El Magazín

Publicado el elmagazin

Cartas de Manuela Zimmerman (Fragmentos de una novela epistolar) VI

manu

Julie Paola Lizcano Roa

 

Carta No. 29  (4 de agosto de 1988)

Se vuelve pesado el sentido cuando la única forma de seguir viviendo es obligarme a salir de este encierro al que tú me has sometido, con una gran necesidad de seguir escribiéndote a mares en un ahora, que no logro soportar. Parece que lo único que me queda, es intentar escribir solo para mí,  pues siento que a mis 32 años el siempre, ha terminado en este momento desierto, curvo y desconfiado, es decir invisible y poco tangible, pues mi alma se niega a sentirse segura, aún en el más hermoso paisaje que pueda brindarme el mundo; muero de idealismos, pero no importa, ahora tomaré mis maletas y regresaré a Colombia, allí donde las calles tienen nuestro nombre y donde mi cama tiene sobre sus sábanas el olor de tu cariño.

 

Como odio la ausencia, me has hecho a un lado escribiendo en mis labios tu entierro, que me limita en mi gran desinterés por la vida que desde niña soñé, esto es definitivamente una tristeza inenarrable que tiende a mi consumo de alcohol y drogas para silenciar en instante este dolor, sé que simplemente debería dejarte, darte la espalda y empezar a construir un nuevo camino, pero ¿qué camino puedo construir, cuando eras tú quien lo iluminaba? ahora debo caminar a tientas, mientras el silencio de nuestros cuerpos hospicia las contradicciones que me sumergieron a amarte. Soy una caricatura, y ya no puedo más con estos silogismos que eslabonan mi sentir, y que elevan el pasado que poco a poco se desmorona. Ojala pudiera condensar los recuerdos en una cajita de pandora, donde pueda entrar y seleccionar nuestros mejores capítulos; deseo encontrarme con la suerte, para deslumbrarme de nuevo, y así no caer dentro de mí, que es igual a caer en un abismo profundo, donde los miedo adyacentes enferman y me avergüenzan de haberte amado sin sentido, deseo alejarme del tu camino con la cabeza en alto, y así volverme a ilusionar de toda belleza que se equipare de confianza y seguridad, pues las paredes empiezan a abrirse y veo en sus hendiduras la mancha de tu indiferencia. Deseo quedarme dormida y soñar porque allí si te podré encontrar, los sueños son mi gran afición porque allí puedo encontrar lo que quiero, pero son frágiles al igual que la existencia humana, que intenta unificar, clasificar y ordenar los sentimientos entre abanicos, que sientan un leve desdén por vivir sobre la tierra; convendría amor mío, guardar las penas, reanudando en obras literarias nuestra historia. En este momento siento que debo ser fiel a mi sufrimiento, soy una joven prematuramente rebelde, fraccionada, e inmadura que buscó en ti la forma de crecer y ser diferente, esperando que alguna vez mi madre se sintiera orgullosa, por haber logrado hacer algo bien en mi vida, pero fracasé de nuevo, y me fatiga pensar excesivamente que lo de nosotros solo fue un exceso de grandes encuentros sexuales, que eran inhibidos por las drogas y el alcohol, y hasta ahora me doy cuenta que en verdad nunca te entregaste como yo lo hice contigo.  Me culpo por ser una literata romántica e irreal, de miedos indignos que soñó con una vida junto a ti y que ahora simplemente se encuentra sola, rodeada de amigos imaginarios que se suponen, debieron haberse ido muchos años atrás en mi vil niñez, pero eso es lo único que me queda…ahora que empiezo a despedirme.

Dejándote en pedazos, Manuela Zimmerman.

 

Carta No. 30  (23 de agosto de 1988)

