El cuerpo como lugar de la batalla
Un amor imposible
Ibaldo E. Fandiño Gámez
Collage editores, 2021
Portafolio de Estímulos “Germán Vargas Cantillo”
Bogotá, 192 páginas

(…)«imaginar que el espíritu de la cacica Tahana está siempre en vela para mantener a sus amadas tierras alejadas de las influencias externas»

Merecedora en 2021 del Portafolio de Estímulos “Germán Vargas Cantillo” de la ciudad de Barranquilla, Un amor imposible del administrador de empresas y Doctor en educación Ibaldo Elías Fandiño (Barranquilla, 1969) propone una historia que se mueve en dos canales narrativos, a la vez que desarrolla un ejercicio meta histórico desde la ficción hecha diario de andanzas eróticas de un español venido a estas tierras de dios por allá en el año de 1568. Desde el relato de indias como trasunto, dos personajes transversales y omnipresentes, el clérigo Fray Luis Beltrán y el escocés John Schaw, escuchan de boca de su protagonista, la cacica Tahana, objeto y víctima del amor del sargento mayor don Juan de Salazar –y cuya esposa padece en la novela su propio viacrucis–, una historia que se va abriendo en dos vías: un narrador en tercera persona que sustenta el decurso de esta particular novela y una primera persona que hace las veces de relato tras bambalinas de lo que se construye aquí como recuperación histórica. Entre el devaneo por parajes y detalles de esa época como escenografía, el ejercicio que la narración propone es el de una novela de cariz erótico, no obstante la carga simbólica que la lleva por las truculencias del ejercicio de poder que esa relación esclavo/amo supone, pretextando su empresa al poner de manifiesto una crítica de doble sentido ante las buenas costumbres del decoro monacal, la iglesia, el status quo invasor y la religión, blasones del discurso que mantiene a flote este Un amor imposible.

Al libro, publicado por Collage editores, lo inauguran dos escritos a modo de prólogo que no dudan en resaltar el talante  sexual que mueve esta “relación” prohibida;  por un lado lo hace Leonardo Di Mare Pareja al puntualizar: “No podía ser una obra complaciente, los pasajes heroicos no disfrazan todo el caleidoscopio de pasiones que constituyen a los hombres de carne y hueso que forjaron esta nueva tierra”, algo para decir entre pliegues que lo vivido en aquellos tiempos, más allá de una violenta invasión, cerca está de imitar una postal de Boccaccio dados aquellos pasajes non santos en los que vemos desacralizada la idea del celibato, la sodomía, la zoofilia y otra suerte de prácticas que la conjunción entre pecado y salvajismo a la vez que se relatan sin eufemismos significan también un cuestionamiento que, como se verá, llevarán la novela a escudriñar en otros temas como la libertad, la resistencia y la sublevación ante el colonizador. Di Mare pone algunos calificativos al estilo de la novela en cuanto a su apuesta amatoria: entre faenas desmesuradas o esta perla: “carácter colosal de este choque de civilizaciones” en lo que engendra algo soterradamente antropológico y político como estructura profunda de lo abiertamente sexual. Por su parte, Luis Roncallo Fandiño anota: “Esta novela tiene un estilo atrevido, desvergonzado, desmitificador, en el que sus personales dejan la piel de manera desgarradora en los actos libidinosos de los encuentros…”, y por ahí sigue la cosa hasta que, se me perdona el spoiler, toda esta incorrección llena de imágenes lúbricas y de juegos de rol vira constantemente –digamos que en espiral– hacia un terreno liberador que pone a la mujer en un lugar distinto al del objeto del deseo, la cacica asume su lugar como protagonista al deliberar sobre lo humano, con lo que pone en evidencia los vacíos morales y éticos de la corona y su séquito de usurpadores venidos al nuevo mundo para destruirlo.

