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Por: Sorayda Peguero

Son las diez de la mañana. Un surco de agua jabonosa quiebra la calle Montsió por la mitad. El callejón huele a café, a tabaco, a detergente con olor a pino. Lapin sugirió que nos encontráramos aquí, en Els Quatre Gats (Los Cuatro Gatos), una antigua cervecería —reconvertida en bar restaurante— creada a imagen y semejanza de Le Chat Noir (El Gato Negro) de París. Parada precisa para los que siguen el rastro de Pablo Picasso en Barcelona: aquí presentó su primera exposición individual. Lo encuentro sentando en una mesa para cuatro, repasando las páginas de los semanarios franceses Le Canard Enchaîné y Courrier International. Lapin (Chatenay-Malabry, Francia, 1981) es ilustrador y un viajero tenaz. Hace ocho años que vive en Barcelona. También tiene domicilio en París, cerca de la Bastille, a menos de 1 kilómetro de las oficinas de Charlie Hebdo. Dibuja con rotuladores, bolígrafos y acuarelas. Sus cuadernos de viaje son viejos libros de contabilidad que compra en mercados de antigüedades. Durante los últimos días, Lapin no deja de dar vueltas a la misma pregunta: “¿Cómo se puede matar a una persona porque dibuje?”.

Saiba Faye Bayo (Fodecounda, Senegal, 1979) llega diez minutos más tarde. Es el menor de catorce hermanos que fueron educados en la fe musulmana. El islam es la religión mayoritaria de su país. Se licenció en ciencias políticas en la Universidad de Barcelona. Vive en la capital catalana desde que tenía veintidós años y es un activista comprometido con varias asociaciones africanas.
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¿Recuerdan qué estaban haciendo cuando se enteraron de lo ocurrido en la sede de ‘Charlie Hebdo’?

Lapin: Dibujando. Terminando el encargo de un periódico alemán. Cuando trabajo en mi estudio, suelo escuchar la radio. Estaba escuchando France Inter cuando dieron la noticia, por fases. Primero dijeron que hubo un ataque en las oficinas de Charlie Hebdo. Después, que unos cuantos periodistas fueron asesinados. Luego dieron los nombres de algunos de los más grandes caricaturistas de Francia. Cuando dijeron los nombres, me quedé en shock. No fui capaz de continuar trabajando. Tenía una cita. La cancelé. Estaba casi llorando. No entendí nada.

Hace apenas un par de meses, durante la pasada edición de Rendez-vous du Carnet de Voyage, festival anual que convoca dibujantes de toda Europa, la mirada de Lapin se cruzó con la de un hombre que le pareció conocido. El mismo corte de pelo y las mismas gafas redondas. Era Cabu, en persona, la inspiración de sus años infantiles y, para él, uno de los mejores dibujantes del mundo. Lapin pertenece a la generación de niños franceses que veía Récré A2, el programa infantil en el que Jean Cabut (Cabu), uno de los caricaturistas asesinados en el atentado, enseñaba a los niños a dibujar. Lapin quiso acercarse a Cabu, pero su timidez lo frenó. Michel Renaud, presidente y fundador del festival, y a quien Lapin conocía, se encontraba casualmente en las oficinas de Charlie Hebdo el día del atentado. Renaud también fue asesinado.

A Saiba lo habían invitado a un programa de radio que plantea temas relacionados con la comunidad musulmana. Estaba en plena intervención cuando su teléfono empezó a sonar insistentemente. No contestó. Cuando finalizó la transmisión un amigo le contó: “Ha pasado un atentado terrorista en Francia”. “¿En Francia? Imposible. En ese momento aluciné. No podía creerlo”.

¿Por qué le pareció tan improbable que ocurriera algo así en Francia?

