Conviene a estos dos compilados de cuentos del escritor barranquillero Ibaldo Fandiño (1969), el mantener cierto indiscutible equilibrio entre la narración como crónica reconfigurada de ciertas idiosincrasias –en las que hábilmente se detiene para crear una ficción propia– y la necesidad de la memoria como reflexión sobre la cultura y raíces del Caribe.
Conviene a estos dos compilados de cuentos del escritor barranquillero Ibaldo Fandiño (1969), el mantener cierto indiscutible equilibrio entre la narración como crónica reconfigurada de ciertas idiosincrasias –en las que hábilmente se detiene para crear una ficción propia y de un tono personal– y la necesidad de la memoria subcontinental como pretexto para seguir examinando la historia desde su propio y a ratos pintoresco punto de vista. Se trata de ir hilvanando una obra narrativa con un color único a la vez que el autor no pierde la oportunidad para llegar al precipicio de la autoficción, cuidándose sin embargo del endiosamiento o de la empalagosa primera persona con la que asistiéramos a un monólogo interminable.
Es en este sentido en el que se llega a su libro Juventud, tesoro y promesa (2019) en el que Fandiño, a la vez que crea la crónica alrededor de algunos trechos de su vida, va escribiendo su arte poética, esto es, revelando el cómo ha llegado a encontrar en la literatura una suerte de manual para su educación sentimental: rostros de infancia, de juventud, rostros familiares y ajenos, rostros ficticios, de papel, de cinematógrafo; un libro “producto de la imaginación febril que se le presenta a uno como escritor” -dice Fandiño por allí en la nota que abre el libro– en una “colcha de retazos cuentísticos” con la que anuncia sus amores y desamores desde el quehacer diario de la literatura, una literatura asumida como catarsis o escape, aunque siempre sumergida en el “yo” de un autor marcado por la multiplicidad de los oficios (Ibaldo es docente, escritor e investigador). Habría que hacer aquí un parangón inevitable entre este libro de relatos con su posterior libro de cuentos, publicado en 2023, Por el camino de los recuerdos, de alguna manera continuación de esa metamorfosis entre lo personal y el cuento como invención exterior a la experiencia propia. Nombro aquí lo personal por que en la lectura de estos o los otros relatos, sentimos una familiaridad particular en tanto se nos narra la vida de todos los días de personas comunes a nosotros, se narran así desde la naturalidad –habrá quien a ratos juzgue como vulgar el lenguaje de las conversaciones– y en ese devenir de hechos se visita un álbum familiar de repente convertido en titular de prensa roja, en esquela de colegio o en relato de tienda a media tarde de domingo junto a los amigos. Creo que aquí radica el sentido de estos relatos que deambulan por un camino distinto al de otros de los libros de Fandiño, ejemplo de Un amor imposible (Collage editores), novela cruzada por la metaficción y la historia de la Conquista, acaso por el erotismo como pulsión, pretexto para una novela narrada desde el constante experimento de lenguaje que significa acometer una historia de choques culturales y marcados y complejos ejercicios de poder.
De vuelta a Juventud, tesoro y promesa, me detendré por el momento en el relato “Una extraña noche de Halloween”. Se revela quién habla al contarnos sobre su reciente libro publicado, Reflexiones de ultratumba –en el cuento que le sigue nos habla en cambio de Entre la soledad y el olvido, otro de sus libros– y se nos cuenta sobre una anécdota cuyos rasgos de crónica crean una historia paralela. En el entre tanto, mientras se nos habla de disfraces y de un rencuentro con un amigo de infancia, encontramos al escritor en vera de presentar y vender sus libros. Como pretexto, la vida simple o cotidiana de Ibaldo Fandiño entremezcla el relato entre absurdo, otras veces cómico y algunas veces metafísico –o cargado de simbologías e idiosincrasia–, de un imaginario cruzado por personajes y situaciones que nutren la anécdota de sentido. Son en su mayoría relatos breves signados por este ejercicio de mutación con el que de repente nos hallamos con Fandiño, cara a cara, o perdemos el rumbo como es debido dentro del juego de knock out, recurriendo aquí al término cortazariano en el que el cuento nos recibe con un derechazo cuando íbamos de la mano del autor entre la algarabía y el chisme.
