Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Mis mejores novelas mexicanas

En el # 352 de la revista Nexos, México D.F. (abril 2007) aparecieron los resultados de la votación acerca de las mejores novelas mexicanas de los últimos treinta años [con lo que Pedro Páramo quedaba excluida], una encuesta auspiciada por la propia revista y en la que participaron intelectuales y periodistas de todo el ámbito hispanoamericano. Y al analizar la lista de las novelas votadas me sentí orgulloso de haber atinado con uno de los tres primeros títulos, y de haber colocado mis otros dos entre los dieciocho primeros. No es una mala marca.

Los tres primeros clasificados fueron:
Noticias del Imperio (Fernando del Paso)
Las batallas en el desierto (José Emilio Pacheco) y
Crónica de la intervención (Juan García Ponce)

Por mi parte, la anónima papeleta que envié a la redacción contenía el siguiente trío:
Crónica de la intervención (Juan García Ponce)
La guerra de Galio (Héctor Aguilar Camín), que quedó la sexta, y
Ciudades desiertas (José Agustín), que quedó en el puesto 18, de 79 títulos que obtuvieron al menos un voto.

Séame permitido razonar el mío.

Crónica de la intervención es uno de esos aerolitos que le caen de vez en cuando al planeta literario y se quedan en él como piedras miliares. Uno no sabe a veces qué hacer con él, cómo catalogarlo, cómo encajarlo en el esquema, y nuestra perplejidad está más que justificada: los aerolitos llegan, no en vano, del espacio exterior, son extraños a nuestro mundo. Pero en derredor suyo pueden organizarse hasta religiones universales: pensemos sólo en la Piedra Negra de la Ka’ba, en La Meca. No votar por Crónica de la intervención, en esta encuesta habría sido algo así como si un crítico austríaco dejase de nombrar El hombre sin atributos, de Robert Musil, entre las tres novelas más relevantes de su país en el período de entreguerras, con prescindencia absoluta de su legibilidad: esa es otra historia.

Por lo que se refiere a La guerra de Galio, no veo por ahora ni en mucho tiempo ninguna que la iguale, ni mucho menos la supere, al tratar el tema de las relaciones vinculares de la política con la prensa. Con ella sucede lo mismo que con el mítico salto de longitud de Bob Beamon en los Juegos Olímpicos de México de 1968. Ese salto (8,90 m.) dejó imposible la disciplina, para él y sus competidores y sucesores, durante varias décadas. Así también con La guerra de Galio, publicada en 1991.

Last but not least, Ciudades remotas.

Si bien tanto Crónica de la intervención como La guerra de Galio eran mis dos primeras candidatas seguras, 100% desde el vamos, con el tercer título de la papeleta me pasaba que no conseguía decidirme entre esa novela de José Agustín y otras dos: una de Jorge Ibargüengoitia (que no es ni Dos crímenes ni Los pasos de López, las que aparecen votadas en la lista final de Nexos) y una ilustremente desconocida y por lo mismo merecedora –pues la considero requetebuenísima– de que al menos se la mencionara para que no siguiese en la inopia: Espuma de sol en un verano oscuro, de Fernando Cobo, editada en 1990 por una editorial cuasi artesanal de Cuernavaca.

Me decidí de últimas por Ciudades remotas, y no me arrepiento. 1°: es muy buena y a mí me cautivó por lo que suponía de mirada etnográfica sobre quienes suelen venir a etnografiarnos. 2°: a Ibargüengoitia lo estimo mucho como novelista, pero más como cronista, un terreno donde no tiene igual. 3°: en solitario, mi voto por una novela desconocida no la sacaría de su anonimato, como sí que la pudiera sacar mi razonamiento público del mismo. Y 4° y principal: mi voto debía ser inobjetablemente honesto, y aunque me daba en la nariz que habría gente que elegiría Noticias del Imperio, y también Las batallas en el desierto, e incluso alguien que se atreviese a votar alguno de los kilómetricos bodrios de Carlos Fuentes…, mi obligación era votar nada más que por tres libros que yo sí hubiese leído. Y, no sé si lamentablemente, uno no lo ha leído todo.

Tras esta encuesta de Nexos, y sacando tiempo de donde pude, le hinqué el diente a la novela de Fernando del Paso, mi lejano amigo y ex colega de tareas radiofónicas (él en la BBC, yo en La Voz de Alemania), y a la de José Emilio Pacheco, dos lagunas en mi mapa cultural mexicano. Pero, después de todo, ¿no es la presencia de lagunas lo más propio de un mapa mexicano que se precie de serlo?

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