Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

El moscardón del remordimiento…

me anduvo rondando con su monótono son, tan bien captado por Rimski–Korsakov en una pieza musical que es una pequeña joya onomatopéyica. El moscardón me avisaba claramente de que debía revisar el texto que subí a este mismo blog hace casi un mes, el 29.6. Esta entrada: https://blogs.elespectador.com/cultura/corazon-de-pantaleon/una-vez-mas-acerca-la-correccion-politica

Finalmente cedí a la insistencia del moscardoneo y releí mi texto y no se me cayó la cara de vergüenza porque según sabiamente solía decir mi abuela extremeña Remedios, tan bella como sabia, «la vergüenza era verde y se la comió un burro». Pero la verdad es que me sentí igual que si estuviera en la picota, y todavía extrañado de que no me hubiesen apedreado en el foro del blog con huevos podridos, tomates pasados y plastas de vacas.

Resulta que entre las 23 autoras de nuestro idioma que enlisté allá, me había olvidado, tal vez por demasiado evidentes, de los nombres de las tres más egregias, en mi sentir y el de quienes las han leído: la mexicana sor Juana Inés de la Cruz, la gallega Rosalía de Castro y la chilena Gabriela Mistral, el primer premio Nobel de Literatura concedido a una pluma latinoamericana. Contrito y confeso, derramo ceniza sobre mi calva testa y si no me desgarro las vestiduras es porque entiendo que mi esposa tendría algo [bastante] en contra.

Pero el caso es que no sólo me olvidé de ellas, el caso es que me dejé en el tintero no pocos nombres más.

En España Carolina Coronado, Colombine (la única mujer en la generación del 98), Concha  Espina (cuya novela El metal de los muertos es una impresionante estampa sobre la vida de los mineros en la corta de Ríotinto, Huelva, allá por 1920, coincidiendo con la huelga de esos mineros, huelga que tuvo un eco mundial), y más recientemente Ernestina de Champourcín (la única mujer en la generación del 27), hasta llegar a nuestros días con Esther Tusquets, Ana María Matute, Concha Alós, Ana María Moix, Carmen Conde, Soledad Puértolas, Amalia Iglesias, Chantal Maillard (una belga valona que eligió el español como lengua de creación), y no me olvido de Víctor Català, sedudónimo masculino de Caterina Albert, una autora catalana que para nada se merece el olvido en que ha caído: y dentro del mismo idioma, hoy en día, la obra de Carme Riera, de quien recuerdo admirado su colección de cuentos Te deix, amor, la mar com a penyora [Te dejo, amor, la mar como una prenda].

Y al otro lado del gran charco, barriendo el mapa de norte a sur, la norteamericana Sandra Cisneros, las mexicanas Margo Glantz y Elena Poniatowska (una de las sólo cinco mujeres que han obtenido el premio Cervantes), las guatemaltecas Alaíde Foppa (canallescamente asesinada por la dictadura) y Ana María Rodas, las salvadoreñas Claribel Alegría y Carmen González–Huguet, la hondureña Clementina Suárez, la nicaragüense Gioconda Belli, la panameña Gloria Guardia, las cubanas Zoé Valdés y Wendy Guerra, las dominicanas Salomé Ureña y Aída Cartagena, las portorriqueñas Rosario Ferré y Mayra Montero (nacida en Cuba, pero boricua de arraigada residencia), las colombianas Marta Traba, Maruja Vieira, Fanny Buitrago, Piedad Bonnett y Laura Restrepo, las venezolanas Ida Gramcko, Ana  Nuño y Ana Black, las ecuatorianas Gilda Holst y Aminta Buenaño, la peruana Blanca Varela, la boliviana Gaby Vallejo de Bolíbar, la paraguaya Josefina Plá (nacida en las Canarias), las uruguayas Juana de Ibarbourou e Ida Vitale, las argentinas Victoria Ocampo (fundadora y directora de la mítica revista Sur), Silvina Bullrich, Alicia Jurado, Vlady Kociancich, Leila Guerreiro, Mariana Enríquez y Samanta Schweblin, y las chilenas María Luisa Bombal y Diamela Eltit. Y nada más para que no se me acuse de “elitismo”, la también chilena Isabel Allende.

Repito acá un párrafo de esa entrada del 29.6., por estimarlo pertinente: mi referencia a la hondureña Lucila Gamero de Medina, a quien fuera de su país creo que sólo la conozco yo, y su Blanca Olmedo es una de las mejores novelas escritas por una mujer latinoamericana en el siglo XX y todos los demás. Pocas veces ha mostrado un relato, de manera tan descarnada, el poder aniquilador de la Iglesia católica y el modus operandi de su religión en la vida íntima de una mujer. Una novela que podría haberla firmado Galdós, más grande elogio no puedo hacerle.

Un total de más de 50 autoras de nuestro idioma que dejé de mencionar ese 29 del pasado junio en este mismo blog, y la seguridad de que ahora también dejo de dar noticia de otras tantas narradoras, poetas, cronistas No sé a ustedes, pero a mí me parece imperdonable, aunque según mi médico de cabecera, un cierto Dr. Alzheimer, esto es algo que sucede en las mejores familias.

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