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Del otro lado de la cama

Day 137 Bed time, Flickr, tsmall
Day 137 Bed time, Flickr, tsmall

Daniella Sánchez Russo*

Las luces prendidas traducen que hay alguien abajo. El cuarto me ha recordado que estoy dormido: está oscuro y creo que aún tengo sueño; pero un hilo de luz por la puerta da a entender que la sala en el primer piso está iluminada y sé que no he sido yo el que la ha encendido. Que no he sido yo. ¿Por qué te has ido Marta? Porque en este momento te abrazaría y así no tendríamos miedo. Tendría miedo el intruso.

Un ruido de huevos caseros. El sartén salpicando el aceite y quemándole la mano (se lo merece). La paleta de madera revolviendo la clara y la yema, luego la yema con las salchichas. Acojo mis oídos con las cobijas y recuerdo nuevamente que estoy dormido, que duermo y que, probablemente, esté soñando. ¡Vienen por mí! Y si es por mí, es por nosotros. Estoy seguro de que son las gallinas, las que empollaron los huevos que el intruso robó.

Ahora un olor a sudor, Marta, el olor que emitíamos los dos. Ahora hay dos abajo Marta y no soy yo contigo, son intrusos Marta, porque sos (intrusos) es diferente a so (intruso), y ahora lo pongo en altas, con puntos, y te mando un S.O.S… No lo contestas. Supongo que sueño, que hace calor y yo soy el que sudo, esta vez solo. Supongo que todo lo demás se ha dado como aparte de ese estado somnoliento en el que resido y que no tiene claridad con la realidad. En la realidad estarías al lado, en mi misma cama.

Alguien habla. Son los gemidos inquietos que emiten las gallinas que han sido robadas. ¡Clock!, Una pluma acaba de salir por mi boca, creo que las aves escucharon la mantequilla crujir sobre el  sartén, la cáscara rompiéndose con un pequeño roce en la cerámica, la clara con la yema y la yema con las salchichas. Creo que escucharon al intruso cocinar su vientre. 

Han tocado la puerta. Se ha esfumado el olor a sudor, el sonido de los huevos sobre el sartén, el habla de las gallinas. Toco tu lado de la cama para volver a saber que te has ido, que no podemos bajar juntos a enfrentar al intruso, que el muñeco rojo con cachos y cola, el que es mi demonio, lo afrontaré solo. Que quizás ese demonio en tu vida sea yo, el que cocina huevos robados en una cocina de la que ya no es dueño.

Mis pies ahora sobre el tapete y de nuevo el frío, el de ayer, el de antes de las cobijas, ahora sé que me he levantado. El sonido de la puerta emite un silbido: se ha abierto y ahora mis pies van descendiendo sobre una madera inestable. Me sostengo con el agarradero de las escaleras para evitar que mi aburrido cuerpo se escurra.

La sala está ahora quieta, en perfecto orden. Abro la puerta para traer de invitado al viento. Ni siquiera hay huevos en la despensa, no los he comprado. ¿Un sueño? Avanzo a la cocina y pongo sal en mi boca. Se fruncen mis cejas, mis labios y estoy despierto. Despierto y te has ido. Despierto: te has ido.  

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(*) Periodista de El Espectador. Barranquillera, adora profundamente a Mercedes Sosa y disfruta cantar sus canciones -o cualquiera que se le atraviese- a todo pulmón.

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