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Cortázar: permanente presencia

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Santiago Triana Sánchez

Los escritos de Julio Cortázar son un vasto e invaluable legado literario para todos los fanáticos de las letras, y tienen vigencia después de la muerte del autor. Semblanza.

Ernesto Sábato decía que hay que tener cuidado con los genios porque a veces se hacen los muertos. El mundo literario lloró al ver bajar a la tierra a Julio Cortázar el 14 de febrero de 1984, dos días después de su muerte, en el Cementerio de Montparnasse, en París. Había que tener cuidado con este muerto. Hoy, treinta años después de su desaparición, el tiempo le da la razón a Sábato: Cortázar no se fue, su presencia ha sido permanente desde que no está.

Julio Cortázar nació en Bruselas (Bélgica) el 26 de agosto de 1914 a las 3 de la tarde cuando simultáneamente se escuchaban los obuses alemanes explotar muy cerca. El káiser Guillermo II de Alemania quería invadir Bélgica. Su nacimiento en esas circunstancias, en el contexto de la Primera Guerra Mundial, dio como resultado, en palabras del propio escritor, a “uno de los hombres más pacifistas que hay en este planeta”.

Hijo de padre de ascendencia vasca y madre de ascendencia francesa y alemana, Cortázar fue uno de los que él denominaba “cócteles humanos”, tan comunes en la Argentina de principios del siglo XX, destino predilecto de inmigrantes europeos.

A los 9 años ya daba las primeras señas de su vocación: escribió una novela encima de las ramas de un sauce que había en el jardín de su casa en Argentina, destino de la familia luego del convulsionado inicio. Era una novela a la que él mismo le otorgó el adjetivo de “lacrimosa” por ser una de esas típicas historias románticas en las que al final todos los personajes mueren.

Cortázar padecía acromegalia, una extraña enfermedad que consiste en un exceso de secreción de la hormona del crecimiento. Pero con él la enfermedad parecía tener una variante: no sólo su cuerpo iría creciendo en exceso —en el punto máximo de su crecimiento medía 1,93 metros—, sino que también su leyenda literaria empezaría a crecer como espuma, incluso desde esos primeros años.

Su primer libro publicado fue ‘Presencia’, en 1938, poemario firmado con el pseudónimo Julio Denis. Según sus propias explicaciones, usó ese nombre por cuestiones de desconfianza, por no saber si el libro valía la pena y de esta manera blindarse de un arrepentimiento posterior. Cortázar mismo afirmó en ese respecto que “si tienes alguna cosa que decir y no la dices con el exacto y preciso lenguaje con que tiene que ser dicha, pues de alguna manera no la dices o la dices mal”.

Para la década de 1950 se empieza a notar la maestría suya al escribir cuentos, con publicaciones tan notables como ‘Bestiario’, ‘Final del juego’, ‘Las armas secretas’ (que incluye su inmortal cuento ‘El perseguidor’), entre otras varias. Sin embargo, la confirmación de Cortázar como un pilar de la literatura latinoamericana llegaría en 1963, con una obra fundamental en las letras del siglo XX.

Rayuela

En 1963, en el contexto del Boom latinoamericano, Julio Cortázar se hace presente con ‘Rayuela’, una novela única que, como el autor mismo lo dice en la primera página, “es muchos libros, pero sobre todo es dos libros”, y que pide al lector que haga también parte de la historia. “A mi se me ocurrió intentar escribir un libro en el que el lector, en vez de leer la novela así, consecutivamente, tuviera diferentes opciones, lo cual lo situaba ya casi en un pie de igualdad con el autor, porque el autor también había tomado diferentes opciones al escribir el libro, posibilidad de elección, de dejar de lado una parte del libro y leer otra o leerla en otro orden y crearse un mundo el cual él desempeñaba un papel activo y no pasivo”, explicó en una entrevista para la Radiotelevisión Española en 1977.

Al momento de escribir ‘Rayuela’, Cortázar tenía la certeza de que era un libro que correspondía a un hombre de su edad —al momento de publicarlo contaba 49 años— y que estaba dirigido a personas de su edad, pero, para su asombro, se dio cuenta de que quienes más habían acogido el libro eran los jóvenes. “Para mi gran sorpresa y gran maravilla, yo pensé, cuando terminé Rayuela, que había escrito un libro de un hombre de mi edad para lectores de mi edad y la gran maravilla es que ese libro cuando se publicó en la Argentina y se conoció en toda América Latina encontró sus lectores en los jóvenes, en quienes yo no había pensado directamente jamás al escribir ese libro. Los verdaderos lectores de ‘Rayuela’ han sido los jóvenes”. Esto, para Cortázar, era la justificación misma del libro, además de una “recompensa maravillosa”.

En los años siguientes, Cortázar publicaría otra novela, ‘62 modelos para armar’, en 1968, y en 1973 el ‘Libro de Manuel’. Estas dos novelas tuvieron diferentes reacciones entre sus lectores, algunos de los cuales pensaban que era una nueva propuesta experimental del autor, como en efecto lo era, y otros tantos seguidores decepcionados que esperaban una segunda parte de ‘Rayuela’, parte que nunca llegaría, no por falta de tiempo, sino por deseo del mismo Cortázar.

Para esta época, Julio Cortázar ya se había perfilado como un escritor activo políticamente, con claras posiciones de izquierda, propiciadas por el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, hecho que cambiaría su visión social de la América Latina, hasta ese momento casi nula, y que le crearía un afecto especial por la isla y por su proceso, al que siempre admiró a pesar de varios sentimientos ambivalentes que siempre expresó con desazón.

En sus últimos años, Cortázar seguiría escribiendo cuentos contenidos en libros como ‘Queremos tanto a Glenda’, en 1980, o ‘Deshoras’, en 1982, año en el que muere su esposa, la activista y fotógrafa estadounidense Carol Dunlop, sumiendo a Cortázar en un terrible estado de depresión.

Cortázar no perseguía la consagración, aún cuando su éxito multitudinario era indiscutible. “Lo que me molesta es esa noción de consagración universal que huele tanto a estatua allá con su pedestal y artículo en el diccionario y academia”, afirmaba casi con molestia. “Lo único que cuenta para un escritor como yo es que un día, cuando abro las cartas que me llegan cotidianamente, haya la carta de una niña de Guatemala, o de un muchacho de la Argentina, o de una maestra de España, o de un francés de provincia o de la capital en que me dice dos o tres cosas”, sentenciaba.

De esta manera, aún muerto el autor, la obra de Julio Cortázar ha transcurrido y permanecido en el tiempo. En 2013, la editorial Alfaguara publicó una nueva edición de ‘Rayuela’, a propósito de su cincuentenario, y este año la misma editorial publicó ‘Cortázar de la A a la Z’, con motivo del centenario del escritor, y de esta manera darle un respiro más al inmortal Cortázar que dejó de vivir en París para habitar ahora en las bibliotecas de sus lectores a lo largo y ancho del orbe.

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