Dos o tres cosas que sé de cine

Publicado el fgonzalezse

Star Wars: El despertar de la fuerza

Después de la conocida fanfarria y los acostumbrados intertítulos, aparece la primera imagen: la sombra de un destructor oculta una luna blanca. Para todo espectador que haya visto La guerra de las galaxias la referencia es clara. Star Wars: El despertar de la fuerza comienza con una señal inequívoca de cómo ha de prolongar la franquicia. La entretenida secuela que hoy bate récords (transitorios) de taquilla va a volver constantemente sobre las películas originales, siempre al borde de la copia. Una poética del reciclaje es lo que parece practicar su director, J. J. Abrams. Este nuevo capítulo entrega secuencias de aventuras emocionantes y otras de acción de blockbuster ya no tan destacables. La película reinicia las aventuras y deja intencionalmente nudos abiertos para que sean resueltos en las continuaciones previstas.  Star Wars: El despertar de la fuerza está hecha para satisfacer a los fanáticos. Por buena parte de su metraje, además, consigue ser una cinta verdaderamente entretenida. Sin embargo, la excesiva veneración con que vuelve a revisar la historia de las películas originales, así como una historia que se desarrolla por cursos predecibles disminuyen la emoción de los primeros minutos. Mientras la secuela encanta a seguidores de la saga y buena parte de la audiencia y de la crítica, esta no se atreve a ser una película emocionante de principio a fin, sino que se limita a ser un puente entre las anteriores entregas y las que están por venir. O, en otras palabras, se trata de una buena continuación que no siempre es una aventura emocionante.

La trama de la cinta ha sido objeto de una celosa campaña para que prácticamente no se revele situación alguna de la misma (lo que ya pasado casi un mes de exhibición quizás ya no tenga el furor que llegó a tener). Paradójicamente  lo que cuenta es una especie de combinación de situaciones de la trilogía original (una especie de remix de ellas) a la que se añaden algunos elementos nuevos. Vale decir, de cualquier manera, que esencialmente la narrativa se asemeja a la trama de la primera película. Aun con ello la cinta se las arregla para incluir una que otra sorpresa, lo que es todo un mérito de quienes produjeron el largometraje. Si en algo se puede destacar la labor de Abrams es en la de revitalizar a la saga, de darle un aire de novedad a lo que parecía ya suficientemente conocido. De hecho, por momentos, la secuela mejora a las originales, pues introduce personajes con  conflictos y personalidades que desafían lo más esquematizado en la saga. Las apariciones de Rey (Daisy Ridley) y Finn (John Boyega) sobresalen en ese aspecto. No obstante, no se puede decir lo mismo de todas las nuevas incorporaciones. Ese gran intérprete que es Oscar Isaac queda reducido a un rol muy secundario como el piloto Poe Dameron, mientras que Adam Driver como el nuevo villano, Kylo Ren, no me termina por convencer  (y no sé si en ello caigo también en la nostalgia, ya que también crecí con la saga, aunque con el tiempo mi fanatismo se fue enfriando.) Por lo demás, no todos los elementos que la película pone sobre la mesa se resuelven. Los huecos comienzan a surgir y el recurrir a la trama original empieza a parecer un ejercicio perezoso con el que se concluye la cinta. Aunque entretenido en el mayor tiempo de la proyección, el largometraje va cayendo en una fatiga lo que reduce la emoción que producía el ver el inicio de una prometedora aventura.

Entre las justificaciones que los defensores de la cinta proponen para el evidente reciclaje de esta nueva entrega se encuentra la noción de mito y su consecuente reiteración de una línea narrativa. En tanto que es cierto que el propio Lucas mencionaba a los mitos como una de sus inspiraciones para la saga, me parece un ejercicio de sobre interpretación adjudicarle ese rol a las películas de La guerra de las galaxias. La repetición en Star Wars: El despertar de la fuerza no siempre es negativa, en cualquier caso. Es más, el que sea una suerte de remake no es una critica en sí, debido a que por momentos esta película es mejor que la original. En lo que sí resulta nociva es en quitarle el aire de fantasía ligera, tras el que radica su atractivo. Antes de que se estrenase, además, el propio Abrams afirmó que se había inspirado en el cine de Terrence Malick para esta entrega. No veo en qué para ser honesto, si bien sospecho que también esto se encuentra ligado a una ansiedad por justificar la importancia cultural de la saga, lo que deja de lado sus verdaderas cualidades. Se trataría, quizás, de la ansiedad de la influencia, que diría Harold Bloom. Tratar de recurrir al padre (Lucas, Spielberg en el caso de Abrams) para crear algo nuevo. En una muy positiva reseña, Manohla Dargis  señala que Abrams es como un hijo que quiere complacer a su padre. En demasía, diría yo. El director estadounidense no logra despegarse de los referentes originales y, entonces, todas sus novedades se limitan a ser citas con la que se vuelve una y otra vez a esas primeras cintas. Aquí se puede acotar la apreciación de Paulina Kael sobre la cinta original: una que para la crítica apenas interesaba por una nostalgia que se puede asociar al deseo por volver a la infancia. Para ella el largometraje del 77 no tenía verdadera sustancia emocional, lo que la limitaba a ser una fatigante aventura. En la nueva entrega se entrevé esa sustancia emocional, pero al entregarse a un ejercicio nostálgico y reverente de repetición se queda a mitad de camino. No se puede negar que esta nueva cinta es entretenida, pero pudo ser mucho más que ello.

Es imposible obviar el éxito comercial de la secuela, tal como es imposible obviar la gigante campaña de publicidad que la acompaña. Star Wars: El despertar de la fuerza es parte de toda una maquinaria que invade el globo y triunfa gracias al imperio del entretenimiento. Divertida por buenos segmentos, e inclusive ingeniosa, la cinta de Abrams es una secuela efectiva. Stephanie Zacharek la define perfectamente: una película que en su afán por complacer renuncia a una sorpresa genuina. El film se limita a ser una buena continuación y solo por (largas) secuencias una buena película. Se afianza tanto al esquema del blockbuster que su vida parece obra del reciclaje y de la nostalgia. En sí mismo esto no es censurable y Abrams es un director con el suficiente talento como para emocionar y divertir. No obstante, ese reciclaje y esa nostalgia afectan el desarrollo del largometraje e incluyen piezas viejas que no siempre funcionan con la efectividad que sí lo hicieron en el pasado. Ciertamente, tras casi un mes de su estreno, la película cumple con ser un negocio boyante y una digna continuación para la legión de fieles seguidores de la saga. Aun así me queda el sinsabor de que sus creadores no se atrevieran, a pesar de tener todos los medios a disposición, de realizar una película enteramente emocionante.

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