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‘Ciudad de perros y palomas’, ahora en edición impresa

'Ciudad de perros y palomas. Editorial Kimpres, diciembre de 2014.
‘Ciudad de perros y palomas’. Editorial Kimpres, diciembre de 2014.

Nicolás Peña y Ana Isabel Díaz

 

El poemario

Ciudad de perros y palomas se construye como una  propuesta-libro que asocia el ejercicio poético con distintas formas de creación plástica, principalmente, dibujo y fotografía. Dentro de esa unidad que llamamos o concebimos como libro, Ciudad de perros y palomas busca establecer, tanto en los temas que trata como en su construcción formal, la fragmentación, la multiplicidad y la contradicción como figuras centrales para la creación de un lenguaje y una visión poética de la ciudad y el hombre bogotano.

El libro se construye a partir de dos momentos precisos: el primero, “Instantáneas, cúmulos, retazos”, busca crear una cartografía del hombre en la ciudad; el segundo, “Más solo, más yo”, se genera a partir de lo que podríamos llamar una introspección de ese sujeto múltiple que pasa de experimentar la ciudad a un espacio interior de soledad donde cada vez se ve más fragmentado e irreconocible.

El poemario se mueve en un plano de ambigüedad donde la ciudad y el individuo están constantemente redefiniéndose y resignificándose. El libro busca ser inestable, penetrante, vivo, y crear siempre una tensión en la cual el lector se sienta angustiado, exasperado, movido. Ciudad de perros y palomas busca un lenguaje sencillo, descriptivo, muchas veces prosaico, que cree una visión poética de lo cotidiano y lo urbano. No busca una mirada homogénea, totalizante, determinista y moral sobre el hombre y la ciudad. Más bien se centra en pequeños instantes, momentos mundanos que posibilitan esa relación recíproca y violenta. Por ello Ciudad de perros y palomas es un ejercicio poético que busca crear un lenguaje propio para definirse a sí mismo dentro de esas múltiples relaciones que se viven a diario y que es necesario darles un sentido, y un espacio, dentro del lenguaje poético.

 

Poemas

 

Cementerio de nubes

Los motores escupen aceite por las calles,

algunos puestos de minutos, chicles, cigarrillos,

se ocultan bajo el último guiño del sol y el humo de los buses;

el viento desapunta algunos botones, arrastra los silbidos,

provoca un estornudo y unas cosquillas en la entrepierna.

Dios descansa en la sombra que provoca un árbol solitario.

Las risas del viernes se cuelgan de los cables de luz,

los pájaros comienzan a alejarse de la ciudad que palpita

como una virgen desnuda ante un público morboso.

Algunos hombres se tatúan el nombre  de su madre muerta

mientras unos amantes se cuelan en el cine.

Pronto la luna se desnudará alejando el rumor del cielo,

pronto la noche se convertirá en un cementerio de nubes.

 

 

Caer, caer en el silencio

Caer, caer en el silencio

cantar,  abismo, grieta, puerta,

inaugurar el olvido

asesinando la palabra;

poder, travestismo, antropofagia.

¿Qué de-venir de cuál hombre?

El mismo pasar por las calles

contando uno a uno los gatos

agachando la cabeza

estornudado tristemente.

Caer, caer en la locura,

arriesgar esa pequeña migaja de vida,

esa línea recta que se forma entre los pantalones,

desnudarse, sacudirse, chuzarse los ojos.

Reventar, reventar en las paredes estos huesos de cal y mierda,

agitar los cuerpos de los perros que orinan

y las uñas afrancesadas de las parlanchinas cuarentonas del bus.

Desterrar a dios, abandonarlo en ese antro de mala muerte

donde relinchan los caballos y se emborrachan los ratones de los bancos.

Caer

Caer

Caer

y no poder volver a levantarse

y cerrar los ojos para siempre

y que no valga la pena absolutamente nada.

 

Duda

Todavía sigo aquí,

me levanto y sigo aquí,

quién sabe;

aparece la ventana,

el gato, el perro muerto

y los libros en soledad,

todavía sigo aquí,

pero tal vez

me levanto

y lo confieso

solamente

con el dolor

o la alegría

o la boca seca,

veo, toco,

certifico la vida,

algo de ella.

Todavía sigo silbando,

estornudando,

acomodándome los pantalones.

Lo confieso a veces son sólo pedazos,

a veces absolutamente nada,

pero me levanto, me pruebo,

confieso y escribo,

y sigo aquí,

quién sabe

pero al menos eso parece.

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