Aline Hernández*
La conocí en un fiesta, un dizque concierto al que fui a dar por pura casualidad, caminaba por una de las calles de la condesa, de esas donde uno encuentra todavía ruinas arquitectónicas de lo que fue el porfiriato, aquella dictadura que sigue presente aunque nos funcione pensar que no. La cuestión es que iba caminando esperando poder dejarla atrás, desde hacía meses estábamos teniendo un chingo de problemas y yo ya no podía más. Quiero asumir que ella sentía lo mismo, pero ninguno encontraba todavía el modo de traducirlo en palabras. Con las mujeres siempre es lo mismo, te quieren decir algo y te dicen lo contrario a la espera de que tú adivines qué están queriendo decir y se los hagas saber. Más complejo, imposible. Y pensar que hace cinco minutos estaba todavía dentro del coche con ella, deja de manejar así me dijo, primero bien bajito, como una chiquita bien portada y mansita que está temiendo por su vida, tremenda zorra, hace tres minutos me estaba pegando unos gritos que por su peculiar sonoridad, puedo entrever que todos los cohabitantes de alrededor se involucraron involuntariamente en la historia. Vamos tarde le respondí y seguí acelerando sin miedo a estamparme, total, podría en caso de suceder, funcionar como parteaguas de esta obsoleta convivencia que cada día adquiría más toques de sadomasoquismo. Me pregunto qué hubiera dicho él de haber vivido vouyeristamente este panorama que ambos planteamos, ninguno encuentra el valor para salir y cada día pesa más el sutil encierro al que nos estamos sometiendo. Entonces, se empezó a poner cada vez peor, ya estás gritándome otra vez le dije, ya bastante harto de la situación. Empezó de pronto a llorar como loca, de verdad parecía que acababa de abusar de ella. Me orille mientras sus lloriqueos se volvían cada vez más molestos. Apague el coche y me baje. A dóoooonde vas me dijo sacando su cabeza por la ventana, me le quede viendo, todavía era guapa, el pelo se le pegaba a las mejillas debido a tanto líquido recientemente derramado, sus ojos se volvían casi verdes entre las lágrimas que se habían instalado en la superficie de las córneas, pensé que la quería, si la quería, pero ya no sabía qué hacer con ella. Cada día parecía estar más encabronada conmigo y yo no entendía por qué, qué había hecho, qué podía dejar de hacer, le había preguntado yo hasta el cansancio, sin recibir más que reproches de autocompasión que se extendía a sí misma, como si yo fuera el pinche diablo y ella fuera una virgen malcogida. Así estaba la cosa. Me voy le dije, llévate el coche, estoy hasta la madre, luego hablamos. Se puso a gritar como loca, yo seguí caminando, sus gritos se escuchaban cada vez más lejos, te vas cabrón, te vas y no me vuelves a ver en tu puta vida. Pensé que ya no me importaba, que hiciera lo que quisiera con el coche, estaba exhausto y recién me percataba de ello.
Me puse a caminar sin rumbo, no sabía qué quería hacer pero definitivamente sabía que no quería volver a mi casa. El panorama pesaba mucho, ella se había vuelto el peor tedio que uno pudiera concebir. Mientras caminaba, pensé que debía de dejar de salir con actrices, están más locas que el resto de las viejas pensaba a sabiendas de que estaba haciendo una tremenda generalización, me vale madres, de verdad que están locas. Todo para ellas es condición de posibilidad de un pinche dramón que no termina nunca. Ora si que no va a volver a pasar me dije tan seguro de mí mismo que hasta me la creí. Sentía un tremendo alivio, me la imaginaba llorando cual desquiciada afuera de la tienda de autoservicio con un style gringo que no vea usted, seguramente había llamado a alguna amiga para contarle lo que este cabrón le había hecho, me dejo aquí le diría todavía envuelta en sollozos, y no sé qué hacer. Pues me vale madres me repetí tres veces y seguí caminando. No logro entender por qué las mujeres son tan dramáticas, de verdad que me es imposible. Por todo lloran ,se quejan de lo que haces, de lo que no haces, de lo que piensas, de lo que no piensas, de lo que dices, de lo que no dices; cualquier circunstancia es un posible factor para desembocar la peor hecatombe. La arman de pedo por todo y luego se cansan y se van a dormir, las muy cabronas. Al día siguiente se levantan con cruda moral y fingen que no pasó nada mientras te la maman tratando de remendar sus inestabilidades emocionales. Yo no puedo más. Me declaro en situación de paro, intransigentemente, en paro. No más locas, no más pedos, yo no puedo más y sobretodo, no quiero poder más.
