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Cuando me odias

 
 

 

 

Tears from data, Flickr, kaibara87
Tears from data, Flickr, kaibara87

 

Laura Juliana Muñoz *

De pronto me acostumbré, no sé, a llorar por el ojo derecho cada vez que me odias.

Sí, me odias a ratos con desprecio de mármol,

con el iris verde oscuro,

con voz armada para golpear el aire,

con manos empuñadas que jamás me tocan,

y me hago tan pequeña que sólo puedo llorar por un ojo,

Además, si te digo el llanto con toda la mirada recordarás mi estupidez, terquedad o, yo que sé, pues la lista de defectos es amplia.

Es entonces cuando esos labios tuyos, los mismos que gozo en repasar todos los días, se derrumban y no los puedo alcanzar. Así, de pronto, se me olvidan.

Luego tus manos no son tus manos, los lunares te cambian de lugar, y tu voz no parece ser la que me dijo la otra noche, con fuerza de aliento y apenas la inercia de la respiración, que me amabas.

En aquel momento te vuelves un desconocido que me conoce, que me conoce y por eso me odia.

Me detestas con cierto aire de maestro, como si fingieras enojo para que yo haga la tarea,

con sombra para que no me quede sola en ese vacío en el que no sé nada de ti,

con pausas para que el silencio se vengue de mí,

con hondas palabras que te llegan sólo hasta la punta de la lengua. Aunque ¿sabes? yo las alcanzo a ver, asomadas, llenas de improperios, armadas con las verdades que ya sabía y no quería escuchar.

Luego de un rato, no se cuánto porque la eternidad se me antoja un poco larga,

se te escapa un roce silente,

es uno de tus dedos que me alcanza tímidamente el inicio de las clavículas, como si quisiesen acariciar lo que tengo ganas de decir para que sea más dulce,

y me vuelves a ver con el verde de siempre,

tu afonía se atenúa poco a poco hasta que ya no la noto.

Así, de pronto, se te olvida que me odiaste, aunque yo me quede llorando

y las lágrimas se me esfumen, sin querer, por el ojo derecho.

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(*) Colaboradora.

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