Saiba: En Europa estamos acostumbrados a creer que está todo tan controlado que cuando ocurren estas cosas piensas: ¿cómo puede pasar? Automáticamente relacioné el atentado con algunos personajes del islamismo radical, con los extremistas judíos o con cristianos chiflados. No olvidemos que el atentado de Noruega fue obra de un cristiano, no de un musulmán. La gente olvida esto rápidamente. No recuerdo que se haya etiquetado a los cristianos a causa de este crimen. Este olvido es la primera consecuencia de la islamofobia que, por cierto, es un invento francés para administrar mejor a los pueblos que no son de creencia judeo-cristiana.

“Debéis morir, debéis morir todos”. Un testigo aseguró que Anders Behring Breivik pronunció estas palabras mientras disparaba contra cientos de jóvenes que participaban en un campamento de verano. La masacre (22 de julio de 2011) ocurrió en la isla de Utoya (Noruega). Dos horas antes del tiroteo, Breivik, que se autoproclamaba cristiano, había provocado una explosión en el distrito gubernamental de Oslo. Al menos 77 personas perdieron la vida. Fue juzgado y condenado a 21 años de cárcel.

Según Bassam Tarras, profesor del Departamento de Estudios Islámicos de la universidad libanesa Ouzai, “no hay ningún versículo en el sagrado Corán que condene o prohíba la representación del profeta Mahoma. En cuanto a los hadith, hay interpretaciones contradictorias; lo que sí queda terminantemente prohibido es crear imágenes bajo la forma que sea para mofarse o representar negativamente al profeta. Usar caricaturas es considerado como un ataque a la religión”.

¿Las caricaturas de Mahoma publicadas por ‘Charlie Hebdo’ lo ofendieron?

Saiba: Espiritualmente soy musulmán, hasta en los sueños lo soy, pero lo vivo con felicidad. No me he tomado muy en serio las caricaturas de Charlie. Hasta me he reído. Pero, sinceramente, no es tan fácil. Entiendo que la mayoría de los musulmanes puedan sentirse ofendidos.
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A las 12:52 del miércoles 7 de enero, Joachim Roncin, periodista y diseñador de la revista Stilyst, compartió una imagen en su cuenta de Twitter. Tres palabras sobre un fondo negro: “Je suis Charlie” (“Soy Charlie”). En menos de 72 horas, según datos de Twitter Francia, se compartieron 5 millones de tuits con la frase. “Lo que quería decir es que era como si me hubiera afectado a mí, me siento personalmente aludido”, dijo Roncin a la prensa francesa.

Stéphane Charbonnier (Charb) fue director de ‘Charlie Hebdo’ desde 1992 hasta el día de su muerte, en el ataque al semanario. No tenía esposa ni hijos, ni siquiera tenía auto propio. Iba a todos lados con un escolta, que también fue asesinado. Charb decía: “Hay que continuar hasta que el islam esté tan banalizado como el catolicismo”. Es evidente que ser ‘Charlie’ no es sencillo.

Lapin: No he puesto la etiqueta “Je suis Charlie”. No es la sensación que tenía. No soy un lector habitual de este medio. Defiendo la libertad de expresión, pero no me reconozco en todo lo que representa Charlie. Me gusta el movimiento fraternal que ha despertado en mi país, pero creo que “Je suis Charlie” no es la etiqueta más apropiada. Sólo puse una imagen negra en mi avatar, en señal de duelo.
Saiba: Luego vemos algunos mandatarios, sinvergüenzas, dictadores que están oprimiendo a sus pueblos y que no respetan para nada la libertad de expresión, que por el asesinato de doce periodistas que ellos mismos matarían se presentan en Francia para participar en una manifestación y decir: “Je suis Charlie”. Es más que un acto de hipocresía, es una idiotez.

¿Alguna vez se ha sentido coaccionado por expresarse a través del dibujo?

