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Soy elevado… en el tiempo: viajando.

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Por: Henry Oroxco

Twitter: @HenryOroxco

Viajar en el tiempo es mirar a través de la ventana de un bus y encontrar mil rostros ajenos, confundirse en la cotidianidad, adentrarse en los pensamientos de otros; vivir –por un segundo, o dos– su historia, su vida, su preocupación, quizá sus miedos.

Viajar en el tiempo es fácil si se desea, es cerrar los ojos y perderse en un momento, en una canción, es ir allá.. donde se amontonan los sueños y sacar uno por uno para volverlos real; es contagiarse de todo, es observar, imaginar, crear pero sobretodo, sentir el vivir.

Viajar a través del tiempo es posible sin la máquina futurista soñada, puede hacerse al entrañar un libro, entre palabras, frases, líneas… hojas tras hojas. También al recordar personas, situaciones, contextos o latitudes, si como destino deseamos viajar hacia atrás, o atarnos a tiempos pasados que hoy nos producen nostalgia.

Ser un viajero en el tiempo es grato si se hace conscientemente y a voluntad de escapar del presente; perderse en un momento, en miles, en un beso, caricias, en el orgasmo glorioso del sexo –el extasis con pecado y sin Dios–.

Es habitar la carne pero también salirse de ella, fugarse en una oleada, decantarse en un perfil, un rostro, una mirada, miles de sueños, deseos, ilusiones y cuantas manifestaciones mundanas los seres humanos puedan develar.

Viajar en el tiempo es más deseable que vivir atado a él; es encontrar una esperanza donde todo superficialmente está perdido; es confrontar la muerte y retarla a dispersar las pocas horas de vida que nos ofrece; viajar en el tiempo es sacar recuerdos de donde creímos haberlos enterrado, es evocar situaciones de vida que nos han construido, que son parte de nosotros y que nos representan.

Siempre que puedo, trato de ser un viajero, mochilero en el tiempo, divagando en pensamientos, perdiéndome de mí, de mi carne, de mis miedos. Liberando cuanto prejuicio mundano me ha perturbado… siempre que puedo huyo, escapo, me alejo.

El tiempo me ha dado lo mejor que tengo y también ha sido, él mismo, el culpable de condenar mis horas; me ha quitado lo más amado, y ni tiempo suficiente me ha dado de superarlo; me ha encerrado en crudos pensamientos, por años, obligándome casi a acabar con mi tiempo pero, simultáneamente, mostrándome que tiempo es lo que hay para vivir.

Gracias a ser un viajero del tiempo he aprendido a tomar mis propias decisiones, a vivir mi vida y a saber que el tiempo –siendo relativo– tiende a acabarse, en unos antes que en otros, y si el camino me permite seguir siendo un transeúnte, quiero me atrape de viejo, con mucho tiempo recorrido y no lamentando el tiempo que pude vivir y deje pasar o perdí. Por eso hoy, soy elevado… en el tiempo: viajando.

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