Pasa el TIEMPO y nuestra querida escritora; LILIANA VALIÑA; especialista en DDHH, DERECHO INTERNACIONAL, CONSULTORA , INVESTIGADORA INDEPENDIENTE y EX- FUNCIONARIA INTERNACIONAL de las NACIONES UNIDAS… fundamentalmente un SER HUMANO con una VISIÓN de COMPROMISO… en un MUNDO en que para las NECESIDADES actuales se precisa de al menos tener que DAR ese primer PASO…

HOY nos PREPARA mucho mas que un ARTÍCULO un verdadero CAFÉ LITERARIO… digno APORTE al MOMENTO actual al que dá en llamar..:

“La CONFIANZA rota…

… y el potencial desperdiciado: cuando el liderazgo falla, la arquitectura del cambio es nuestra.

Inmersa en la realidad tan compleja que vive hoy el mundo, con valores tradicionales cuestionados, frustración y perspectivas tan inciertas, desemboqué sin premeditación en esta reflexión en torno a la pregunta: ¿qué esperamos de nuestro entorno, tanto local como global, y del mañana; cuáles son nuestras expectativas e ilusiones hoy?

Pertenezco a un país en el que la juventud -incluyendo a adolescentes y mujeres y hombres jóvenes profesionales- declara en un gran porcentaje haber perdido la esperanza de acceder a un futuro mejor, con desarrollo personal y profesional. Es tan desolador escucharlo! Y más aún cuando la juventud encarna justamente nuestra principal esperanza de cambio.

La pobreza, la desigualdad, la falta de oportunidades, las crisis globales, incluyendo conflictos bélicos y humanitarios, y el cambio climático, generan una gran incertidumbre y plantean un profundo desequilibrio en el que surgen los extremos como paradojas de solución y, por añadidura, ahondan la confrontación y erosionan los puentes de diálogo, construcción y consenso.

En estos días leí una nota que me devolvió un atisbo de optimismo. La ilustre bailarina argentina del Royal Ballet de Londres, Marianela Núñez, acababa de ofrecer unos espectáculos de danza en el Teatro Colón de Buenos Aires. El fervor, la pasión y el afecto que despierta Nela, como popularmente se la reconoce, principalmente entre la juventud que la aclama como la “Messi” de la danza, me permitió percibir la co-existencia de “modelos” o liderazgos positivos que inyectan energía y proyección a esos mismos jóvenes a menudo desencantados. Ella encarna en esa juventud la expectativa de un futuro distinto, inyectando confianza en la posibilidad de logros alcanzables. Son jóvenes apasionados, esperanzados y dispuestos a abrazar estas experiencias culturales que sobrepasan por lejos la mera órbita de la cultura. A éstos se suman, por supuesto, los amantes de la danza y el arte que se proyectan con ilusión en los logros de Marianela. 

Estamos tan equivocados, dolidos y decepcionados, que buscamos o apoyamos las soluciones “fáciles” y simplistas que nos proponen para resolver estas crisis y recomponer las perspectivas. Me impresiona aún cuánto talento tiene Argentina, y cuánto potencial desperdiciado por abandono de los sueños de una sociedad enojada consigo misma. Sin embargo, no solo sucede en Argentina, es lamentablemente una realidad contemporánea extendida a una buena parte de nuestro planeta. 

Crisis de la educación, crisis de valores, crisis económicas, en unas democracias heridas y sangrantes, cuestionadas y cuestionables. El Estado se repliega y se ausenta, las crisis se agravan y las sociedades se polarizan. Los liderazgos representan con frecuencia estos escenarios que plantean como solución las alternativas que son propiamente parte del problema más que de su resolución, en lugar de potenciar y transformar las perspectivas a través de prioridades como la educación, la cultura, el arte, el deporte y las ciencias que guardan intrínsecamente el poder de cambio para un desarrollo personal y un crecimiento colectivo generalizado. Las oportunidades bien planteadas y accesibles transforman el futuro porque disminuyen los fracasos, los desencuentros y los riesgos de alternativas violentas y de inseguridad. 

Hace unas semanas, me hicieron una entrevista en CNN Chile, sobre el proceso y perspectivas de la nominación y elección del nuevo Secretario General (SG) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que deberá reemplazar al actual mandato que termina a finales del año próximo. Un tema que podría ser meramente informativo, y en cierto modo técnico, es en este escenario mundial un area sensible y determinante. 

