El Hilo de Ariadna

Publicado el Berta Lucia Estrada Estrada

III PARTE – FRIDA KAHLO Y DIEGO RIVERA

FRIDA KAHLO Y DIEGO RIVERA, O EL MITO DE UNA PAREJA

                                       EN EL MUSEO DE L’ORANGERIE      

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III PARTE

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Nota: pueden leer la I y II parte de este ensayo en los siguientes vínculos:

I PARTE – FRIDA KAHLO Y DIEGO RIVERA


II Parte:

II PARTE FRIDA KAHLO Y DIEGO RIVERA

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En 1940,  y bajo la égida de Breton, del poeta peruano César Moro y de los pintores Wolfgang Palen y Alice Rahon, se llevó a cabo La Exposición Internacional del Surrealismo en la Galería de Arte mexicano Inés Amor. Y si bien este evento cultural ponía a México dentro de los circuitos internacionales del arte, también era cierto que el surrealismo era algo cotidiano para su cultura. Pero no solamente para México, puesto que este aspecto no escapa a ningún país que tenga cercanía con el Caribe. Recuérdese que Alejo Carpentier, estrecho colaborador de Breton en su estadía parisina, reconocería, a su llegada a Haití, que allí lo onírico -léase surrealista, real maravilloso- hacía parte de la cotidianidad, del legado cultural del pueblo caribeño. Incluso Miguel Ángel Asturias sostenía que “El trópico es el sexo de la tierra”.

Frida presentó dos de sus cuadros, La mesa herida (1940),

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un enorme cuadro de 122 x 2.45 cm, obra que posteriormente desaparecería; aunque hay indicios que la ubican en Moscú, sin que haya habido nunca ninguna afirmación o negación al respecto por parte del gobierno ruso. En dicha pintura Frida está sentada a la mesa, y a su derecha está la muerte, inmensa, patética, hermosa, sosteniendo un mechón de la abundante cabellera de Frida, y a la izquierda están Judas y sus sobrinos Isolda y Antonio Pineda Kahlo; el cuadro es una representación de la última cena, de una gran teatralidad, una puesta en escena de gran dramatismo.

El otro cuadro, Las dos Fridas (1939 – 68 ¼ x 68 cm), representa la dualidad de su creadora.

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Es una pintura claramente metafísica, una exploración del yo más profundo, una forma de navegar por mares insondables, desconocidos, peligrosos, donde uno puede perderse de un momento a otro. Las dos Fridas representan a las dos mujeres de Diego, la amada y la abandonada; es una tragedia griega narrada a través de la paleta exuberante de su creadora. Las dos Fridas están enmarcadas por un cielo tempestuoso, que no hace sino acentuar el clima de dolor que aflige a la Frida abandonada, con el corazón roto y con las tijeras con las que ha cortado la vena que la unía a la Frida amada; en realidad  yo la veo como el cordón umbilical que las unía; incluso lo veo como si ellas dos fuesen siamesas que han separado violentamente, como si se hubiese querido asesinarlas. Este cuadro fue comprado en 1947 por el Instituto Nacional de Bellas Artes de México, por la suma de 1000 US, el precio más alto que su autora recibió por una de sus obras. Estas dos pinturas fueron, como es de suponerse, realizadas en el período en el que Frida se divorció de Diego Rivera. No en vano Louise Bourgeois*, la extraordinaria escultora francesa, afirmaba:

“Todos los días uno tiene que abandonar su pasado o aceptarlo, y entonces, si no puede aceptarlo, se hace escultor.” Y en el caso preciso de Frida, pintora.

O bien, más categóricamente:

“Ser artista es una garantía para nuestros congéneres que los agravios recibidos no harán de nosotros un asesino”. En otra de sus frases es aún más elocuente: “Mis obras son una reconstrucción del pasado. En ellas el pasado se ha vuelto tangible; pero al mismo tiempo están creadas con el fin de olvidar el pasado, para derrotarlo, para revivirlo en la memoria y posibilitar su olvido”.

La separación duraría dos años. Al respecto Diego Rivera diría: “En el curso de los dos años que estuvimos separados Frida produjo algunos de sus mejores cuadros. Sublimaba la angustia por medio de la pintura”.

En ese mismo año -1940- Frida pinta un cuadro bastante impactante, Autorretrato de pelona (40×28 cm).

