Dos o tres cosas que sé de cine

Publicado el fgonzalezse

Amy: reconstrucción de la vida del artista

Mitificar a un artista suele resultar insoportable. Denigrarlo se ajusta a la explotación con que los medios amarillistas se lucran mezquinamente. Amy no cae en ninguno de los dos. Antes que tomar uno de esos dos acercamientos, busca reconstruir quién era la protagonista del documental, revelar un retrato de Amy Winehouse que le haga justicia, tanto a la persona como a la cantante.  Asif Kapadia, su realizador, decide utilizar material audiovisual ya existente en el grueso del largometraje al que le añade testimonios en voice over de quienes conocieron a Amy, como pequeñas secuencias panorámicas de Londres. El realizador selecciona y conjuga para crear una imagen: la de una artista de talento excepcional, insegura e inestable, la de una persona que repitió el consabido relato de una cantante devorada por la fama. Amy recupera videos, entrevistas y testimonios para producir una conmovedora imagen de quién fuera Amy Winehouse. La revive como presencia concreta a partir de sus huellas. Aunque inevitablemente roce el moralismo, el documental configura un emocionante documento sobre una cantante excepcional.

Fiel a la cronología vital en la mayoría del metraje, Amy recorre la breve carrera de la cantante inglesa. Desde la joven que aspiraba a emular a Sarah Vaughan o Ella Fitzgerald, su rápido ascenso y la consolidación de un estilo propio, las relaciones con hombres que sacaban provecho de ella, la bulimia y la adicción al alcohol y las drogas, la fama y su constante exhibición en los medios, hasta su trágica muerte: este listado, que puede leerse como una colección de lugares comunes, adquiere en la película una vivacidad inusual, debido a que se concentra en los rasgos peculiares de Amy, así como en su entorno concreto. Incisivo y empático, Kapadia retrata a Amy como una persona corriente con un talento excepcional,  muestra como una joven se va destruyendo por sus inseguridades y adicciones, por la influencia de un mundo del espectáculo que se alimenta tanto de sus actuaciones musicales como de sus escándalos.  El equipo de realización  es enfático al señalar como las personas del entorno contribuyeron tanto a cimentar el estrellato de Amy, como a conducirla a su destrucción. Es verdad, en todo caso, que pervive entonces un tufillo moralista en la narración, si bien es difícil imaginar otro hilo conductor con base en las evidencias y testimonios que pone Kapadia en pantalla. Amy es una reconstrucción teñida de añoranza por aquellos que se han ido demasiado pronto, un documental que logra que percibamos, además, lo que entraña la pérdida de un talento genuino.

Chris Cabin anota su prevención frente al tinte moralista y al uso de las canciones como fuentes biográficas en el documental. Mientras el tono moralista no es tan marcado como apunta, el uso de las letras sí se vuelve una suerte de exégesis con la que se redescubre detalles biográficos de Winehouse. El arte, así, se transforma en una autobiografía en clave que puede leer quien sabe descifrar sus códigos. Esta extendida noción sobre lo qué es el arte sobrevuela el documental más por razones instrumentales. Lógicamente tal acercamiento convierte a las canciones en material que unívocamente revela pistas sobre la vida de su autora (lo reduce a ello), y a pesar de que resulte comprensible en el caso concreto de Winehouse (quien usaba su experiencia como fuente prima de inspiración), no debería seguirse como una generalización, y a eso da pie, en parte, el mecanismo usado por el equipo de realización. Al margen de ello, Amy consigue dar una imagen emocionante de una talentosa artista, una imagen ajustada a sus luces y sombras. Luego de compilar y ordenar un amplio archivo de material ajeno y propio, Kapadia entrega un documental que da una visión llena de comprensión y agudeza sobre una joven corriente de voz extraordinaria.

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