Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

Presidente Franklin Delano Roosevelt: ¡No Sabe Cuánto lo Extrañamos!

En el debate acerca de política exterior en la campaña para la presidencia de los Estados Unidos quedó claro que ambos candidatos ignoraron temas de vida o muerte para toda la humanidad como el calentamiento global o el desarme nuclear.

También quedó patente la extraordinaria similitud de ambos candidatos en lo que concierne al uso de la fuerza, el orden mundial y, por supuesto, acerca la manera como los Estados Unidos quieren mantener su posición de preeminencia.

Ni Mitt Romney ni Barack Obama dan la talla. Tampoco los medios ni los opinadores de Estados Unidos. Quizá me equivoque.

Por eso diré, Presidente Franklin Delano Roosevelt: ¡No Sabe Cuánto lo Extrañamos!

Vale la pena detenerse un momento a considerar por qué Franklin Delano Roosevelt (FDR) fue uno de los líderes más importantes que ha tenido los Estados Unidos en toda su historia:

a una nación que estaba enconchada en una política aislacionista, FDR logró persuadirla de asumir una guerra frontal contra el totalitarismo nazi;

en un espectro ideológico en el que predominaban posiciones extremas –el totalitarismo nazi y el soviético, y un liberalismo económico inhumanamente obtuso–, FDR logró articular una concepción que sirve de base para nuestra actual comprensión de los derechos humanos. Esa concepción es la de las Cuatro Libertades: la libertad de expresión, la libertad de culto, la libertad para vivir sin penuria y la libertad para vivir sin miedo;

a unas potencias imperiales que querían retornar a sus preferencias coloniales después de la guerra, FDR las forzó a aceptar el principio de autodeterminación de los pueblos, de democracia y de libre mercado.

Desde luego, FDR estuvo de acuerdo con una arquitectura del orden económico mundial basada en el dólar estadounidense. Como posteriormente lo notó el economista Robert Triffin, los arquitectos de ese orden hicieron mal la tarea, lo cual hace que el legado de Roosevelt sea, en lo que se refiere a la estabilidad y la justicia del orden económico mundial, bastante cuestionable.

El punto es este: no hay modo de que una moneda nacional pueda servir de moneda de reserva mundial sin generar una terrible contradicción. La demanda de liquidez del mundo le da al país que emite la moneda de reserva el incentivo para llenar el mundo de sus billetes, pero al precio de erosionar la confianza en esa moneda de reserva. Si emite demasiado, no va a tener con qué respaldarla.

El último tema que abordaron los candidatos, el de China y, en particular, el del déficit de los Estados Unidos con este país, remite directamente a este punto. Entre estas dos naciones hay un serio desequilibrio, que se hace patente en su balanza de pagos. La razón es muy simple: Estados Unidos es un país que consume mucho más de lo que produce. Para comprar más, Estados Unidos se da el lujo de imprimir más billetes.

China, por su parte, es dueña de una gran parte de la deuda de Estados Unidos. A su turno, Estados Unidos podría escurrir el bulto devaluando su moneda (ya lo hizo durante el gobierno Bush), lo cual automáticamente rebajaría su deuda y su déficit, pero no se le puede ir la mano porque perdería la confianza de los inversionistas. China, sin embargo, puede presionar a la comunidad internacional para que se adopte una nueva moneda de reserva. Ya lo ha hecho: ha propuesto para tal fin el uso de los derechos especiales de giro, la unidad de cuenta del Fondo Monetario Internacional, pero no puede presionar una caída del dólar por la sencilla razón de que perdería buena parte de su riqueza. A este respecto, frecuentemente se cita el dicho de que si uno le debe a un banco cien millones de pesos, esto es problema de uno; pero si uno le debe cien mil millones de pesos, el problema es del banco. Tal es la situación de China.

Con respecto a estos temas los candidatos se limitaron a decir que van a endurecer los términos de la relación sino-estadounidense (Obama, agregó que él la ha endurecido los cuatro años que ha estado de presidente). Ambos, Romney y Obama dijeron que van a presionar a China para que se comporte como todos los demás: con las mimas reglas.