Lapin: Recuerdo un viaje a Mauritania. Estaba dibujando unos depósitos de agua, unos acampados y unas cabras que había por allí. Llegaron unos hombres uniformados y armados. Me arrebataron el cuaderno, arrancaron la hoja en la que estaba dibujando y me dijeron que tenía que dejar de dibujar. Después llegó un capitán en un Mercedes. “Mauritania ya no es colonia francesa. No puedes dibujar aquí. Tienes que respetar nuestras reglas”, me dijo. La embajada francesa tuvo que rescatarme. Entiendo que algunas culturas tengan reglas estrictas respecto al dibujo, pero dibujar es mi lenguaje, no puedo evitarlo. ¿Qué hay de malo en eso?

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Sigolène Vinson, cronista judicial de Charlie Hebdo, contó que cuando los terroristas asaltaron la redacción del semanario ella trató de esconderse detrás de una pared. Said —el mayor de los hermanos Kouachi— la descubrió, la encañonó con un rifle y le dijo: “No temas. Cálmate. No te voy a matar. Eres una mujer y no se mata a las mujeres, pero piensa en lo que estás haciendo, lo que haces mal. Reflexiona sobre ello y lee el Corán”.

El Corán dice (capítulo 5, versículo 32): “Por esta razón decretamos para los Hijos de Israel que quien mata a una persona sin que ésta haya cometido un crimen o sembrado la corrupción en la Tierra es como si matase a toda la humanidad”.

¿Es posible que los hermanos Kouachi hayan hecho su propia interpretación del Corán?

Saiba: Obviamente no están haciendo nada de lo que dice el Corán. Otra cosa es que ellos lo utilicen para justificar su odio.

Charb decía: “No siento que pueda matar a alguien con una pluma. Cuando los activistas necesitan un pretexto siempre lo encuentran”.

¿La libertad de expresión debe tener límites?

Lapin: La libertad de expresión es necesaria. ¿Cómo se pueda matar a una persona porque dibuje? Yo lo estoy haciendo, mi trabajo es dibujar. No creo que sea algo tan serio como para provocar una reacción como esta.

Saiba: Estoy de acuerdo con la libertad de expresión. Lo ocurrido en Charlie Hebdo es una barbaridad. No tiene justificación, pero creo que la libertad de culto también se debe respetar. Si alguien viene a decirme que mi fe es una estupidez, me está ofendiendo. ¿Hasta qué punto una persona tiene derecho a insultarme?

Lapin: Pero tú no tienes por qué leer estos periódicos.

Saiba: Pero estamos hablando de una sociedad en la que todos estamos conectados. No me puedes decir que cierre la puerta cuando tú estás dando un mensaje a los demás sobre mí. ¿Qué les importa a los demás lo que yo haga? ¿Me tengo que tapar los oídos? ¿Me tapo los ojos? Mientras no se violen las reglas fundamentales que rigen la convivencia no tiene que haber problemas. Si en la Constitución francesa dice que todos los niños deben ir a la escuela, y mi hijo va a la escuela, pero yo digo que no quiero que coma carne de cerdo, ¿por qué tiene que hacerlo? La Constitución no dice que todo el mundo tiene que comer carne de cerdo, ¿dónde está el problema? ¿Por qué tienen que ser tan importantes mis creencias religiosas? ¿Por qué le tiene que importar eso a Charlie? ¿Por qué se tienen que burlar de ellas? Que se burlen de sí mismos.

Lapin: La caricatura es eso: hacer reír con algo que duele.

Saiba: Pero ¿para qué? ¿Cuál es el propósito?
Lapin: Para provocar. Para llamar la atención sobre un tema, generar debate y que nos conozcamos mejor, a nosotros mismos y a los demás.

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Saiba se disculpa unos minutos. Llama por teléfono para retrasar una reunión. Lapin busca algo entre las páginas de Le Canard Enchaîné. Cuando Saiba termina su llamada, Lapin nos lee una cita del director del semanario, Maurice Maréchal. Primero la lee en francés. Después la traduce: “Cuando veo algo que me parece un escándalo, tengo ganas de indignarme, pero lo que suelo hacer es reír, es mucho más difícil pero es más eficiente”.