Viajo en dos semanas para Colombia, y aun estoy esperándote de a pocos, el tiempo retrocede desanimadamente y se diluye sin sombras de sol, quiero empezar a entender que tú no eres alguien metódico como una condición natural que hace parte de los que están enamorados, sino que vives la vida dejando pedazos llenos de agujeros en donde se hunden todos aquellos que alguna vez hemos estado contigo, pero voy a dejarle esto a los expertos, porque no tengo ganas hoy de decirlo todo, cuando el amor se ha osificado, en una terminología que es casi esquemática y restringida. Probablemente de todos nuestros sentimientos solo exista el miedo, como la única forma que tenemos para comunicarnos en este absurdo infinito, en el que usamos diferentes métodos para desinhibir todo eso que deseamos hacer, como el sexo. Todo esto lastimosamente duro muy poco, cuando yo deseaba construir una vida contigo, pero ahora todo está perdido, créeme que nunca te olvidare, eres el hombre que quedará tatuado en el centro de mi pecho, y cada vez que mire al cielo dibujaré con las nubes tu silueta, comenzando por tu boca entreabierta, tu cuerpo semidesnudo, tus poemas escritos sobre tus labios carnosos, tus manos delgadas, tu cara, y así mientras te dibujo sentirte recorrer todo mi cuerpo en un abrazo profundo y directo, para luego esperar otro día nubloso y volver a comenzar ese instante de muerte que es tan único y hermoso. Si por lo menos pudiera encontrarte en avenidas de carteles pintados, la vida sería buena conmigo, y no estaría llena de esta tristeza frente al destino que te raptó, esa tristeza de ser una mujer desahuciada, desesperanzada y desdichada que protesta y juzga sin apoyo de alguna ley divina mi existencia desde la antigüedad de mis días. Si debiera elegir un poeta, te elegiría a ti, y así partir a una isla desierta donde no me abandones por ser yo quien te ama, ni me aceptes de una forma mutilada como lo hacen los otros que quieren tener algo contigo; siento que la desesperación hace que me pierda un poco, y la soledad en cualquier momento hará estallar mi corazón; los temores se profundizan y me ahogan extinguiendo la mujer que yace en el camino. Nada me gustaría más, que saber que estás bien, que aun éxito en alguno de tus suspiros, que estas triunfando gracias a tu ingenio literario, y que gozas de ellos tanto como yo lo he hecho; yo por ahora necesito de la distancia para poder comprender la ausencia vestida de túnel, mientras se alejan los delirios, y las presencias extrañas, producto del alcohol y las drogas.

Ahora lloro ahogadamente, porque sé que esta es la última carta que te escribo, sos tan diferente, que mi vida ahora es una miseria, y no puedo creer que esto esté sucediendo; quisiera que el amor fuera como la literatura, que dura para siempre y no te deja en la mitad del camino desnudo y creyendo que la vida puede ser mejor. Por eso, en dos semanas me voy de este país en el que nada tengo, me voy sin nada de ti, ni siquiera tus poemas que ya no deseo leerlos porque siento que todos ellos están marcados con mi nombre, me voy prematuramente rebelde para intentar volver a iniciar, si es que no muero antes. Lo único que deseo es aceptar y comprender el sentido de tu abandono, solo espero que no sea imposible continuar como si tratara de aplacar la realidad que habita en mi mundo, y que hace que me pare en la orilla del acantilado, con ganas de abrir mis brazos y dejar que el viento me lleve a algún lugar donde sentir, no sea tan abrumadoramente difícil. Quiero que sepas que ya no te necesito, cubriré mi rostro frágil, y feliz me iré a naufragar en el imposible emblema de la esperanza.

Despidiéndome para siempre, Manuela Zimmerman.

 

Carta No. 31 (15 de Mayo de 1991)

Para mi amada Manuela:

No sé cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que me senté a escribir, pero ahora siento que estoy preparado para despedirme de ti y de nosotros; y quizás mañana, pueda sentarme a escribir nuestra historia, porque vale la pena recordarla, porque vale la pena recordar cada segundo que viví contigo, porque vale la pena recordar de aquí hasta el infinito nuestras letras escritas en besos, porque definitivamente, Valió la pena cada uno de tus suspiros y parpadeos sobre mi cuerpo. 

Quiero contarte, que estoy sentado en el Parque Nacional bajo el árbol con el que te gustaba hablar, he dejado también junto a él, unas rosas rojas y enseguida pondré bajo sus raíces gruesas que se pronuncian sobre la tierra esta carta exclusivamente dedicada a ti, y la dejo aquí porque sé que siempre me encontrarás en este lugar, donde alguna vez nos conocimos. En este momento, lo único que quiero es deshacerme de recuerdos dolorosos y quedarme con lo que los dos hicimos cuando estabas viva; quisiera sacarme de la cabeza ese momento en que habíamos quedado de encontrarnos en el parque de la 63 y no llegaste, me preocupe y fui a buscarte a tu apartamento, donde había sido la ultimo vez que nos habíamos visto, cuando la noche anterior nos dejamos mientras silenciosamente y con una mueca de alegría ambivalente que pronunciaba en tus ojos una profunda tristeza, me cerrabas la puerta a la vez que yo te daba la espalda. Al llegar a tu apartamento, sentí que estabas allí, que algo había pasado, que algo había salido mal, y entonces abrí la puerta como pude y te encontré allí sobre el sofá, mientras de tu brazo se pronunciaba una jeringa que contenía ese poco de heroína que habíamos comprado para compartirla los dos, y así escribir ese instante prodigioso cuando el pasto color verde fosforescente empieza a salir del suelo y nos comienza a rodear con colores que no existen en el mundo real; ¡ay Manuela!, era nuestra promesa.

