Terminó una década que en música puede haber sido la más significativa en materia de cambios en cuanto a negocio y tecnología. Diez años en que las discográficas cavaron su propia tumba. Hace ocho años Shawn Fanning y su website Napster hacían uno de los líos jurídicos más bravos que recuerde la industria discográfica. Una gran revuelto que a la postre sirvió para nada porque al año siguiente -2002- cerca de 36 millones de norteamericanos, el 27% de los usuarios de internet, decían haber bajado música de la red y la mitad de ellos por algún sistema P2P, idéntico al que había inventado Fanning.
Las compañías discográficas entonces, no entendieron que Napster podría haberse convertido en su gran aliado. Lo único que lograron, luego de gastar muchos millones de dólares para obligar su bloqueo y cierre, fue que los 30 ó 40 millones de usuarios que tenía el servidor se desbordara hacia otros que prestaban el mismo servicio. Hoy día, esta actividad es prácticamente incontrolable y el futuro de la música como negocio de manera evidente dejó hace mucho de ser el de los discos. Lo que viene dependerá de la habilidad que tengan estas empresas para sacar provecho de las nuevas tecnologías.
El primer decenio de este siglo se recordará por haber dejado el negocio de los discos en la situación más crítica de todos los tiempos. Hace un año, la Federación Internacional de Música Fonográfica entregó estadísticas en verdad preocupantes: cerca del 95% de la música bajada de la internet se obtiene de manera ilegal. Algo así como 40 billones de archivos musicales descargados ilegalmente de la red en ese ultimo año.
Y es que el declive en el negocio de los discos no ha podido ser peor. Si en los primeros años de la década la caída osciló entre el 2 y el 10 por ciento, salvo un repunte del 4.6% en 2004, en julio de 2007 las ventas de CD habían caído casi un 16% en lo que iba del año y ello marcaba el peor momento para la industria discográfica en su historia.
En 2000, los norteamericanos habían consumido 785,1 millones de álbumes y los diez discos más vendidos de ese año habían sumado entre todos 60 millones de copias vendidas. En 2006 la cifra total había bajado a 588,2 millones y los diez mejores sólo sumaban entre sí un total de 25 millones de unidades. El descenso de las cifras luego fue imparable: 18,82% menos en 2007, 19.7% menos en 2008 y 30.9% menos en 2009. Frente a un crecimiento constante de la venta de música en digital, el negocio de la música en general, sin embargo, creció en un 2.1% .
La situación se reflejó con mayor claridad en las empresas discográficas. Entre el 2000 y el 2007 despidieron cerca de 5 mil empleados. La extension de la crisis se completó con el cierre de más de 2.700 tiendas de discos entre 2003 y 2006. Tower Records, que hacía el 2.5 del total de las ventas de discos en Estados Unidos fue clausurada en ese ultimo año y Musicland, que operaba cerca de 800 tiendas, se declaró en bancarrota en esa misma época. Desde hace ya casi cuatro años, casi el 70% de las ventas de música se hacen en grandes tiendas de superficie como Wal-Mart y Best Buy.
No hay duda que la internet ha jugado un papel de primera línea en esta crisis discográfica. Es irónico. Si bien esta plataforma llegó a ser el modelo por excelencia de la globalización en la música, con redes sociales como myspace, facebook y twitter, éstas, en vez de masificar la imagen de los artistas la atomizó por completo, debido a lo vasto de su oferta. Cualquier artista, desde el más popular en Inglaterra al más simple y novato en Somalia estaban y han estado en las mismas condiciones en estas grandes comunidades. Los arrumes de discos de artistas esperando una oportunidad en los escritorios de los directores de Artistas y Repertorio de los grandes entes discográficos del planeta, se cambiaron por montones de nombres y canciones sonando desde las direcciones de myspace.
Hay factores varios que influyeron en esta crisis. Cuando el genial dueño de Apple, Steve Jobs, anunció el lanzamiento del iPod en octubre de 2001, como un dispositivo capaz de contener mil canciones en el bolsillo en un disco de 5 gigas, la forma individual de portar y administrar la música cambió de manera radical. Algo impensable en las épocas en que dicha función le correspondía a los famosos walkman ó discman. A su manera, el iPod y sus similares se convirtieron en poco tiempo en el enemigo número uno de la radio musical y de la misma industria discográfica. Aunque el iPod registró una leve baja en ventas en los últimos dos años, a 2007 había vendido más de 100 millones de unidades.
La caída de las ventas de los discos hizo que para los artistas fuera más rentable el negocio de los conciertos y las multinacionales discográficas no tardaron en buscar provecho de ello. En medio de la crisis gestaron nuevos tipos de contratos que incluyen regalías por todos los ingresos de sus artistas. Muchos cantantes y agrupaciones famosas prefirieron prescindir de sus contratos antes que compartir lo más lucroso de su actividad con su discográfica.
Son entonces las plataformas digitales las grandes protagonistas del escenario de la música en la década que terminó. Las descargas legales nunca superaran a las ilegales, pero es un mercado que viene creciendo con mucha fuerza. En un futuro ya muy cercano, el CD será un artículo de lujo o una simple herramienta de promoción. Las opciones en el mercado son diversas, pero la más inquietante es Spotify, una plataforma creada por dos veinteañeros suecos, Daniel Ek y Martin Lorentzon, que trata de un banco de música toda disponible de ser oída, distribuida un poco al estilo de iTunes y con más de cinco millones de usuarios en España, Suecia, Noruega, Finlandia, Reino Unido y Francia, donde está implantada por ahora.
Con la consigna de que la dinámica ha cambiado de tener la música a acceder a ella, el sistema le apuesta a un formato por suscripción anual y a otro de acceso gratuito que implica escuchar comerciales de patrocinadores cada 4 canciones aproximadamente. Sin que se sepa cuál es el arreglo que estos jóvenes han hecho con las grandes compañías discográficas, estas últimas lo estan viendo como un alivio a la crisis. “Es una apuesta para demostrar que en la red se pueden hacer las cosas de forma legal», dice Carlos López, presidente de Sony Music España.
La década que pasó sólo nos deja como conclusion que en materia de industria discográfica, el futuro sigue siendo incierto. Los discos mueren, para dolor de quienes los coleccionamos. La internet es cada vez más nuestro mundo cercano y la música inevitablemente se encuentra allí.