Y hablo de hilaridad en algo ya muy usual en Fandiño en su manejo del lenguaje. A ratos andamos sobre las palabras con la afectación rigurosa de una prosa solemne hasta que de un momento a otro aparece lo gráfico, en este caso desde ese regusto que deja el erotismo cuando menos nos lo esperamos. De lo barroco llegamos sin aviso al horario para adultos y es en este tipo de esferas en las que el autor cuenta ya con un sello distintivo. Aquí la lubricidad no crea apetitos, se muestras más bien sin filtros, sin sordina (Véase su cuento “Mujer vampiro”). Resulta un asunto de semántica, ya se verá hasta qué grado sigue estando satanizado el uso del lenguaje coloquial en los asuntos de cama. Cuarenta y cinco relatos-crónica-cuentos que sirven como línea de tiempo más bien regulada por la necesidad de renombrar el entorno sin la caperuza deformante de los modales y la adultez. Creo que es por eso que los textos de este libro tienen como común denominador la palabra juventud.
Presentado hace apenas un año, Por el camino de los recuerdos retoma los elementos constitutivos de Juventud, tesoro y promesa, en la medida en que se escribe desde la familiaridad y logra extender sus tentáculos al terreno de la ficción pura. Por lo demás, me parece importante subrayar el aspecto Caribe, rótulo que igual sirve a la colección de relatos liderada desde la editorial Grainart para hablar de la literatura que se escribe desde el Caribe colombiano, donde –fuera del estereotipo o el sesgo regional– se profundiza en un sentir con una personalidad propia. De entrada al libro, como ocurre en cuentos como “Es mi hermana”, aparece esa fruición seminal que aborda la genitalidad en primer plano y desecha lo políticamente correcto, como viene siendo moda y ley en estos días. Algo de esto lo pude hallar como lector con la novela Un amor imposible en la manera en que la sexualidad se desborda y sigue manteniéndose desde unos ejercicios de poder que, en este caso, en los relatos, no esperan franquear territorios de análisis social o cultural, más que como espejo de una realidad, de una lengua franca, directa, alejada del eufemismo y la pacatería. No es mi responsabilidad analizar el uso de lo sexual como diafragma social o síntoma, por lo que es menester entender estos relatos como lo que son, relato o espejo de una sociedad en un contexto y momento específicos, embebidos, eso sí, en una variopinta baraja de problemáticas, fenómenos y estigmas socioculturales. Digamos que Fandiño, como cronista, da cuenta de lo que ve. Como autor, podrá juzgar el lector el cómo el lenguaje surge en él como revisión de un escenario cercano, tan verosímil es aquí lo que narra como la forma de nombrarlo.
Interesa al decurso de la narración el ver a un Fandiño que reescribe y evoca elementos de la vida de cualquier colombiano, la de cualquier otro adulto en cuya juventud existieron los Beatles o Mike Tyson. Y seguimos encontrando al Fandiño-autor en brega con ejemplares sin vender; pensando en voz alta sobre sus proyectos acabados o inacabados y trayendo a cuento sus recuerdos de infancia, su lugar de estudio, su primaria, su bachillerato, su música predilecta y sus equivocaciones. He querido entender este libro como otro momento en la línea de tiempo atras nombrada, puesto que profundiza un poco más en lo simbólico como parte de una rara “autopsicografía” en la que Fandiño es médico y paciente, algo que le da un plus al relato como psicoanálisis. De allí que asistamos como fisgones a escenas en las que se nos pone de manifiesto que estamos por enterarnos de su vida privada, de su vida puertas adentro, en casa, en el trabajo, recorriendo largos trayectos para ir al trabajo, para vacacionar. El juego sigue siendo el confundir lo cierto con lo inventado y es en este ir y venir de suposiciones donde encontramos la chispa del relato.
De vuelta a Juventud, tesoro y promesa podrá el lector encontrar un ejemplo de lo que quiero puntualizar. En su cuento “Habla con los niños” se nos revela a ratos como una discusión familiar, otras como la ensoñación de un esquizofrénico, otras como el viaje subjetivo de las especulaciones que todos hacemos cuando nos quedamos largo rato pensando en nuestra vida. Entonces encontramos la segunda persona como una aparición, acaso como si el lector tuviera el don de la omnisciencia:
“Debes hablar con los niños” (…) “Ellos dicen que tú no hablas con ellos” (…) “No te quedes anclado en el tiempo, aquellas eran otras épocas”.
