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Picasso a la luz de los científicos

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‘La habitación azul’ casi transparentada durante los estudios. A la izquierda, se alcanza a ver la cabeza y la camisa del hombre (sobre la cabeza de la mujer). / EFE

Juan David Torres Duarte

Tras una serie de estudios con rayos infrarrojos, un hombre sentado —con tres anillos en la mano y un bigote copioso— apareció debajo del lienzo ‘La habitación azul’ del artista español. ¿Por qué tuvo que reutilizar un lienzo? Repaso a su vida en París y al modo en que la obra fue examinada.

En 1901, Pablo Picasso era un muchacho que apenas comenzaba su carrera como pintor, que era rechazado en los círculos más concurridos del arte y cuyas obras —estelas de azul oscuro con blancos apagados— aún no se ganaban el favor del público. Su amigo Carlos Casagemas se había suicidado en París y había entrado en una suerte de depresión profunda que inundaba sus pinturas y que duraría casi cuatro años. Aventajado como dibujante pero en busca de un plano artístico mayor a través de la pintura y la escultura, ambicioso y quizá infantil, Picasso pasaba su tiempo entre Barcelona y París, a donde viajaba cada tanto y de donde regresaba con nuevas lecciones.

Era pobre —“relativamente pobre”, dicen algunas biografías— y vivía con lo necesario. En los inviernos aguantaba frío y hambre, primero solo y después con Max Jacob, uno de sus amigos más cercanos. Por falta de dinero, en ocasiones prefería dibujar —sólo necesitaba un lápiz y algunas hojas— que pintar: necesitaría óleos, y no tenía un peso para comprarlos. Por eso, y porque las ideas lo obsesionaban de manera terca, reutilizó los lienzos, reemplazó pinturas con otras pinturas. La práctica era más que común: la había utilizado, por ejemplo, Van Gogh, cuando no tenía dinero. Van Gogh, uno de sus maestros pictóricos junto con Cézanne, incluso había hecho cuadros detrás del lienzo: la pobreza crea la astucia.

De modo que la solución era simple y más barata. En tiempos precarios es mejor ser práctico. Picasso había pintado a un hombre sentado, con la cara sostenida por su mano —adornada por tres anillos—, en un lienzo no muy grande.Pero vino otra idea: un cuadro con una mujer en uno de sus lados, una mujer alargada y de pie, en una habitación bordeada y embarazada de un azul oscuro y melancólico. No había un lienzo nuevo; Picasso debió de plegar una base de pintura sobre la cara y las manos del hombre y luego en el resto del cuadro, y sólo entonces pudo pintar un cuadro nuevo: La habitación azul, que hoy está en poder de la Colección Phillips en Washington y es expuesto de manera temporal en Corea del Sur.

El cuadro, tiempo después, cuando ya Picasso no sufría hambres ni fríos, fue considerado por los críticos como parte de su período azul, dado que ése era el color dominante en las obras que realizó entre 1901 y 1904. En los años 90, dado que a simple vista el cuadro parecía tener ciertas deformaciones en las líneas de dibujo, una muestra de rayos X (ver la siguiente fotografía) permitió saber que debajo de La habitación azul había otra pintura. La imagen no fue muy clara; el procedimiento con rayos X vislumbra la presencia de otras capas de pintura —y, con ayuda de otros procesos, cuantifica los químicos que componen el cuadro—, pero no crea una reconstrucción detallada de esos elementos. La imagen era borrosa: era clara una intervención sobre el lienzo; sus detalles se escapaban.

 

DESCUBREN UN RETRATO OCULTO EN "LA HABITACIÓN AZUL" DE PICASSO

Por eso, 113 años después, los investigadores acudieron a métodos más certeros. El equipo del Museo de Winterthur (Delaware, Estados Unidos) no se ha referido de manera explícita al método para estudiar la obra; sin embargo, es muy probable que haya sido el mismo que utilizó el Departamento de Conservación del Guggenheim para analizar otra pintura de Picasso, Mujer planchando, que pertenece al mismo período de La habitación azul y también tenía escondido debajo el retrato de un hombre (aquí puede ver ambos retratos sobre la misma superficie: http://bit.ly/1lH1rPt).

El escrutinio inicial —contó el Guggenheim— fue realizado con reflectografía de infrarrojos (ver siguiente foto), un método que acude a la luz infrarroja para dibujar las capas que subyacen a la superficie. La luz infrarroja, que tiene una longitud de onda más elevada que la luz visible para el ojo humano, se lanza sobre la superficie de la pintura para que las capas menos visibles la reflejen a través de sus compuestos de carbón y plomo. La superficie, entre tanto, no refleja este espectro de luz: en otras palabras, la superficie “desaparece”. Métodos de computación recogen la información sobre las capas que absorben esas ondas, y de ese modo es posible reconstruir una imagen monocromática de ese fondo (como un negativo fotográfico). Si la luz infrarroja es lanzada a una frecuencia mayor, otros materiales también la absorben, lo que permite que la reconstrucción de las capas sea más fiel.

 

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Imagen definitiva (en blanco y negro) del cuadro escondido bajo ‘La habitación azul’. / EFE

En esta etapa del estudio, la imagen reflejada detalla la composición y el trazado del pintor: el esbozo debajo de la pintura, el plano, los detalles físicos del lienzo y —en este caso— una nueva pintura. Con la espectroscopia del infrarrojo cercano, que lanza longitudes de onda en un rango más estrecho que el de la reflectografía, la imagen se vuelve más clara. Eso significa más información en un espacio menor. La reconstrucción del cuadro, entonces, es posible gracias al reflejo de la luz en las capas que están más allá de la simple vista. El método —que es utilizado en la farmacéutica, la búsqueda de combustibles y la neurología— reconstruye los relieves del lienzo y su trazado; otras técnicas podrían dar indicios de los colores originales de la pintura (en Mujer planchando, el hombre tenía una corbata roja y dominaba un tono rosado).

Esos mismos métodos han dado la oportunidad de encontrar detalles inéditos en pinturas de Goya (un gato oculto en La virgen inmaculada, por ejemplo) y de Van Gogh (en 1994, gracias a los rayos X, fueron esbozadas 19 pinturas escondidas de su autoría, aunque sin mucha claridad en la imagen). Este nuevo encuentro con una pintura escondida de Picasso permitiría pensar que su período azul, en especial, podría abundar en este tipo de descubrimientos. Picasso quería —y debía, por convicción— pintar, y lo hizo sobre el material que encontró. Quizá La habitación azul y Mujer planchando sean sólo indicios: la mera superficie.

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