
Gonzalo Medina P. *
Dos reflexiones sobre el humor me permiten trazar el perfil del personaje del presente trabajo: Mark Twain, escritor de Estados Unidos, por ejemplo, sentenciaba que “el secreto de la risa no es la alegría, sino la tristeza”, mientras que su colega irlandés, George Bernard Shaw, afirmaba que “mi manera de bromear es decir la verdad, es la mejor chanza del mundo”.
Haber incursionado hace varios años en el espíritu y la vivencia del protagonista de esta historia, más que plenas certezas me dejó interrogantes que me propuse despejar a través de nuevas conversaciones con quien a través de su vida ha cultivado el humor, pero sintiéndose más cerca de la adustez que de su contrario. En una de tales charlas, y cuando me aprestaba a tomar nota, me dijo en tono perentorio:
-¿Bueno, usted se va a poner a escribir o le va a prestar atención a lo que voy a contarle?
Si el nombre de Eloy Alfaro Cadavid Macías puede no decir mucho en la historia de la creación radial colombiana, es ante todo por causa de él mismo porque su timidez se lo impone; y porque su papel ha estado tras bambalinas -como se dice en los relatos policiales cuando el sabueso descubre al autor intelectual del crimen perpetrado por el mayordomo.
Eloy Alfaro es uno de los estandartes de esa radio que dio rienda suelta a la imaginación y llegó a convertirse en una especie de teatro del aire, gracias al ingenio de pensadores de la palabra sonora y de aquellos que le han regalado a ésta un cuerpo imaginario a través de la dramatización. En Colombia, mientras la violencia política partidista de los cincuenta llegaba a extremos insoportables y los jefes de los partidos tradicionales evadían su responsabilidad histórica, sectores inmensos del país rural y urbano se regocijaban, día y noche, escuchando a Guillermo Zuluaga -“Montecristo”-, “Tocayo” Ceballos, Raúl Echeverri -“Jorgito”-, Mario Jaramillo, entre otros humoristas.
El “pichón” de libretista de un medio complejo como es la radio, y mucho más si lo que se propone es hacer humor, nació en el municipio antioqueño y minero de Amagá, el mismo del ex presidente Belisario Betancur, ubicado en el suroeste del departamento; era hijo de un líder sindical de la industria del carbón, quien falleció a los 100 años y dirigió, en los años treinta, una huelga de trabajadores. El conflicto obligó a que se entrevistaran con él los dirigentes liberales Gerardo Molina y Diego Luis Córdoba, funcionarios del gobierno del presidente Alfonso López Pumarejo, con quienes llegó a un pronto acuerdo para levantar el cese.
“El nombre Eloy Alfaro me fue puesto por mi padre en memoria del dirigente rebelde ecuatoriano. En realidad, no me considero periodista. Recuerdo muy bien cuando en 1.951, queriendo ser locutor, fui a una emisora de Medellín en donde estaba un personaje del medio como Pablo Emilio Becerra, dueño de una voz muy agradable. Allí estaban actores como Gaspar Ospina -el mismo de “Kalimán”-; José Saldarriaga –quien después pasó a la televisión-; José Manuel Correa, Iván Cañas -gran exponente de las radionovelas patrocinadas por Palmolive-, y Gilma Velásquez. Y como no pasé la prueba para volverme árbitro – léase locutor-, entonces compré el pito – me dediqué a escribir libretos”.
Y en el contexto del “Frente Nacional” -cuando los partidos Liberal y Conservador acuerdan repartirse el poder a partir de 1.958-, irrumpe un humorista uruguayo con trayectoria en Argentina y Chile, pero sin estar muy compenetrado con nuestra idiosincrasia: Hebert Aaron Castro era el nombre de este personaje que pasó hambre en Buenos Aires antes de encontrar en Chile la oportunidad de consagrarse.
