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Cloacas y retretes

a time for a cup of coffee, Flickr, OiMax
a time for a cup of coffee, Flickr, OiMax

Andrea Marea (*)

María hablaba con él noche y día. Con un parpadeo en la pantalla el hombre le avisa que responde a sus preguntas poco usuales, más bien tormentosas. Las preguntas que le había pedido que formulara cada vez que una imagen de una obra clásica griega apareciera en el chat conectado, para que pueda evitar el desasosiego de enfrentarse a un nuevo día tan diferente y tan probablemente peor que el anterior.

Un miércoles, en la madrugada ella enciende su ordenador y mira el reloj con somnolencia pero con la firmeza de alguien que ha firmado un contrato con un ser difícil de evitar.

Desnuda, comienza el ritual digitando con una sola mano, la otra la tiene ocupada con una mosca inconsciente nadando en una taza de café:

¿Por qué ya no ríes? ¿Por qué vistes de negro? y ¿por qué me esperas cada madrugada  solo para leer estas muertas palabras escritas por ti y conocidas por ti?

Edipo32 responde:

-Ya no río porque hace años que por tanto vapor de alegría se me entumeció la cara, por eso no lo hago porque esta mueca burda no es risa, es más bien una gran máscara de yeso indestructible que no refleja felicidad sino más bien terror hacia lo que fui y seré siempre, edipo32

-Visto de negro para no llamar la atención del que quiere encontrar en mi un amigo, un conocido, no quiero que nadie se tome el trabajo de ubicar tan asqueroso rostro, el que lo recordase tendría que morir.

-Te espero cada madrugada porque vos puta sos la única que no pregunta más de lo necesario, que con sus tetas caídas no trata de seducirme como a un viejo cliente, asiduo a los enmohecidos encantos de una María cualquiera, porque vos me das las respuestas que quiero escuchar.

Edipo32 se desconecta 3:05am

La mujer pasea por la pieza que tiene por vivienda, una rústica cortina tapa el marco de la ventana ausente de vidrio pero llena de marcas, de golpes, latigazos, tal vez unos arañazos, tal vez la cuenta de los días que lleva María Cualquiera en aquel lugar.

Una foto con el vidrio roto y la imagen de un hombre con mirada penetrante pero gracioso rostro, es el único objeto que se encuentra de pie en un piso astillado, con ratas acuarteladas y un colchón con resortes rebeldes que decidieron vigilar a la residente, a una vieja niña con cuerpo de cuarenta que sólo repite un nombre día tras día entre sollozos, Edipo32.

Vacía el cenicero en el retrete, pero deja la última colilla; le encanta arrojarla de últimas, flotando solitaria entre el agua y la pared curva envejecida y mal oliente.

-Es como ver a una niña jugando bajo la lluvia-, se dice a sí misma

Pero el  mutilado cigarrillo se moja tanto que se resquebraja, por lo menos, si bajan la cisterna la pequeña perece en las cloacas sin más avisos que los tiros de la cadena anunciando la inundación, mientras María no perece ni en las cloacas ni en el retrete.

Mientras se acomoda la cadena oxidada que ata sus pies, se conecta otra vez al chat a cumplir su tarea, un día, una semana, un mes, un año… cuarenta años. Ella y su colilla, no se sabe ya quien es María Cualquiera.

Edipo 32 está conectado 4:00am

Desnuda,  comienza el ritual digitando con una sola mano, la otra la tiene ocupada con una mosca inconsciente nadando en una taza de café…

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(*) Colaboradora.

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