Contrapunto

Publicado el Valentina Coccia

Sobre el contrapunto

Hace muchos años, cuando todavía estaba en la universidad, tuve la oportunidad de tomar el taller de poesía que dictaba Piedad Bonnett. En esos tiempos Piedad acababa de perder a su hijo y compartió con nosotros muchos de sus secretos de poeta. Imagino que sentía cierta seguridad exponiendo su cara más vulnerable con sus alumnos, esas presencias pasajeras, casi desconocidas, con las que se llega a compartir tanta intimidad. Nos hizo leer algunos poemas dedicados a su hijo, dándonos la palabra porque ella se sentía incapaz de leer. En esos tiempos  su  libro «Lo que no tiene nombre» todavía estaba inédito. Durante la lectura de los poemas, la voz descarnada de Piedad armonizaba con ese cuerpo tenso y contraído, con ese bulto de huesos y carne en sombra arrinconado en su silla. Sus labios temblaban como si se esforzaran por contener la emoción, las lágrimas, la angustia de una madre huérfana de hijo.

Teníamos como maestra a una artista que experimentaba la apertura de una grieta en su proceso creativo. Lo digo en el sentido de esa frase de cajón, que reza que cuando se abre una grieta le da entrada a la luz. Nos compartió muchas cosas bellas esa vez, imagino que gracias a la generosidad propia de quien ha perdido todo. Un día, Piedad nos invitó a todos a cerrar los ojos y a escucharnos por dentro, en silencio, en una suerte de estado meditativo. En el sosiego de la sala cada uno se sumergió en su propia oscuridad y el canto de los pájaros del jardín acompañó nuestro viaje. «¿Qué escuchan?», nos preguntó Piedad, como si la respuesta fuera obvia. Muchos contestaron que nada. Otros dijeron que la propia respiración, otros aludieron a los sonidos que manaban del jardín. Como despertándonos de un sueño muy profundo, dijo: «El ritmo de nuestro propio corazón. Es ese ritmo único que cada quien lleva dentro. Con ese ritmo componemos poesía, bailamos, caminamos, andamos por la vida, tomamos desiciones, pensamos. Ese es el ritmo de nuestra creación, del rastro que dejaremos en este mundo».

En ese momento recuerdo que pensé que era muy difícil poner en armonía el revuelo de nuestra vida, el caos del materialismo, el afán del éxito y el tedio de la rutina con ese corazón. Pensé que era muy complicado mantenerse prístino y casto ante toda esa lista de exigencias de nuestra realidad. Tenía razón, pero con los años he descubierto que hay cosas que logran armonizar esa verdad interior con el peso del mundanal ruido. Es ahí donde se halla el contrapunto.

De acuerdo a la teoría musical, el contrapunto se define como la combinación coherente de distintas líneas melódicas en la música. Como somos poetas de la vida, podemos aplicar el mismo principio a miles de cosas. Dos situaciones completamente disonantes como el ritmo de nuestro propio corazón y la algarabía del mundo pueden conformar una melodía si utilizamos las técnicas exactas que los ponen a combinar, a construir, a dialogar. Los métodos del contrapunto de la vida son hacedores de paz, son creadores de belleza, son armonía entre contrastes y son la herramienta principal para habitar en esta tierra sin que nuestro corazón desfallezca ahogado en la injusticia del mundo.

Contrapunto es el arte, que hacedor de lenguajes, tejedor de palabras, busca expresar distintas realidades de formas comprensibles para toda la humanidad, tan diversa y tan variada. Contrapunto es también la educación, que no debe ponerse al servicio de la industria o de la economía sino al servicio del crecimiento humano, al servicio de cada niño y de cada niña, de cada hombre y de cada mujer para que todos seamos capaces de comprender realidades ajenas y de hacerlas propias. Contrapunto es también la construcción de una cultura colectiva que nos permita vivir la vida cotidiana en un terreno común, que nos permita hacernos maleables y transformarnos para dar cabida al otro en nuestra realidad. El Contrapunto lo construyen todos estos elementos, que al fin y al cabo nos permiten armonizar el camino propio, el ritmo interno del que Piedad nos hablaba, con la vida que ocurre afuera, con esos mundos que parecen tan ajenos.

Pensando en la creación de esta melodía, en la composición sinfónica de la paz, me ha venido a la mente la imagen del árbol. El árbol hecha raíz frondosa en la tierra, cava, penetra, entierra. A la vez crece como una antena, se convierte en tronco y comoen un deseo de trascendencia, sus ramas se extienden hacia el cielo como manos en oración. El árbol busca el sostén del suelo cavernoso y a la vez la aventura de los cielos, busca la inmanencia de las raíces y también el vuelo de los pájaros en las alturas. El árbol es la imagen viva de esa pregunta tan humana por ejercer la existencia en distintos planos, por incorporar al ser las vivencias de otros, los territorios lejanos, por coexistir con otras maneras de pensar y de vivir, por comprender y amar otros horizontes como si fueran los nuestros propios. En ese deseo, en ese anhelo, el hombre busca el Contrapunto que pueda llevarlo a esos otros planos de la existencia.

Es ahí donde comienza la composición de esta sinfonía.

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