El Magazín

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Argonautas de la noche

insomnio

Henry Posada

Había esquivado la noche, siempre pensó que la habitaban demonios, en el barrio que creció oía duelos de malandros, desde su pequeña ventana muchas veces atisbaba temeroso cuando oía el restallido de un arma, reconocía fácilmente a esa horda de humillados que caminaban sus calles rotas, en sus miradas había rencor, resentimiento; una oscura serpiente se deslizaba silenciosa por sus noches: El miedo. Creció acobardado por la noche, ni siquiera los himnos que le cantaban los poetas cambiaron su percepción de ella, ni las atmósferas de ciertos cuadros  donde mujeres desnudas caminan por las cornisas a la luz plateada de la luna, ni la música que la convoca. La noche lo inquietaba, muchas veces llegó acezando, crispado hasta la puerta de su casa, temiendo lo peor…

Implacable el Destino después de mucho tiempo le emboscó y se vio ante la apremiante circunstancia de aceptar un programa radial nocturno, en esos horarios de bombillo, en el silencio de las madrugadas, lo esperaba una comunidad de insomnes,  seres que viven en la vigilia, argonautas de la noche; cruzaba en su bicicleta amarilla las grandes avenidas de esa inmensa ciudad y todo lo que permanecía invisible bajo la luz diurna, emergía de las entrañas de la noche, Nosferatus que arrastraban sus desvencijadas carretas repletas de basura como sombras buscando la protección de los puentes, daban pena aquellos seres astrosos, devastados, desquiciados que emitían gruñidos y miraban con sus ojos incendiados, delirantes…Ahí estaban como peces ciegos en las profundidades abisales de las madrugadas. Una noche creyó ver una visión del otro mundo,  un montón de detritus, de desechos, se movía y vio el torso de una mujer sobre la grupa de un indigente, aullaban de placer. La vida y sus dinámicas se imponen…Pensó.

Aquí estoy acompañándolos de nuevo en esta madrugada, se oyó la voz del locutor. Bienvenidas las putas que verán el reino de los cielos… Los proscritos, los criminales que huyen, los atribulados, los desesperados… Y seguía la voz desde esa nave intergaláctica como  llamaba al estudio de grabación saludando los noctámbulos en esa suerte de oración, de plegaría con la que iniciaba su programa. Aquí voy entre asteroides, cruzando el espacio sideral…Así todas las madrugadas…Los teléfonos repiqueteaban incesantemente. ¡Buenos días! ¿Con quién hablo? Y los solitarios al otro lado contaban sus historias, el loco de la colina, el chamán del Peñol, Yemayá, el Quijote de Remedios, ese puñado de desesperados que hacen zapping en sus radios y se quedan donde la voz cálida de un locutor quiere oírlos…Cada madrugada una polifonía de voces se oía en esa radio-estación donde un hombre también desesperado se reconocía “a través de ese paradójico periplo por el alma de los demás”.

Una noche recibió una llamada inesperada, al otro lado la voz bronca de una mujer lo saludaba desde una región lejana cerca al río de La Magdalena, lloró, contó de los muertos que bajaban por el río, en su voz crispada adivinó el miedo, el mismo que algún día lo había perseguido, la mujer se deshizo en historias inquietantes, hubo suicidios aquí, dijo con voz quebrada, el miedo con sus afilados cuchillos rompe la noche…Soy maestra, hay varios reinsertados en mi colegio, no logro conciliar el sueño…Y se cortó de pronto…No se oyó más su voz al otro lado. ¿Aló? ¿Luz Mery..?

No pudo más sacarse aquella oyente de la cabeza, estaba conmovido, había oído historias como la de caveto el loco de la colina quien había terminado en la clínica en una compleja cirugía de cabeza y había dicho que el programa lo había ayudado a no desfallecer, o la de chucho, un camionero a quien lo acompañaban las ánimas cuando se quedaba dormido sosteniendo el volante de su tractomula en las soledades de las carreteras, un día no lo acompañaron y se desbarrancó por un abismo en el alto de Letras, ese poliedro de rocas, montañas, abismos…Tantas historias oía madrugada tras madrugada, pero la de Luz Mery, lo había desgarrado. Todas las madrugadas aguzaba el oído tratando de reconocer los registros de la voz de aquella maestra de ese lejano corregimiento, quería decirle que siempre tendría los micrófonos abiertos, que los argonautas de la noche preguntaban por la Sra. que había llorado inconsolable, que querían ayudarle, somos una familia decían. El locutor preguntaba en la madrugada constelada por aquella oyente, intentó buscar a través de las ondas hertzianas alguien de ese remoto corregimiento junto al gran río y no hallaba nada; quienes se ofrecieron a ayudarle iban y venía por las carreteras sin noticia alguna de Luz Mery, los ríos silenciosos nada decían, su voz se perdía en los promontorios de montañas, bajo el cielo de tierra de aquel crudo invierno y nunca recuperó la voz de aquella oyente…Así discurría el tiempo y cada madrugada volvía la voz del locutor, Buenos días argonautas de la noche…Aquí estoy entre asteroides, navegando rumbo a Saturno…Los invito a comunicarse a los siguientes números…Bienvenidos los atribulados, los derrotados, los desesperados, los que padecen el mal de Montano, los secuestrados que me oyen en las selvas, los que padecen patologías, enfermedades inconfesables…Bienvenidos los proscritos de la tierra, los que aman en silencio… ¿ Alguien sabe de Luz Mery, la maestra de escuela que llamó una vez?

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