Mientras caminaba fui a dar a una casa de la cual salía una música bastante extraña, era una mezcla entre cumbias con africano y buscando huir de mis pensamientos me asome por la ventana. Dentro había un chingo de gente, todos bailando pegaditos en un minúsculo cuarto que daba la impresión que iba a reventar más pronto que tarde. Salieron repentinamente por la puerta dos chavas hasta la madre y se me quedaron viendo… ¿qué haces ahí parado? Me preguntaron mientras veía como hacían un vano esfuerzo mutuo por mantener el equilibrio, ¿no vas a entrar? Y yo, dejándome llevar por la grata confusión que parecía ahogarme, inmediatamente entré y ellas tras de mí, cerraron la puerta dejándome solito en aquel fumadero de marihuana y músicos. La vi de pronto a lo lejos, estaba parada, traía una minifalda que apenas alcanza a cubrir un cuarto de sus largas piernas. Junto a ella había un pinche morro, que parecía compartir el estado de los demás en un solidario acto que se fundaba bajo un efímero hipotético en común, se le pegaba cada vez más, fingía bailar reggae mientras encontraba la forma de frotarse contra sus piernas con una distancia cada vez menor. Qué asco, me dije a mí mismo mientras veía dónde podía sentarme a verla. Ella no parecía percatarse de mi presencia, sólo seguía bailando, ni siquiera parecía percatarse de la presencia de aquel desagradable ser que se encontraba cada vez más próximo a ella. Finalmente encontré un sillón en una de las esquinas, maravilloso pensé, desde aquí tendría una visión angular que me permitiría olvidarme de la decadencia juvenil que daba cuenta este pseudo encuentro de músicos, la localización del contenedor humano que iba a soportarme me permitiría analizarla detalladamente. Aquí me quedó, me dije, y tomé asiento. Súbitamente la música cambió, pero ella no cambió con ella, siguió bailando, cada vez más lento. Veía cómo lograba alejarlo cada vez más, seguía bailando, tenía la cabeza cada vez más pegada a su clavícula, su cuerpo se movía lentamente de arriba hacia abajo, formando óvalos en perfecta anacronía con la música. Yo creo que ella pensaba que estaba sola, o que nadie se estaba percatando de ella. Todos los demás bailaban y reían comomonosenextinción, me daban asco. Me concentraba en ella. Es linda, pensé, sin poder apartar mis ojos de sus movimientos.
Decidí pararme y caminar en su dirección. Tal vez no lo decidí y fue un impulso que me llevó hasta ahí, la situación me llevó a levantarme y encaminarme hasta su hermoso cuerpecito en movimiento. Empecé a bailar cada vez más cerca, esperando que se percatara de que no era el monohumano de antes sino un nuevo, que pertenecía a otra especie. Muchachita linda, de dónde eres, le pregunte al oído y entonces subió lentamente su cabeza para verme. No importa de dónde soy, tampoco me importa de dónde eres, si quieres bailar conmigo empieza a moverte, si quieres hablar ándate lejos de mí que no tengo ganas. Colombiana pensé, que a toda madre, sólo esto me faltaba, una pinche colombiana en medio de este tumulto de drogadictos. Pasé mi mano por su frágil cadera y lentamente la acerque hacía mí, para entonces ella había empezado a compartir la realidad conmigo y no dejaba de verme a los ojos. Tenía una mirada intensa. Si existieran las brujas, y no es que no existan pero no he ido a dar con ninguna, seguramente tendrían esta mirada. Unos ojos negros, llenos de dolor, de rencor, grandes ojos que me veían como si fuera una niña de nueve años esperando a ser rescatada por su padre, uno que nunca conoció y el cual nunca daría señal alguna de vida. Sus temblorosas manos rodearon mi cuello y antes de que me diera cuenta, ya estaba sintiendo su lengua recorrer cada posible rincón de mi boca. De dónde salió esta morra, pensaba mientras mis manos apretaban cada vez más sus caderas, como si estuviera intentando hacerla reventar. La explosión vendría sin aviso y ella se desintegraría rápidamente, dejando a los monoshumanos detrás, mientras la música seguía sonando. Reventó en una fiesta contarían más adelante. Quiero comerte los pies le dije al oído mientras ella seguía moviendo lentamente su cuerpo cada vez más pegada a mí. Mi novio está arriba, vamos, acompáñame a decirle que ya nos vamos. No