Creo que aquí queda al descubierto la treta que mueve y sostiene estos dos libros aquí reseñados.
De nuevo ubicados en 2023 y en su libro Por el camino de los recuerdos, encuentro un poco más catalizado el entresijo de la autoficción dado que por ratos se abandona esa primera persona confesional para que el relato y la anécdota crucen esa invisible frontera y alimenten el imaginario de una suma de cuentos que también podrían verse como una larga novela constituida por breves y escarolados capítulos. En “El peor día de tu vida” encontramos ahora una tercera persona que quiere deslindar la idea del autor-protagonista. A su vez, los diálogos cobran una importancia mayor pues no están hilados a lo que se cuenta desenfadadamente en primera persona y devuelven a los personajes secundarios un lugar preponderante frente al narrador principal, aquí deslindado al parecer de lo que narra. De corrido, parece mantenerse esa tercera persona desvinculante aunque ya estemos familiarizados con un imaginario Caribe y, más que en términos generales, con Fandiño y su suspicacia para contarnos las cuestiones más simples de la forma más exagerada –y que se me perdone la ambivalencia del adjetivo– donde un exiguo hiperrealismo suele servir de atmósfera al Fandiño cuentista que narra las crónicas del Caribe. Léase su cuento “El turco Ahmed”:
“Ante esta situación, los amigos del barrio decidimos reunir la plata e invitarlo, y apenas supo que no estaba en la obligación de sacar dinero, aceptó ir. Estando allá resolvimos comer algunos fritos en las afueras de la “Ciudad de Hierro” y como era gratis, el turco completó las carimañolas y empanadas con unas butifarras, añadiendo un par de huevos que llevaba el vendedor”.
Este relato de costumbres mueve en general Por el camino de los recuerdos, con una mesura mayor frente a la juventud manifiesta del compilado de 2019, se hallan como huella digital las sinuosidades de quien narra, las atmósferas llenas de elementos simbólicos, el sexo como campo de batalla y la vida de cada quien como pretexto para seguirnos hablando de su vida, fingida, ficcionada o no, como una manía muy suya de quedarse anclado en el tiempo, esto para usar una de las expresiones usadas por la esposa del cuento.
Carlos Andrés Almeyda Gómez
Bogotá, 1979. Editor y comentarista de libros.
Ha realizado crítica y comentarios bibliográficos para medios como el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República, la revista Lecturas del diario El Tiempo, la revista Número; el desaparecido periódico Tinta fresca de la Cámara Colombiana del Libro; la Gaceta del Fondo de Cultura Económica; y la revista Arcadia, entre otros, así como en los portales omni-bus.com (España); revista.agulha.nom.br (Brasil); y laotrarevista.com (México). Ha dirigido talleres de poesía con la Casa de Poesía Silva en la Cárcel Distrital de Bogotá y la Cárcel del Buen Pastor (2015-2017). Mención de honor en el concurso para nuevos escritores de la Revista Número, grupo TM y la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, así como en el quinto y séptimo concurso literario El Brasil de los Sueños, organizado por el Instituto de Cultura Brasil-Colombia y la Embajada de Brasil. Fue docente capacitador de la Vitrina pedagógica con Bibliored y la Secretaría de Educación. Coordinador en 2008 de Página de Libros, sección bibliográfica que aparecía todos los viernes en el diario El Espectador. Ha sido docente, redactor Free lance, corrector, diseñador, librero encargado, editor, gestor cultural y promotor de lectura. El Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República publicó en 2018 una breve muestra de su poesía. Fue Artista Formador de Idartes (2017-2019). Actualmente se desempeña como diseñador y corrector para varias universidades. Consejero Distrital de Literatura para las organizaciones promotoras de lectura en el periodo 2019-2022 y actualmente en representación del sector editorial (2023-2026). Libros: “Una jaula va en busca de un pájaro” (La Raíz Invertida, 2020). Los Impresentables editorial publicará en breve su libro de poesía “La brevedad del elefante”.
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