman? Los Rodríguez, pero yo no les creo. ¿Por qué no? Porque ellos siempre dicen mentiras. Pero, ¿quiénes son? ¿Dónde viven? Viven donde yo vivo, al lugar que yo llego a vivir, ellos llegan.
Sentí que me ponía como un papel. ¿Qué le pasa a este tipo? Me di cuenta que las personas en el bus empezaban a mirarme raro, como preguntándose ¿por qué le habla a ese loco? Me importó un pepino. No podía quedarme con la duda. Tenía que saber quiénes eran los Rodríguez. Me puse amable.
Pero, explícame bien, ¿por qué te persiguen? Porque sí, porque no quise seguir trabajando con ellos. ¿En qué? ‘Brujiando’ a la gente. Me puse verde. Ajá, y ¿qué pasó? Que me salí porque se volvió peligroso y ahora ellos piensan que voy a contar todo lo que han hecho y los voy a joder. ¿Qué hicieron? Cosas. ¿Qué cosas? Cosas.
¡Acaban de pasar en un carro! , gritó. ¿Cuál? Ya qué, ya pasó. Y ¿para dónde iban? A esperarme en la parada que me baje. ¿Te van a hacer algo? No. Solo me esperan, me vigilan. ¿No te da miedo? No, porque yo voy a la iglesia. ¿Qué pasa?, eso no tiene nada que ver. Claro que sí, Dios me protege. ¿No te han hecho nada? No, solo no me dejan dormir a veces y me amenazan todo el tiempo o entran a mi cuarto a dormir conmigo.
En ese momento me asusté en serio y la señora que estaba sentada en frente de nosotros lo miró horrible.
No entiendo, ¿la policía no los ha atrapado? Ellos compraron la policía. ¿Cómo? Pues con plata, como más. Pero ellos no son verdad, te los estás inventando. Sí son verdad, de pronto algún día te los presento, o de pronto vayan a tu casa esta noche. Él estaba serio y yo casi me infarto. El Metrolínea paró y me percaté de que me había pasado de estación. Le dije ya me tengo que ir, mucho gusto. Bueno, otro día le sigo contando, pero pilas con los Rodríguez que están atrás.
Me bajé, miré a todo lado, me persigné y caminé rápido. No sé si él estaba loco, me estaba tomando el pelo o todo lo que dijo era verdad. El caso es que esta sigue siendo la hora que no puedo dejar de pensar que los Rodríguez me persiguen.