Por recomendación del libretista y director colombiano Efraín Arce Aragón, Hebert se puso en contacto con Eloy Alfaro y decidieron que éste escribiría 10 de los 22 libretos mensuales que debían producirse para “El show de Hebert Castro, el coloso del humorismo, un programa que hace sonreír pensando”, el cual se difundía de lunes a viernes a la 1.30 de la tarde por Nueva Granada, la emisora matriz de Radio Cadena Nacional -RCN.
Eloy Alfaro provenía de una experimentada escuela de trabajo radial, caracterizada por la producción y adaptación de textos para ese medio. De esa etapa, Eloy Alfaro Cadavid Macías recuerda los seriados que se pasaban a mañana y tarde. Fue el guionista de “Mi propio drama”, dirigido por Alejandro Pérez y con actores como Fabio Camero, Carlos Muñoz, Esther Sarmiento de Correa -narradora de “Kalimán”-, Ana Mojica, Cecilia Fonseca de Ibáñez y Dora Cadavid, entre otros. También evoca cuando años después escribió, sin parar y sin comer nada, entre 11 am. y 6am., del día siguiente, 107 páginas de una historia de 20 capítulos que debía entregar de inmediato a Caracol.
Su ánimo de búsqueda y de realización profesional lo había llevado a Bogotá, en donde entró en contacto con personajes de la radio vinculados en ese momento a la ya citada emisora “Nueva Granada”: Otto Greiffenstein, una de las voces exquisitas de nuestra historia radial y televisiva; Carlos Arturo Rueda, narrador deportivo y experto en ponerles apodos a ciclistas, futbolistas, dirigentes, hombres de medios, entre otros; Julio E. Sánchez Vanegas, el famoso “Cacharilas”, el mismo que les dio su impronta a las transmisiones televisivas y radiales con la consigna “Hoy desde Japón, mañana desde cualquier lugar del mundo”.
En esta misma ciudad se vincula a la Empresa Colombiana de Propaganda y escribe libretos para televisión. Era una agencia de Álvaro Ponce de León, Nicolás Camargo, Alberto Merino y Luis Betancur Tolosa, este último, decisivo en la historia de la radio colombiana y en la vida profesional de Eloy Alfaro. En esta empresa trabajó con Alicia del Carpio – la de “Yo y Tú” –, con el locutor de noticias Francisco José Restrepo, y con Gilberto Sarmiento. Escribió además los libretos de los seriados “Hojas de ciudad” y “Los cuentos de Gloria”, basados en obras de arraigo popular. Eloy Alfaro realizó adaptaciones radiales de historias de aventuras, como “El hombre de bronce”, protagonizadas por Doc Savage, creación de Lester Dent, autor además de “El Vengador”. Los radioescuchas de la época no se perdían un capítulo. La nocturna y misteriosa voz del narrador obligaba a meterse bajo las cobijas:
“Cerníase la muerte en la densa oscuridad.[…]
La fina y persistente lluvia les obligaba a guarecerse bajo los paraguas, y no perdían el tiempo escudriñando las alturas.
Aunque de hacerlo es probable que no hubiesen observado nada. La noche era oscura como boca de lobo”.
Luis Betancur Tolosa, siendo director de Nueva Granada y a la vez mentor de Eloy Alfaro, recibió en su oficina la visita de Luis Alejandro Velasco, el mismo que el 28 de febrero de 1955, junto con otros siete compañeros, todos ellos miembros de la tripulación del destructor Caldas, cayó al mar Caribe y desapareció por causa de una tormenta. Después de una búsqueda infructuosa, Velasco fue hallado moribundo, luego de diez días de haber permanecido a la deriva en una balsa, sin beber ni comer. Mientras Velasco quería sacarle plata al relato de su aventura, Betancur Tolosa se limitaba a escucharle, en tanto memorizaba la historia. Luis Alejandro se fue para El Espectador, en donde se encontró con Gabriel García Márquez, en tanto que el productor montó la serie radial basada en la odisea de aquél. El diario de la familia Cano publicó en 14 entregas y con bombos y platillos “Relato de un náufrago”, del Nobel de Literatura, y se apuntó un notable triunfo periodístico. El testimonio de Velasco permitió descubrir la existencia de un inmenso contrabando en el destructor, lo cual puso en la picota pública a la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla. La respuesta del régimen fue decretar el cierre de El Espectador.
