Peces de leche
Casa Bukowski
Santiago de Chile, 2023
Ringo Cruz Gamba

La inmersión del poema en el collage, como en un juego imaginista donde convergen súcubos y paisajes, resulta prolífica cuando se quiere que la poesía hable desde otros lenguajes y sobreviva a su propio adoctrinamiento. Salir de las fauces del poema como lugar de finas especias y versos asépticos, significa —en este nuevo poemario de Ringo Cruz Gamba— dar vida a un monstruo de Cronemberg, una suerte de artefacto crítico de la sociedad, en donde el recuerdo, las postales familiares y la corrección son puestos bajo el catalejo de una máquina demoledora. Se trata de la urbe como viscosidad, como herida abierta y purulenta. Bien vale encontrar en este volumen un largo aullido hecho un poco a la manera del vertiginoso poema de Allen Ginsberg y otro poco como visión catastrófica de lo que significa la mortalidad con todos los fluidos que en ella corren, casi como crear una cartografía propia, personalísima, desde la animalidad sexual como la que el autor dibujara en su libro Culebrilla y otros relatos (polifonía de imágenes que visitan los sacrosantos estamentos del amor, el mito y la familia para pulverizarlos), o que cruza rauda desde un subjetivismo colmado de abstracciones y virulencias como la que puede verse al revisar su trabajo como artista plástico, digamos que como sinestesia en diálogo con su poesía.

Y es que la necesidad de construir un lenguaje transversal a su ejercicio desde la pintura, el cuento y la escritura revelan un mapa bastante claro de una estética que siempre ha de funcionar como en la mesa de un cirujano, solo que aquí lo que late o se descuartiza es la condición humana como problema. Su puesta en escena es la ciudad y sus habitantes, el eros y el thanatos que la cruzan como quien husmea en un sistema de alcantarillas para saber de lo que está hecho el mundo. Se trata en esencia de un grito interno que busca desmitificar lugares comunes, caso de la maternidad, las construcciones sociales, los días soleados de ese poeta antiguo o abstruso que cantara sobre la dulce aldea, las buenas costumbres, el decoro, las desvencijadas taras patriarcales y el abismo de una vida aplacada por santos y etiquetas.

Así, por ejemplo, su poema “El derviche de la montaña”, donde sentencia: “Ella cosió estampitas de santos a la boca de su útero, / puso calzones viejos bajo la puerta / para que nunca entrara la luz ni el amor”. Un poco para contrarrestar su escaramuza escatológica, Ringo Cruz hace algo que ya en su momento constaté al leer Culebrilla y otros relatos. De los rezagos del realismo sucio y la crítica directa, su búsqueda llega a ratos a la construcción metaficcional, quizá para equilibrar las cargas y, al tiempo que se corta la boca como Maldoror, el poeta místico propone una lectura opuesta, como en un canon en el que un loco y un santo comparten un largo diálogo con las sombras mientras liban de un licor desastroso o bosquejan ficciones sobre el firmamento. Este derviche cruza por el anacronismo para poner en situación las cuestiones humanas, cualquiera que sea su génesis o su tiempo, “donde los hombres creyeron que, con pesas de cemento y revistas de fisicoculturismo / llegarían a la ciudad de los ángeles caídos, allá en la USA, beberían del sueño americano”.

Tal es la naturaleza de Peces de leche, poemario publicado por la editorial chilena Casa Bukowsky dentro de su colección Panhispánica de poesía, y que llega ahora a Colombia con tres títulos inaugurales presentados el pasado 14 de julio en la Librería La Valija de Fuego en Bogotá.

Sigue a este poema, “El hacedor de cosas”, especie de declaración de intenciones que, dividido en cuatro grandes apartados, quiere desmitificar la idea del creador, ángel que se esfuma de su reflejo hasta vivir un éxodo de resinas y evangelios marchitos como si la materia que los creara no fuera otra cosa que viento, viento que remueve las arenas del desierto. En este sentido, este aullido que cruza sus Peces de leche hace de Ringo un eremita que ha renunciado a cualquier credo. Ringo destruye símbolos, caso de su “The mexican’s pink” en el que surgen estatuas, próceres e imaginarios de nuestra cultura, como en una lista de pruebas para renunciar a la rúbrica que este siglo y el anterior han querido grabar sobre la piedra. En este punto, Ringo Cruz antepone la primera persona para confesarse:

 

“En mis sueños, los arrecifes de mi niñez mueren. / Y estos versos de profeta gordo no hacen magia. / La enfermera me mira con su cara dura. / En su sesera, los pescadores con hipodérmicas brillantes”.

