
Lorena Machado Fiorillo *
Que la haya compuesto un artista con sordera casi total de su oído derecho, problemas de drogas, esquizofrenia y bipolaridad, dice poco. La historia debe situarse en la época en que Brian Wilson – inteligente, obsesivo – a quien le gustaba pasearse por las playas de California con sus dos hermanos, un amigo de la universidad y un primo llamado Mike Love, los convenció de unirse para lograr un sólo propósito: crear música. Cerca al mar, el quinteto empezaría a encontrar su sonido, al que le imprimieron sellos de blues, una que otra salpicada de pop psicodélico, y fue penetrando el surf en su estilo musical.
Con el tiempo nació Good Vibrations, una de las canciones más emblemáticas del surf-rock (el tercer triunfo para ellos en Estados Unidos), que iba a ser parte de Pet Sounds, pero Brian, el hermano líder y compositor del grupo, desistió de incluirla porque necesitaba enfocarse en la producción del álbum y, a su parecer, no encajaba con el resto de temas. El título, contaría alguna vez, surgió porque la madre de los Wilson le habría dicho a Brian que los perros ladraban a raíz de que sentían las malas vibraciones de los humanos. La idea la implementó muchos años después para sugerir que una persona podía hacer lo mismo con las emociones. Pensó llamarla Vibrations, pero Mike le sugirió añadirle Good.
Al final, la letra la hizo Tony Asher, mientras Brian, el perfeccionista, de 24 años, se encargó de grabar la canción en secciones, quería que el mismo sonido que escuchaba en su mente, una y otra vez como saltos de energía, pudiera plasmarse a la realidad. Su deseo tomó seis meses, 17 sesiones, cuatro estudios diferentes, 19 músicos –incluyéndose- y 50 mil dólares de inversión. La canción más costosa de producir para ese entonces. El resultado, un collage musical, más de tres minutos y medio de armónica intermitente, electro-theremin, órgano, piano, bajo, guitarra y batería. Una oda a las vibraciones femeninas.
Se lanzó como sencillo en octubre del 66 y así mismo se mantuvo. En diciembre ya era número uno en la lista Billboard, ya un publicista legendario la había tildado de ser una sinfonía de bolsillo, ya los Grammy la consideraba tan grande que le dio al grupo una nominación. Los Beach Boys felices, Brian, orgulloso. Fue el éxito que marcó su vida antes de desplomarse por la cocaína y de adentrarse en un estado de aislamiento en el que la gula y la pereza eran la excusa para dejar de crear. Un momento del que sus propios hermanos quisieron huir y en el que la depresión lo ahogó durante siete años. Sin él, la banda jamás volvería a conquistar al público como lo había hecho con Good Vibrations, que para la revista Rolling Stone ocupa el sexto puesto de las 500 mejores canciones de todos los tiempos. La canción saldría a flote. Todavía lo hace. Su autor, en cambio, naufraga en recuerdos gloriosos.
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(*) Periodista de El Espectador y editora gráfica de El Magazín.