Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

«Castilla en canal»

Uno de los libros de viaje más bellos que he leído en mi vida se titula Castilla en canal, y su autor es un madrileño de nacimiento, pero cuya familia proviene de El Bierzo, una comarca leonesa que tiene patente en la historia literaria de España.

El autor se llama Raúl Guerra Garrido y, aunque madrileño de nacencia y del Bierzo por parentela, es vasco de vocación, reside en San Sebastián desde hace muchos lustros y a él se deben dos de las mejores novelas que han enfrentado, en todos los sentidos de tan conflictivo verbo, el fenómeno de la banda terrorista ETA. Esas novelas se titulan, la una, Lectura insólita de «El Capital» (que fue Premio Nadal en 1976, y supuso la consagración del autor), y la otra La carta, el más acre testimonio del horror que padeció el país vasco desde que el miedo sentó sus reales en él. Un miedo que contaba con la complicidad de los partidos en el poder porque, sin ella, sin esa cobarde complicidad, ¿cómo es posible que siguiera dominando la vida de los vascos?

Pero volviendo a Castilla en canal: el libro cuenta la historia de uno de los pocos proyectos verdaderamente grandes de la historia de España: realizar el sueño de que Castilla tuviese salida al mar. Para lo cual se comenzó la construcción de ese canal que desde Medina de Rioseco y Valladolid, por dos ramales que se unían en Frómista, los productos de Castilla llegasen hasta la cordillera cantábrica y estuviesen a un paso de los puertos de Suanzes y Santander. La mar, siempre la mar.

Raúl Guerra Garrido, un buen día, se puso a andar, y al andar se hace camino, ya lo decía don Antonio, y Raúl hizo ese otro camino que no es el de Santiago sino que lo atraviesa verticalmente, justo por donde se hallan las esclusas canaleras de Frómista, que no son otra cosa sino reverencias ingenieriles al ingenio de Leonardo da Vinci.

Muchos kilómetros se echó a la espalda Raúl Guerra Garrido para recorrer a pie los tres trayectos (norte, sur y de Campos) del Canal de Castilla, y muchas cosas son las que encontró en su peregrinaje. Por ejemplo la desarmante y simplísima definición de lo que es un caballo en la primera enciclopedia polaca («lo que es un caballo resulta obvio para todo el mundo»), y por ejemplo la convincentísima razón por la que el nefasto Fernando VII rechazaba la introducción del ferrocarril en España: «Mo será mientras yo viva», dijo el déspota, y añadió: «no quiero que por ese medio acudan a Madrid todos los habitantes de España a pedirme empleos».

Libros como Castilla en canal le devuelven a los enfermos de la literatura, los que sufrimos y padecemos con ella hasta el punto de que nos produce úlceras incurables la lectura de mucho mamotreto que pasa por ser obra maestra…, libros como Castilla en canal, digo y repito, nos devuelven a los enfermos de la literatura una salud que ya creíamos ilusoria. O fatamorgana, como dicen los alemanes, que por supuesto no saben que con ello se están refiriendo al Hada Morgana, de la leyenda de Merlín, y que es el nombre que los italianos adjudican a un fenómeno de espejismo en el estrecho de Mesina. No, por favor, no me crean tan sabio: habrían llegado al mismo resultado consultando, como yo, una buena enciclopedia.

Una vez más, y por último, yo sé de las dificultades de adquirir libros extranjeros en América Latina, pero si les cae en las manos, por una de esas casualidades de la vida (quiero decir: de la distribución editorial), un ejemplar de Castilla en canal, no vacilen en adquirirlo.

Lo contrario a ese azar, que es todavía mucho más difícil, me sucedió a mí poco después de haber leído este libro: desde un pueblito de la provincia española de Sevilla, que se llama Umbrete, un lector inesperado me comentaba por correo electrónico un artículo mío aparecido nada menos que tan lejos del Guadalquivir como en El Malpensante, la revista de lecturas paradójicas que Andrés Hoyos Restrepo comanda en la sabana santafereña.

Este mundo, cada día más ancho y más CNN, cada vez es más pañuelo, y puesto que lo sigue siendo, ojalá Dios no se acatarre. Nos esperaría un destino bastante cruel.

************************************************

Comentarios