 

La anterior confesión pertenece a su poema “Callejones de Jehová”, como si el gemido de la renuncia y la antropofagia —donde el hombre es el lobo del hombre y para purificarse debe darle muerte a su prójimo­— lo obligará a caer en picada desde lo fragmentario, desde la imagen como pesadilla dividida en un millón de esquirlas diminutas. De allí imágenes suyas como la que contiene el poema “Acuchillando el cielo” y que, al igual que el texto que le sigue, “Sal masculina”, resultan fundamentales para comprender su ejercicio de automutilación a través de la idea de los espejos, de la simiente como fuente y como condena, la estrella materna como condena y lugar de retorno o redención. Aparece así la idea de la infancia con su luminosidad perdida, “El niño se cansa de jugar; / se desborda por la calle / la fuga de la tubería” (“Moléculas luminosas”); o su idea maternal diluida entre las hormigas que invaden el poema “La sensación final” a partir de la sexualidad desbordada y grotesca, símil de la existencia como humedad y vergüenza.

Como tema transversal a la obra de Ringo Cruz aparece la manteca a manera de representación contingente de la realidad. Los líquidos resultan inherentes al todo y toda su poesía lo recuerda al permanecer sumergida en ellos como metáfora, como lenguaje: “Se diluye el colágeno / en el químico del papel fotográfico. / Ya nos hemos fumado los salmos. / El presente es odio y resentimiento. / ¡Oh, señor!” (“Hemos perdido el contacto”). Las venas, los parásitos, los hongos, toda materia o recipiente mantienen una conversación en Peces de leche por su naturaleza viva, por fluir a través de los tejidos y escribirse en su propia lengua, lágrimas de plata, líquido, amniótico, botellitas de agua con colonia de bebé. Otra naturaleza puede hallarse en su poema “Zero” y esto es habitual en Ringo Cruz cuando va a la orilla para descansar y escudarse de nuevo en lo místico, como quien utiliza un sextante para no perderse en las mareas altas de su viaje por el Hades:

 

La arena roía el esqueleto metálico de la motocicleta. Algunos trapos, mal amarrados, sujetaban las ruedas y el manubrio para formar un círculo (…) —Jamás supe decir adiós. —Es un reloj oracular el desierto —. Se zampó mil pastillas para dormir, mientras subía lentamente a lo eterno…

 

 

“Peces de leche”, poema que da título a la selección, resulta más osado en su ir hacia el centro de la animalidad como genitalidad, como tema perpendicular a cada uno de los poemas que componen el libro. Y le da paso a “Carne de iguana” que a la luz del poema anterior resulta ser su conclusión, como orgasmo fulminante bañado por el ritual extinto de una tribu, la luna que vigila la condición humana hasta llegada la muerte como catarsis.

Cierra esta selección un poema en seis partes, “Papelitos en los bolsillos” donde convergen todos los elementos naturales a Peces de leche. Aparece el animal sexual y su poder fálico, aparece la madre, el planeta y el cosmos como puesta en escena, aparecen los símbolos, los héroes destronados, aparece el rito indígena/urbano como sincretismo, lo anacrónico como juego premeditado, aparecen los bichos de la selva, los animales profanos, el fuego, la metahistoria/ficción llena de vericuetos y parajes míticos vigilados por un firmamento de sangre y savia. Al final, Peces de leche parece querer instruirnos sobre su propia salmodia. Una suerte de evangelio en prosa para llegar a la ciudad donde algún dios permanece escondido, casi a solas, mientras el telón de la existencia lo pone en ridícula evidencia.

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El libro está disponible en Amazon, así como en las redes sociales del autor.

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