Según el expediente forense, falleciste a las 2:45 de la madrugada por sobredosis de una combinación excesiva de drogas y pastas, y ahora me pregunto dónde estarás, por qué no me esperaste para así habernos ido los dos cogidos de las manos mientras subíamos por nubes en formas de escaleras que nos llevaría al infinito de la fantasía, donde no sentiríamos más que el placer de estar vivos y putamente drogados. Por qué Manuela, por qué simplemente no me esperaste, por qué te fuiste sin mí, por qué te afanaste en el retiro de tu existencia, dime Manuela qué salió mal, dímelo que me muero de desconsuelo. Tu madre no fue al entierro, y tu hermano solo estuvo en la funeraria, donde se quedó junto a tu ataúd algunos pequeños instantes (me imagino que comprendiendo lo que estaba sucediendo), luego nos abrazamos y desde ahí no sé nada más de tu familia; yo he estado quedándome algunas noches en tu apartamento, porque es el único lugar donde siento la respiración de tu alma cada vez que me arropo con tus sabanas, han pasado dos largos años, hubiese deseado tantas cosas, pero ahora mi vida no hace parte de este mundo, y por ello he decidido escribir esto, porque quiero que sepas que te amaba con toda mi alma, que lo poco que compartimos simplemente fue maravilloso, que nunca creas que no te amé y que simplemente fuiste un juego del amor, como aquellos que juegan cartas al azar sin darse cuenta que han ganado algo valioso, pero que a la vez lo han perdido todo. Desearía en este instante, que el cartero llegara con una carta tuya con olor a jazmín, para ver tus letras curvas y hermosas sobre el papel rayado que tanto te gustaba para escribir, solo me queda de ti unas cuantas cartas, que solo narraban algo de lo que tu sentías por mí y de nuestros lugares de encuentro a las 8 de la noche en cualquier lugar que pudiésemos estar los dos, para admirar a la Luna y luego besarnos apasionadamente, mientras ella era nuestro testigo. En la pared de tu cuarto dejaste algunos textos que supongo yo están organizados de alguna forma, y que hasta el momento no he podido descifrar, pero deseo llevármelos y hacerte una ofrenda literaria; he decidido irme de Bogotá, viajo a Europa, quiero empezar de nuevo a escribir. Antes necesitaba de ti para poder vivir, ahora necesito de la literatura para darme fuerzas y continuar, para mostrarte a ti que el amor existe, y que te seguiré esperando hasta el final de mis días, prometo que siempre estarás en mi corazón, en mis labios secos y en mi alma reconstruida a pedazos por un amor, que solo tiene tu nombre. Me voy sintiendo que la mejor parte de mi vida fue haber estado contigo, que no cambiaría esos momentos únicos por algo más, me voy creyendo que te dejo aquí, pero que si deseas puedes ir tras de mí, porque quiero pensar que eres un ángel que me acompañará en mis recorridos de ser un escritor libre, de esos desacostumbrados por el dolor, y rehuyente a aquello que no puede soportar; me obligaré a vivir hasta el final, hasta que la vejez acabe con mi existencia y Dios quiera compartir el cielo conmigo,  también me obligaré a no olvidarte, pero con el permiso tuyo, de que algún día conoceré a otra Manuela, que podré enamorarme, y en ese instante tú sabrás que yo he empezado a ser feliz de nuevo.

Como los alaridos de un bebe que no desea seguir reglas pero que lo obligan, me despido de ti Manuela, de nuestras noches de insomnio, de nuestros días cargados de sexo apasionado, de nuestras tardes caminando por Chapinero con algo de LSD sobre nuestras cabezas, de nuestros días de escritura, de nuestras angustias y penas por estar tan separados, por nuestras noches de alcohol y noches desenfrenadas, me voy con el placer de sentir que te amé con toda mi alma, y que fuiste durante un largo tiempo el amor de mi vida, ¡por favor! No lo olvides, y no me olvides. Recuerda que donde haya un verso yo estaré, donde haya una sonrisa y una lágrima apasionada allí estaré, donde allá una vida alocada allí estaré, y sobre este árbol me sentaré a esperarte, cada vez que venga a Colombia… y aquí simplemente estaré para ti.

Con cariño y sin olvido alguno, Arthur L. 

 

Comentarios