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Publicado el Grupo Juncal un colectivo de autores

Los BAÚLES del Doctor ISAAC…

Desde aquí volvemos a pedido de los LECTORES…con el BIOQUÍMICO LITERÁRIO el Dr LITO ZANARDI el mismo que VISTE y ESCRIBE…por eso este CUENTO…con ÉL de la BUENA PIPA..!

¨Los BAÚLES del Doctor ISAAC…

No es posible saber cuando una historia ajena puede fungir para nosotros como una advertencia o un imperfecto adelanto de lo que vendrá. Para que esos signos puedan ser captados como una señal a la que debemos prestar atención, tendríamos que tener la suerte de adivinar el futuro, una empresa que, sabemos, requiere más de fortuna que de inteligencia. Por eso es que, ahora, lo recuerdo a Isaac.

Voy a llamarlo Isaac, sin recurrir al apellido, porque en este caso es innecesario: emplearlo no agregaría al relato más realidad que la establecida por los relieves de la imaginación. Y, también, porque no sé si a él le gustaría saberse borroneado entre palabras que apelan a sus cosas personales. Por otra parte, no me es posible saber hoy, tan lejos en los días pero también en la distancia, cuánto queda de aquel médico de barrio en el hombre que todavía es, como tampoco sé cuánto queda en mí del niño que yo fui. Porque, ahora que lo recuerdo, lo hago en los días de mi niñez, cuando él llegaba a visitar a sus pacientes del barrio. Se trataba de un tiempo en donde los médicos, recorrían por la tarde las casas para verificar que todos aquellos que habían visto por la mañana, o en el día anterior, siguieran en el mundo de los vivos. En todo caso Isaac era pediatra y en aquellos tiempos esa profesión conservaba, junto a la de maestro o la de electricista, en la cultura cándida de un barrio de trabajadores al sur de Buenos Aires, cierto prestigio popular que se medía por el respeto. Llegaba a las casas, especialmente en invierno, para corregir los efectos de los resfríos y las bronquitis habituales de esa estación del año, agravados por el humo de las fundiciones y los basurales que provenía del Puente de la Noria y enturbiaba los atardeceres cuando soplaba el viento frío del sur. Aparecía enfundado en un traje discretamente brillante por el uso diario, con un maletín donde cargaba jarabes, temibles jeringas de vidrio y largas agujas —que solía hervir en una caja metálica sobre un pequeño calentador a alcohol— para aplicar inyecciones cuando la cosa se ponía fulera, adjetivo que promediaba en el lenguaje de aquellos días para producir comentarios del estilo “Luisito se puso fulero. Tiene fiebre y no para de toser. La mamá dice que le van a poner una inyección.” Era, claro, alguien a quién queríamos, porque dentro del maletín también viajaban caramelos Sugus, y por eso lo llamábamos, cariñosamente, doctor Isaac, aunque él prefería que prescindiéramos de títulos y ser, solamente, Isaac…

 

Analícelo, recapacite y si le parecemos INTERESANTES siga leyéndonos y vea el FINAL de la NOTA …

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CON JABÓN…! NO COMO PILATOS PORFIS

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