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Chucho Valdés, amén

Chucho Valdés
Chucho Valdés

Juan Carlos Piedrahíta (*)

Por el tamaño de sus manos, Chucho Valdés no podría ser mago, pero con la agilidad y destreza con la que mueve sus dedos, le caería bien la denominación de ilusionista. Además de sus extremidades, el cubano cuenta con una mente arriesgada que sí su metrónomo tuviera la capacidad de medirlo, sin duda indicaría que va adelante del pensamiento de un ser humano considerado ‘normal’. Su tempo y su compás se caracterizan por la chispa inmediata y por eso el músico no solo tiene en su haber grandes méritos como el hecho de fundar agrupaciones, inventar sonidos y fusionar estilos, sino que también tiene el privilegio de crear algo que en su momento se llamó ‘una comparsa de jazz latino’.

 Con esta iniciativa revolucionó la escena musical y tiempo después la patentó en Colombia durante una de sus primeras visitas con Irakere, una propuesta que más que una orquesta, era una monstruosidad colmada de sabrosura y un atentado contra la cordura. Casi al finalizar el concierto sus músicos, con instrumentos a cuestas, desfilaron por todo el teatro. Salieron del reciento por una puerta, el sonido se iba perdiendo como en una suerte de fade out rústico y a los pocos minutos ingresaron por el otro costado retomando la melodía en el punto exacto.
 
Esa comparsa de sabor latino solo podría haber sido creada por un ilusionista. Pero el cubano no se conformó con eso. Luego vino a Colombia exponiendo sus habilidades sin el respaldo contundente de los vientos y las percusiones y se enfrentó, solo, a un público que le reclamaba tumbaos. Por supuesto, la victoria fue suya al mostrar una improvisación que en otro contexto se equipararía a un crimen. La mano derecha de Chucho Valdés se concentró en las notas rigurosas de ‘My Favorite Things’, canción escrita por Richard Rogers y Oscar Hammerstein para la comedia ‘The Sound of Music’ cuya versión en jazz fue popularizada por el saxofonista John Coltrane, mientras que su mano izquierda le hacía un homenaje a la isla introduciendo los acordes más fiesteros de la cubanía moderna. El resultado: una mezcla arbitraria de sonidos, una confusión de sentimientos y una cachetada a un par de puristas que se encontraban en el recinto para observar las virtudes del hijo de Bebo Valdés.
 
Sin ir más lejos, se podría decir que Chucho Valdés es el creador de la timba, el estilo caribeño de moda que comenzó a abrirse camino gracias a la interpretación que hizo Irakere (¿orquesta de quién?, de Chucho Valdés) del tema ‘Bacalao con pan’. Sin embargo, el músico no se quedó en el pasado y el receso de su agrupación lo combatió con su piano solo, con dos pianos al lado de su padre, con un trío de jazz, con un cuarteto y ahora visita Colombia con su The Afrocuban Messengers, otra propuesta con ese sello que solo tienen los ilusionistas de manos grandes.

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(*) Periodista de El Espectador.

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