Otra experiencia radial significativa de Eloy Alfaro Cadavid Macías la constituye la transmisión solidaria que él encabezó, con motivo del envenenamiento colectivo que ocurrió el 25 de noviembre de 1967 en el municipio boyacense de Chiquinquirá, cuando 65 personas murieron a raíz del consumo de pan infectado con folidol. La emisora Nueva Granada, por decisión de Eloy Alfaro, relegó el triunfo de Álvaro Pachón en la Vuelta a Méjico y se concentró en apoyar las acciones de atención y coordinación entre organismos de socorro. Nuestro personaje estima de mayor relevancia esta misión social, que la del propio arte de hacer reír.
Mientras tanto, a Colombia había llegado ya Hebert Castro, el creador de los muñequitos imaginarios que arrancaban sonrisas, risas y carcajadas entre los radioescuchas; en su maleta de sueños traía sus propios personajes y situaciones: “Pirula”, una coqueta mujer que no tenía escrúpulos para conquistarse a cualquier hombre; “Contardo”, un idiota e ingenuo individuo que siempre creía en la gente y nunca aprendía de sus fracasos; “La película de hoy” correspondía al remate del programa y en él se representaba una situación de la vida nacional o internacional, con su inevitable dosis de veneno político.
Consciente de la precariedad de personajes, Hebert le propuso a Eloy Alfaro inventar otros más. El libretista antioqueño se inspiró, apoyándose en creaciones de otros humoristas:
-“Peraloca”: Surgió de un personaje de la radio argentina llamado “El pobre Rodríguez”, creado por el humorista uruguayo Wimpy. Se trataba de un hombre condenado a la mala suerte, siempre tenía a la vida en su contra. A continuación, y de nuestra cosecha, una muestra de “Peraloca”:
– Esto me hace acordar del pobre Peraloca.
– ¿Por qué?
– Se le dijo, se le recomendó, se le advirtió, que si pensaba ir al partido Medellín – Nacional, para disputar la final del campeonato, no se entrara con una camiseta verde a la tribuna de la Rexixtencia Norte y mucho menos se sentara al lado del perro doberman hincha de El Poderoso.
– ¿Y qué pasó?
– No quiso hacer caso, se pasó el canino consejo por la faja; ¿usted ha visto cómo queda una caja de donas después de que le pasa por encima un camión cargado de agua para una comunidad árabe que vive en el desierto? Bueno, quedó igual pero sin donas, sin agua, sin desierto, sin árabes e incluso sin turbantes.
– ¡Pobrecito! ¿ y qué sucedió?
– Lo recogimos como quien recoge los retazos de la ropa interior que quedó en la casa estudio de Protagonistas de Novela II y se lo llevamos a su mujer.
– ¡Qué horror! ¿ y ella qué dijo?
– Se le quedó mirando y dijo: “sé que eres Peraloca por el lunar que tienes en la cédula. ¡Bienvenido a casa!”. Pobre Peraloca, esa mañana había dicho: “algo me dice que hoy el rojo será un color de impacto”. Tenía una esposa tan brava, pero tan brava, que le mochó la cola al perro con tal de que no se la meneara a él cuando llegara a la casa; tenía un amigo ingeniero tan malo, que una vez construyó un andén y se le derrumbó;¡ y qué decir de los atrios!, siempre le quedaban oscuros; tenía un primo tan miope, pero tan miope, que inevitablemente siempre saludaba en plural; tenía un vecino tan pesimista, que cuando lo saludaban y le decían “bonito día”, respondía de inmediato: “ esperemos a que termine”. ¿Y de qué le valió al pobre Peraloca todo eso, ah?