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En él se observa a Frida sentada, como lo suelen hacer los hombres, en una silla amarilla. Está vestida con una chaqueta y unos pantalones masculinos inmensos, como si se hubiese puesto la ropa de Diego; y los zapatos, aunque también son masculinos, llevan un leve toque femenino ya que tienen un tacón ligeramente superior a los que utilizan los hombres. El otro aspecto femenino es el arete que tiene en su oreja derecha, la izquierda no se ve. Y si bien esta dualidad de su ser siempre estuvo presente en toda su obra, también es cierto que el hecho de cortarse el pelo y de vestirse de hombre era la forma de rebelarse y de vengarse ante el abandono de Diego, y a la vez mostrarse a sí misma, y a los demás, como un símbolo de emancipación; puesto que a él le encantaban sus trajes de tihuana y su hermosa y larga cabellera. En el cuadro en cuestión su mano derecha tiene una tijeras y en la izquierda tiene un mechón de sus cabellos que cuelga dentro de sus dos piernas abiertas, en una posición también muy masculina, y a su alrededor está toda su exuberante cabellera cortada a pedazos, como si ella misma se hubiese dado muerte a “piquetitos”. En cierta forma se trataba de “asesinar” su parte femenina, léase la representación de su primer suicidio. En la parte superior del cuadro hay una frase: “Mira que si te quise fue por el pelo, ahora que estás pelona ya no te quiero”, y justo debajo un pentagrama y notas musicales; haciendo alusión a las letras de las canciones mexicanas llenas de despecho y de violencia. La palabra pelona, si bien en este caso remite al hecho de haberse cortado el pelo como los hombres -algo poco usual para el México de los años 30- también nos remite al apelativo con que se nombraba a la muerte, y al cual ya había hecho alusión anteriormente. Pero no era la primera vez que Frida se cortaba el pelo como protesta por el abandono de Diego, puesto que ya lo había hecho en su primera separación (1934); me refiero a la que se produjo después de la relación de Diego con Cristina Kahlo. Este autorretrato está dedicado a su médico de cabecera Eloesser.

Aunque ya me he referido a la risa de Frida es importante decir que en ninguno de sus cuadros aparece riéndose. Además, su mirada es triste, trágica es la palabra adecuada; y en el caso de esta pintura no solamente sus labios están sellados como por un inmenso candado, sino que su mirada es de una desesperanza agobiante. Este cuadro me lleva a pensar en un poema maravilloso de Baudelaire, La chevelure. Gracias a la cabellera de la amada el poeta hace un viaje maravilloso, completamente fantástico. En cambio el viaje de Frida es desolador, solo conduce a la muerte, a la nada, al vacío más tenebroso que se pueda imaginar.

Y es que el común denominador de su obra artística es la pérdida absoluta, es el paraíso al revés. En otras palabras es una obra nihilista, donde el vacío se impone como tema central y permanente, puesto que para Frida la vida carece de un verdadero significado, como si fuese una permanente invitación a la tortura y a la nada; sólo la muerte prevalece. Desde este punto de vista su obra es bastante filosófica, por eso al principio hacía referencia a que su obra es hondamente metafísica.

Frida Kahlo y Diego Rivera volvieron a contraer nupcias el día en que él llegaba a su aniversario número 54, era el 8 de diciembre de 1940, el divorcio sólo había durado un año. No obstante, Frida acababa de terminar una fogosa relación con un hombre mucho más joven que ella, Heins Berggruen, exiliado alemán que se movía en los círculos de marchantes de arte. Se lo presentó el mismo Diego. Antes de llevarlo al hospital donde estaba Frida le dijo: -Vas a ver, Frida va a gustarte mucho. En realidad era como si Diego montara una obra de teatro burlesco y disfrutara dándole a la gente el rol de pequeñas presas que debían evitar de ser cazados por ese felino de dimensiones desmesuradas que él representaba como actor principal y como director de la obra teatral. El caso es que el joven Berggruen cayó en las redes de Frida. De todas formas para ese entonces Frida y Diego ya habían resuelto volver a casarse y ella le había puesto como condición sine qua non no volver a tener relaciones sexuales con él y que los dos hicieran frente a los gastos domésticos en igualdad de condiciones económicas. En otras palabras, ella se había acostumbrado a la libertad y autonomía de su nueva vida, la vida que había llevado en los últimos meses; y no estaba dispuesta a ceder ni un ápice. Si antes había sido una mujer libre, ahora lo era mucho más.

Nota 1: Pueden ver un corto de la película Frida interpretada por la mexicana Salma Hayek, de la directora Julia Taymor (2002) y basada en el libro de Hayden Herrera, al que he hecho referencia a todo lo largo de este ensayo.

http://www.youtube.com/watch?v=r1T7Giky9P4

2. Pueden escuchar la canción Rumba Argelina interpretada por el grupo  español Radio Tarifa

http://let as-de-cancion.com/canciones/show/2101750/radio-tarifa/letras-y-traducciones-de-cancion-rumba-argelina/

3. El Autorretrato de la pelona fue recreado por la artista canadiense Dina Goldstein en su obra titulada Haircourt, de la serie “In the  Dollhouse (2011).

Nota 2: Mañana miércoles publicaré la cuarta y última parte de este ensayo.

** https://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/2011/07/11/louise-bourgeois/

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Pueden leer la IV parte en los vínculos siguientes:

IV PARTE – FRIDA KAHLO Y DIEGO RIVERA

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