mames, ¿cómo le vas a decir que te vas conmigo chiquita linda? Le vale madres, debe de estar para esta hora hasta el culo, pero tengo que hacerlo de todas formas. ¿hacer qué? Aviiiiisaaarle mexicanito méconnaissable, aunque sea por el mero gesto de amabilidad. Eres colombiana, pero ahora pienso que también puedes ser mexicana. Llevo dieeeez años aquí bombón, me dijo mientras me cogía por la mano y me llevaba hasta las escaleras. La muy guarra se había levantado el vestido dejando a la vista unas pequeñísimas bragas color vino transparentes, mi desfase en el ascenso, me permitía ver cómo sus piernitas encontraba un punto de roce delicioso. Le metí la mano sin pensarlo dos veces y empecé a sobarla despacito. Ella se detuvo en uno de los escalones y paro un poco más el pequeño culito que tenía como de una niña de doce años, como si todavía no se la hubieran cogido y recogido hasta el cansancio. Pinches colombianas, todas las que he conocido hasta ahora dan la impresión de ser más guarras que cualquier puta mexicana que esté en esta fiesta, tal vez sea algo cultural que no las haga tan frígidas como las esquizofenoides locales con las cuales resulta imposible lidiar. Les gusta coger y nada más, abusan de ti sin pedir permiso, sin merecer perdón alguno, luego se largan, las muy zorras, sin dejar a uno ni una pinche nota. Yo seguía ensimismado con su culito, lentamente le moví las bragas y mis manos tocaron aquel cálido rincón que me estaba esperando aun antes de saber que iba a llegar. Empecé a mover lentamente mis dedos mientras la oía gemir cada vez más, estás bien caliente verdad chiquita y sus piernas perdieron resistencia y cayó al piso. Yo me aventé encima de ella, ¿tú novio le pregunté? No estés de gonorrea y ponte a lo tuyo me dijo, mientras me miraba con ojos de pistola. Estás bien rica le decía mientras mi boca estaba cada vez más cerca de sus húmedos calzoncitos. Volví a meter las manos esta vez hasta el fondo y sentí como levantó de pronto la pelvis, la levantaba y la bajaba mientras se mojaba más, estaba deliciosa y pensar que hace dos horas estaba con una pinche loca encerrado en un coche. De pronto sentí que alguien nos estaba observando fijamente, era el monohumano desde el principio de las escaleras, estaba hasta huevo y apenas podía contenerse de pie pero la tenía bien parada, como un buenmonohumanoycaliente. Me acerqué a su cara y le di un beso, vamos a despedirnos de tu novio le dije mientras le acomodaba las braguitas y le bajaba el vestido. Vamos me dijo y rápidamente se levantó y se puso en marcha sin darse cuenta del espectáculo que le estábamos dando almonohumanoconlavergaparadísima.
Primer piso, estaba ya lejos; segundo piso y seguí caminando; tercer piso y me saca por una rascuacha puerta que parece que está a punto de ceder ante los años y su cada vez más avanzado estado de oxidación. Migueeeeeeel se pone a gritar la putita colombiana, ya me voy. Volteo y veo al tal Miguel, un monohumanoydrogadicto sentado sobre una tubería -¿de gas?- con un espejo sobre las piernas picando coca. A dóooonde te vas, tú vienes conmigo pinche morra quejumbrosa. No, ya me voy, vengo a avisarte por aquello de la pura amabilidad, dicho sea de paso. Que vienes conmigo dijo el tal Miguel gritando, y además, ¿quién es este cabrón?. Este es Joaquín el amigo de la facultad, ya te había hablado de él. Miguel se me quedó viendo fijamente a los ojos, tenía la mirada desorbitada, seguro era por meterse tanta coca pensé, seguro a este cabrón ya ni se le para y por eso la morra va a buscar fuera lo que no encuentra dentro. ¿A dónde te vas perra? Me dejas de llamar perra y nos vamos pa’ otra fiesta, ¿vienes? Nel, pinche Julia, siempre me dejas solo y te largas. Nooo Miguel, le dijo la colombiana que ahora ya tenía nombre, ya era unacolombianaconnombreperosinapellido, pero tú namás llegas a las fiestas te pones hasta el culo y me dejas sola. Estoy harta, luego nos vemos. ¿Luego cuándo? No sé, llámame mañana, yo ya me voy y me agarro súbitamente de la mano y desaparecimos por el monumento al óxido. Estas pinches viejas están más locas cada día y pensar que una de estas podría ser la madre de mis hijos, me decía mientras sentía como un escalofrío repasaba mi cuerpo enterito.