-“Don Prudencio”: “En cierta ocasión, el locutor y hombre de radio, el antioqueño Rodrigo Correa Palacio, me enseñó un disco del humorista argentino “El Zorro Iglesias”, cuyo personaje tenía el estribillo “garganta como la mía”. Yo le agregué al mío la característica de ser alguien de voz ronca y proclive a los sinónimos, similar a ciertos exponentes periodísticos del medio radial. Una muestra al respecto, librando a Eloy Alfaro de cualquier responsabilidad:
– Don Prudencio (de voz ahogada): ehhhhh, garganta como la mía, y pensar que estoy a punto de quedar afónico por culpa de mi mujer.
– ¿Por qué?
– Le envié un mensaje, un comunicado, una epístola, una misiva, una carta…
– Bueno, pare ya…
– Le dije que parara, que se detuviera, que suspendiera, que interrumpiera sus llamados agresivos, ofensivos, virulentos, procaces…
– Ya señor, le entiendo…
– Eso le dije yo, que le entendía, que comprendía, que captaba el contenido de sus palabras, de sus vocablos, de sus expresiones…
– ¿Y qué pasó?
– Pues llamó a decirme que no le parara bolas a una muda ansiosa de hablar.
– “El matrimonio García”: Surgió de las crónicas de Mark Twain, sobre todo las referidas al ambiente familiar, y de los relatos del italiano Giovanni Guareschi, el mismo de “Don Camilo”. El cansancio y la apatía de la vida matrimonial hacen presencia en esta pareja creada por Eloy Alfaro Cadavid Macías. Les comparto esta versión libre:
– Querido…(con tono seductor).
– ¿Qué? ( súper aburrido)
– ¿Por qué tan frío conmigo?
– ¿Y es que acaso no sabes que empecé a trabajar de paletero? (ya no aburrido sino berraquísimo).
Ella se va a su habitación y desde ella llama a su marido:
– Querido (mucho más seductora).
El pobre hombre va hasta el cuarto y …¡oh sorpresa!
– ¿Tú te embobaste o qué? ¿Y ahora qué haces ahí desnuda, tirada en la cama?
– Ay querido, es que estoy vestida con el traje de la pasión.
– ¿Ah sí? Entonces debiste haberlo planchado primero.
– “El profesor Heriberto”: Un señor de hablar pausado con un consultorio radial para atender preocupaciones, angustias existenciales y deudas sin cancelar. En su discurso sobresale la figura literaria conocida como jitanjáfora, una composición poética que le canta al absurdo pero sin perderse la musicalidad y el sentido de la totalidad del texto creado. Algunos de sus exponentes máximos son el mexicano Alfonso Reyes y el español Enrique Jardiel Poncela:
– “Uhhh (como aperezado), a la corresponsal que me dice que padece, uhhh, de una profunda depresión espiritual y me pregunta cómo puede superarla, le recomiendo tomar las siguientes palabras y preparar con ellas un emplasto para que se lo aplique con todo cuidado en su alma: “Sal, salero, sarabuca, de rabo de cuca de acucandar, que ni sabe arar ni pan comer: vete a esconder detrás de la puerta de San Miguel”.
Servicio social: “Hombre joven, con muchos deseos de casarse, busca alguien que lo convenza de lo contrario”.
Una destacada carrera radial le permite a Eloy Alfaro Cadavid Macías reflexionar sobre sí mismo y sobre el oficio que lo ha acompañado con una fidelidad a toda prueba:
“Sé que tengo talento para el humor, pero lo he trabajado por necesidad; me declaro como alguien de mal humor y con facilidad para convertir en humorística cualquier situación. Soy escritor de todas las teclas. Estoy convencido de que el humor puede tener más vuelo que la propia poesía. Pero hacer humor tiene como clave, descubrir el otro lado de la vida cotidiana”.
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(*) Colaborador, periodista, politólogo y docente de la Universidad de Antioquia.