Y mucho más inofensivo, sin duda.

Saiba: Lo entiendo, pero mi pregunta es: ¿qué te importa en lo que yo crea? Si tú no crees, ¿qué te importa? En Occidente hay toda una construcción social sobre quiénes somos los musulmanes. Occidente se imagina a todos los musulmanes con turbante y, precisamente, esta imagen responde a la minoría. Las caricaturas de Charlie Hebdo entran en la dinámica de la estigmatización del musulmán. ¿Por qué cuando ocurrieron los atentados de Noruega nadie habló de terrorismo cristiano o de cristianismo radical?

Lapin: Estamos de acuerdo. Cuando hablamos del islam tenemos la visión de hombres con turbantes y armados con rifles, pero cuando hablamos del cristianismo no tenemos la visión del Ku Klux Klan.

¿Usted cree que Occidente tiene una imagen negativa de los musulmanes?

Saiba: Claro. Casi todos mis contactos aquí, en España, cuando me conocen y les digo que soy musulmán se sorprenden: “¡¿Tú eres musulmán?!”. Están acostumbrados a ver un perfil, una caricatura, una visión inventada del musulmán. Ahora se despierta el viejo demonio, la islamofobia vuelve. Es un arma para atemorizar y dividir. El enemigo tiene que existir, siempre. Si el enemigo desaparece, hay que inventar uno. Europa está en un momento crucial de cuestionamiento. La gente se siente libre. Aparentemente tenemos una sociedad muy avanzada, una sociedad en la que se habla de todo y en la que se pierde cierto respeto al Estado. Y el Estado tiene su razón de ser, nos protege. Para garantizar su permanencia, el Estado debe construir un enemigo. Y ese enemigo debe estar dentro del pueblo.

Lapin: Pero el Estado y los medios no crearon a estos terroristas. No puedo creer que todo esté tan programado.

Saiba: No es que el Estado haya creado el terrorismo, pero Occidente ha condicionado el rechazo hacia la cultura occidental. Es curioso: no sabemos nada sobre los autores de estos atentados. No tenemos su versión, ni pruebas claras. Hay contradicciones en todo. Una persona que va a cometer un acto de terrorismo que ha planificado, ¿lleva su DNI consigo y lo deja en el coche? ¿Para qué se cubre el rostro? ¿Cómo salieron esos chicos de París sin que nadie los viera? Hay muchas cosas que no cuadran.

Lapin: No creo en la teoría del complot.

Saiba: No digo que se trate de un complot. Simplemente que no me creo esta historia. No creo que hayan sido los hermanos Kouachi. No he visto sus caras, no me dan ninguna prueba de que fueran ellos. ¿Cuáles son los elementos aparte del DNI que nos demuestran que fueron ellos? No dudo que sean terroristas, eso está claro. Pero no puedo dar por hecho que fueran ellos.

Lapin: Pero también tenemos que aceptar que las fuerzas especiales tienen información que nosotros no tenemos. Yo no quiero ver la cara de un tío muerto. No quiero ver una ejecución en directo. No lo necesito.

Saiba tiene que marcharse. Su cita no puede esperar más. Antes, Lapin quiere mostrarnos la ilustración que hizo en homenaje a Cabu. “Era un hombre sereno. Aunque sus dibujos eran muy incisivos, era un hombre que irradiaba paz —dice con voz sentida—. Quise poner, en una cabeza de muerte, unas gafas redondas, una sonrisa y una nariz de payaso. Eso es lo que quiero decir en mi homenaje a Cabu: han matado a un payaso. A alguien que hacía bromas. Nada más”.

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Ilustración: homenaje de Lapin a Cabu, uno de los caricaturistas asesinados en el atentado a ‘Charlie Hebdo’.

 

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