Salimos de la fiesta, mientras cruzábamos en gendarme humano, el hombremonoahorafrío nos seguía con la mirada, pinches greñudos, están ahora por todas partes, pero qué le vamos a hacer, andamos viviendo la onda hipster a morir. Vamos a tu casa me dijo mientras paraba un taxi. El chofer nos preguntó hacía dónde nos dirigíamos mientras clavaba su mirada en sus largas piernas, ella mientras tanto, las movía a la espera de lograr incorporarlas a la acotada estructura de la parte trasera, sin percatarse siquiera de la pervertida mirada que se estaba fijando en sus piernas casi perforándolas. A dónde vamos chiquiiiito, tú di. ¿no que íbamos a una fiesta? Vaya, vaya, pero si el mexicanito aún guarda algo de ingenuidad en él. Vamos a la portales le dije al cabrón del taxista mientras veía en sus ojos un gesto de desilusión por tener que fijar la mirada al frente y no en sus ricas piernitas. Antes de que el taxista arrancara, ella ya tenía sus manitas en mi entrepierna, me frotaba sin un pinche pelo de pudor, el taxista mientras tanto, se le debía estar parando cada vez más, pensaba mientras me dejaba ir por las manos de una niñanotanniñaymásguarraquedecente.
Julia, Julia. Julia, bonita, de dónde saliste le pregunté al oído mientras le quitaba la mano de mi verga, sentía que iba más pronto que tarde a explotar y no quería que fuéramos objeto de masturbación del cabrón del conductor. Mira chiquito, no empieces con mamadas, vamos a pasar un rato juntos en la cama y luego me voy, que no estoy pa’ abrazos nocturnos ni caricias vacíasdeamorperosedientasdetenerlo. Ya hay mucha falsedad entre todos nosotros, nos movemos constantemente entre flujos de mentiras, falsedades, verdades a medias que nos están llevando a la pinche ruina como dicen acá. De pronto me había vuelto un fanático de esta pinchecolombiana, Yo, que apenas me había librado de la otra loca, ya estaba cediendo ante el auditorio de la ruina, me cae de madres que la sed por encontrarse en el otro está a la orden del día y esta pinche morritacaliente encarna lo que ahora quiero. Encarnación, así te llamas Julia. ¿De qué me estás hablando mexicanodegenerado? No dejes que te cuenten otra cosa, tú diles que están mintiendo y mándalos a todos a la mierda, ellos están mal y tú estás bien. Así está la cosa, la onda es innegable. Me voy a bajar del taxi si sigues diciendo n’importe quoi. El taxista entonces volteó a verla, la muy puta tenía el vestido cada vez más levantado y le valía verga que el cerdoalvolante se estuviera dando un banquete de piel. Usted qué está viendo señor pensaba que le preguntaba mientras me percataba que todo a mi alrededor lentamente se deseintegraba, ya valió verga me decía, ora si ya valió madres. El taxi parecía ir cada vez más rápido y Julia no daba señal de enterarse qué estaba sucediendo. Mientras tanto una voz que venía de la parte trasera me explicaba que todo siempre está en constante cambio, lo sabemos y no lo sabemos y cuando nos percatamos de ello, a través de lo que parecería ser un segundo, un segundo en el que viene a nosotros esa lucidez, se va, y volvemos a caer en la perennidad que busca la estabilidad. A mí me agobia mexicanito. Ya no supe más de ella y menos supe algo de mí, el único que quedó vivo fue el taxista que prefiere no hablar sobre aquella noche. Todo fue culpa de las pinches mujeres y sus achaques emocionales que lo dejan a uno vacío de ganas de vivir.
*México