Como sorpresa, el experimento que va del exotismo y las abluciones del cuerpo, a la guerra de castas y el halito decolonial de una pugna por el rescate de la libertad y la expulsión del hombre blanco, da a esta novela una fortaleza que en el camino convierte la postal del trópico y la animalidad imperantes –huelga decir, animalidad protagonizada sobre todo por el invasor– en una interesante apuesta, si se ve hasta qué grado empezamos como lectores a hacernos partícipes del relato y su doble lubricidad como médula del libro. Entonces concluye en su texto Roncallo Fandiño algo que entenderemos al llegar a la última parte de Un amor imposible: “Del final ni hablar, mejor guardar silencio”.

Y es esta quizá la característica principal del libro. El asistir a un relato pretextado en un tema a la sazón pintoresco e irlo descubriendo como lo que es: la postal de la naturaleza de nuestra especie. En este irse preguntando por el valor de la guerra y la campaña colonizadora, el propio Juan de Salazar llega a preguntarse por sus actos: “don Juan de Salazar empezó a cuestionarse si verdaderamente estaban librando una guerra justa. Venir a usurpar tierras ajenas ¿era compatible con los principios religiosos o, realmente, era producto de la ambición de algunos hombres, que se creían superiores sobre otros?” (p. 42). Aquí, sin embargo, los vejámenes de la confrontación son cometidos por ambos lados. De alguna manera el violentar, violar o masacrar al otro significaba vengar a los suyos. En este ritual de sangre y líquidos seminales la carga semiótica del acto parece mezclarse con premeditado efectismo con el descubrimiento continental a manera de analogía “la civilización necesitaba abrirse campo dentro de la selva”.

He de confesar que en lo personal suelo ser algo conservador al enfrentar episodios sexuales en la novela, por ello quizá no cito aquí las mil y una escenas que en este tenor proliferan en el libro, aunque sí doy crédito a ellas en la medida que el autor ha querido poner de relieve la relación que estas tienen con su progresivo proceso antropofágico – por llamarlo de alguna manera– en tanto el cautivo se rebela contra su opresor y en ello cualquier manifestación o juego de poder está directamente ligado a esa primera noción de violencia, derivada de la penetración y la posesión del cuerpo ajeno como propiedad y síntoma patriarcal. Por ello, la cacica resurge en este sentido para mostrarnos el trasunto de Un amor imposible, por lo demás un título algo engañoso, otra facultad del autor para no develarnos de entrada el desenlace de su libro. De alguna manera, la sexualidad aquí empieza a mostrarnos otra de sus facetas en cuanto el cuerpo pasivo que es mancillado se ha de convertir en un instrumento de manipulación, en una presencia que –al transformarse en arma–arrasa la proclividad masculina para llevarla al borde y erradicarla.

Esa es una de mis lecturas, ya sacará el lector sus propias conclusiones. Por otro lado, el exotismo, como ya fue dicho al principio, se extralimita hasta el grado de perder su aparatosa luminosidad y pronto vemos más allá de este para entender la Pacha mama y al hombre original y prehispánico, esto un poco de manera general pues Fandiño no ha querido entrar de fondo en un examen de estas características. Transcribo las últimas líneas del libro: “Fray Luis… ¿cuántos años más tenemos que esperar?… Pregunta sin respuesta. Al final, lo único que me toca hacer es contemplar la majestad del río, e imaginar que el espíritu de la cacica Tahana está siempre en vela para mantener a sus amadas tierras alejadas de la influencia externa”. Aquí Tahana es Lilith, es el pecado original, es la cautiva recuperada. El primerísimo plano sobre lo sexual ya corresponde a una discusión semántica. Lo pornográfico y lo erótico están separados por una delgada línea. Lo que debemos hacer es mirar alrededor, como lo había dicho Gesualdo Bufalino al describir a los sociólogos, aquellos que van al estadio de fútbol para mirar hacia las tribunas.

Avatar de Carlos Andrés Almeyda Gómez

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