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El suicida de Praga

El suicida de Praga. Ilustración: Diana Carolina Correa.
El suicida de Praga. Ilustración: Diana Carolina Correa.

Este texto fue publicado en la edición impresa de El Magazín del 10 de Enero de 2011

Juan Villamil*

El 12 de febrero de 1980, a las 23:09 según reportes oficiales, en el barrio conocido entonces como Malvín –hoy Malvín Norte, Centro Comunal 6 de Montevideo-, se oyó un primer disparo que iluminó brevemente la habitación 212 del Motel Ausencias, ubicado sobre el número 1445 de la calle Hipólito Yrigoyen. Vecinos del sector y turistas acudieron a sus respectivas ventanas incitados por la curiosidad. Pasaron tres minutos antes de que el silencio natural de la calle, a esa hora, fuera quebrantado por un gemido agudo, que según los testigos pudo ser lo mismo de una niña o de un gato, y provenía difusamente de la misma habitación 212. Pasados tres minutos más, un hombre de unos 65 años, canoso donde aún le quedaba pelo y con barba abundante y rubia, se asomaría desnudo al balcón, daría un gran bostezo –fingido-, y empezaría la lectura en francés de un texto del que nadie logró dar razón. A las 23:21 el ignoto hombre detiene la lectura; introduce su mano por la puerta del balcón y sustrae de una mesita un cigarrillo; lo enciende. Un minuto después suspende a la mitad una bocanada de humo y grita: “¡Yo soy un artista!” Da una nueva bocanada y concluye: “¡Admirad mi obra!” El hombre deja el cigarro en equilibrio sobre la barandilla y reanuda la lectura de las hojas. El texto es el que sigue, copiado de una transcripción hecha por la policía de una grabación tomada por el huésped de la habitación 117, puesta exactamente abajo de la 212:

“La France, et la Bretagne particulièrement, possède encore aujourd’hui quelques villes complètement en dehors du mouvement social qui donne au dix-neuvième siècle sa physionomie. Faute de communications vives et soutenues avec Paris, à peine liées par un mauvais chemin avec la sous-préfecture ou le chef-lieu dont elles dépend, ces villes entendent ou regardent passer la civilisation nouvelle comme un spectacle…”

El texto se interrumpe aquí, y en el registro se anexa el motivo: “El restante de la cinta proporcionada por el testigo S… (nombre tachado con tinta) contiene sólo ruido áspero de movimiento, de vez en cuando superado por un resollar espasmódico de mujer”. A las 23:54 el hombre detiene la lectura y descansa ambas manos en la barandilla. Algunos testigos afirman que en este momento susurró alguna frase en contra de la Providencia, otros creen que sólo sonreía. De cualquiera manera, aquel fue su último gesto antes de suicidarse de un disparo en la cabeza; el cuerpo cayó sobre el asfalto. En la habitación, vacía, encontraron el resto de un manuscrito al que componen 522 páginas. La obra íntegra es copia exacta de la novela Béatrix, del escritor Honoré de Balzac. Al principio, mientras el suicida retuvo la atención del público, y sirvió todavía para publicitar a cierto colectivo de eruditos locales, la prensa desplegó en varias páginas la teoría de que quizá se hubiera tratado, en efecto, de Honoré de Balzac. Pronto, la discusión se abrió paso más allá de los círculos literarios de Montevideo, y fue a parar a oídos del escritor Julio Cortázar, quien recién visitaba Buenos Aires para la presentación de Un tal Lucas. En uno de los conversatorios organizados en torno del lanzamiento del libro, Juan Filloy hablaría del curioso caso del suicida de Montevideo, abrebocas a su teoría de los “palíndromas sicológicos”, a lo que Cortázar respondería dos semanas después con su ya famoso ensayo La repetición de Balzac, en el que demuestra con argumentos no sólo literarios, sino históricos y sicológicos, que Honoré de Balzac fue también Franz Kafka. En entrevista para Radio Nacional, al interrogársele a Cortázar por la identidad del suicida de Montevideo, aquel respondería: “No hay cómo saberlo. Pudo ser Balzac; tiene sentido. Recuerde que Balzac era tenor y acostumbraba leer sus novelas en un balcón con vista al Sena, desde donde los marineros que entraban a París de madrugada podían escucharlo de primera mano. Pero también pudo tratarse sólo de un suicida aficionado”. Con esta respuesta termina la entrevista, y también la visita de Cortázar a Buenos Aires. Dos días después se publica en el diario Página 12 una carta firmada por 9 de los testigos del suicidio, en la que felicitan a Julio Cortázar por su excelente ensayo sobre Balzac, y afirman que su manera de fumar –“una curiosidad sin importancia”- es peculiar entre todas, pero en todo idéntica a la manera de fumar del suicida de Montevideo. Concluyen extendiéndole un afectuoso abrazo y deseándole éxito en su reciente libro.

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(*) Colaborador.

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