Entre las crisis que hoy presenciamos está el fuerte debilitamiento de los ámbitos multilaterales, como la ONU, construidos como consecuencia del horror de un genocidio y de la guerras mundiales del siglo XX a modo de espacios de negociación y acuerdos para prevenir nuevos conflictos o dar alternativas de solución a los mismos. La ONU representó en su momento la respuesta de los Estados en una apuesta por mayores alianzas y perspectivas de paz global.

Hoy asistimos a su reemplazo parcial alternativo por parte de los Estados o líderes políticos poderosos que imponen sus propias reglas, más allá de que puedan a través de ellas llegar a algunos resultados exitosos. De manera casi esquizofrénica, una buena parte de los Estados Miembros de la ONU adoptaron hace poco el Pacto del Futuro, con compromisos y horizontes que incluyen a las nuevas generaciones, y cuyos cuestionamientos de implementación práctica saltan a la vista.

Es un momento bisagra. El nuevo o nueva SG de la ONU -del que se espera (como en la elección pasada que no fue) que sea por primera vez una mujer, y que, en principio, por tradición de equilibrio regional, le correspondería a América Latina y el Caribe- tendrá por delante un desafío gigantesco de liderar a una organización en crisis en un mundo en crisis. Deberá responder a las críticas de ineficiencia y corrupción, abordando los cambios profundos internos que se requieren para asegurar la transparencia y superar también la impunidad de los abusos de altos funcionarios que, socavando sus propios cimientos, someten a aquellos funcionarios que con pasión y compromiso asumen valiosas tareas, en varios casos de alto riesgo en zonas de conflicto y emergencia humanitaria.

Por otra parte, el mayor de sus retos, y justamente frente a los que más depende de factores externos, es como reconstruir su relevancia. Esta plataforma de acción y negociación colectiva tiene como protagonistas a los Estados miembros que han apostado en su momento por tres pilares fundamentales: la paz y seguridad; el desarrollo; y los derechos humanos. El nuevo o nueva SG requerirá de un gran compromiso, determinación, coraje, probidad y creatividad para impulsar la transformación que es ineludible, incluyendo las reformas estructurales, la re-significación de los tres pilares a la luz de la actualidad, asegurando su independencia, y apostando por la innovación, capacidad de generación de alianzas y un alto grado de acción estratégica.

En definitiva, tanto a nivel local como global, estamos ante una crisis de confianza y, en cierto modo, de una anomia. Esta última es definida en las ciencias sociales como la ausencia de normas o la incapacidad de las estructuras de proveer lo necesario para lograr las metas en la sociedad. Tanto el Estado en lo nacional como la ONU en lo internacional fueron concebidos como plataformas de gestión y equilibrio entre quienes tienen el mayor poder económico, social y político y quienes se encuentran en condiciones de mayor vulnerabilidad. Han permitido un escenario de representatividad, de disminución de la incertidumbre y de la sensación de desprotección durante bastante tiempo, y establecido reglas, controles y contrapesos para promover una mayor igualdad, equidad y justicia en un marco basado en la democracia.

Hasta hoy no hemos encontrado nada mejor: ni la democracia parece ser el problema sino quienes la lideran y  la forma en la que se gestiona, ni la ONU constituye una herramienta prescindible sino más bien un escenario de oportunidad, sobre la base de un cambio de liderazgos y en su conducción,  en torno a un compromiso real de alianzas, equilibrios y contrapesos. 

Volviendo entonces a mi pregunta inicial: qué esperamos hoy, cuál es nuestra ilusión y expectativa de futuro? 

Esperamos probablemente recuperar la confianza y la esperanza para vivir mejor en comunidad. La comunidad es nuestro primer entorno, pero es también nuestra aldea global de convivencia. Esperamos no abandonar nuestros sueños en un contexto de nuevos liderazgos e instituciones creíbles, confiables y con mayores oportunidades de desarrollar nuestro potencial en paz, y donde haya lugar para la diversidad y el diálogo constructivo. Volver a nuestra esencia pero con nuevos horizontes y nuevas rutas. 

Hemos perdido la esperanza en el futuro, pero tal vez allí resida nuestra mayor fuerza: en la subversión silenciosa de construir, ladrillo a ladrillo, el futuro que nadie se atrevió a dibujar hasta hoy. De ser así, la verdadera pregunta ya no es qué esperamos de los nuevos liderazgos, sino cuándo dejaremos de esperar el cambio para empezar a construir nosotros mismos la arquitectura de lo posible.

Y con este CAFÉ lo INVITAMOS a realizar su COMENTARIO….

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CONTINUARÁ

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