Dejemos por un momento a un lado el tema de que las reglas del orden económico mundial requieren una revisión sustancial. Incluso sin revisión, el tema con los Estados Unidos es que su inconsistencia en materia de política exterior es demasiado notoria: invoca las reglas cuando le sirven a sus intereses. Esto hace que merezca perder toda credibilidad.

Donde se expresa de forma más dramática esta inconsistencia es en relación con Irán e Israel. Todos los países que han suscrito el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares tienen el derecho de iniciar un programa de energía nuclear con fines pacíficos. No obstante, tanto Obama como Romney se pusieron de acuerdo en que Irán tiene que cancelar el suyo. Desde luego, los obstáculos que Irán le ha puesto a los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica no ayudan a que uno crea que sus intenciones son pacíficas. Mucho menos las declaraciones de varios de sus líderes con respecto a la intención de eliminar al estado de Israel.

No obstante, ninguno de los dos candidatos ha dicho nada con respecto al hecho de que Israel, junto con India, Pakistán y Corea del Norte, no ha suscrito el Tratado de No Proliferación. Si hay una salida pacífica para las tensiones en el Oriente Medio, sabemos que esa salida incluye un acuerdo definitivo de paz entre Israel y Palestina, así como la garantía de que el Oriente Medio sea, como Latinoamérica, una zona libre de armas nucleares. Obama ha expresado que su gobierno tiene la iniciativa de avanzar hacia la eliminación de todas esas armas. Sin embargo, a la hora de la verdad, no ha tomado ninguna medida concreta para el logro de ese fin.

Quizá más deprimente aún sea el hecho de que ambos candidatos están convencidos de que los Estados Unidos tienen carta blanca para el uso de la fuerza en todo el mundo. Sólo hay que considerar la manera como se hizo referencia a la operación en la cual Osama bin Laden resultó muerto o al uso de los llamados drones (vehículos no tripulados que sirven para realizar ataques desde el aire).

Obama ha hecho de la muerte de Osama bin Laden la mejor credencial para seguir al frente de las fuerzas armadas de Estados Unidos como su comandante. Con Romney las cosas no habrían sido distintas: seguramente él también habría ordenado una operación para matarlo. Yo no tengo duda de que bin Laden fuese un terrorista y de que si hubiese opuesto resistencia a su detención, agentes de cualquier gobierno estaban autorizados para usar la fuerza contra él. Podemos estar de acuerdo en que si un delincuente usa fuerza letal para oponerse a una detención, sus captores pueden usar contra el mismo fuerza letal. Pero no todos estamos de acuerdo acerca del hecho de que bin Laden se resistió.

Según el relato de uno de los miembros del equipo SEAL de la Armada que participó en la operación, Matt Bissonnette, bin Laden estaba desarmado, pudo haber sido detenido, pero fue ejecutado sumariamente. En otras palabras, los miembros de la operación actuaron con órdenes de matar a bin Laden, no de detenerlo. Esto es de película del Lejano Oeste, donde el alguacil hace justicia por sus propios medios (no en todas. Para la muestra un botón: My Darling Clementine, uno de los clásicos de John Ford). En aras de la verdad y la transparencia, los Estados Unidos deberían haber permitido un examen de toda la evidencia obtenida durante la operación. Sin embargo, parecen haber tomado todos los pasos necesarios para evitarlo, incluida la ceremonia de arrojar al mar el cuerpo de bin Laden, lo cual hace imposible exhumarlo.

En aras de la discusión, digamos que la legalidad de la muerte de bin Laden está en discusión y que su muerte quizá haya sido legal. Lo que no está en discusión es que el uso de los drones es un paso más en la dirección de deshumanizar el uso de la fuerza letal. Si hay algo que hemos aprendido después del Holocausto es que la distancia entre el victimario y la víctima le hace al primero más fácil cometer sus crímenes. Con respecto a este punto, el experimento de Stanley Milgram sobre obediencia a la autoridad es una referencia obligada.

Pues bien, los drones parecen haber sido hechos por personas que leyeron a Milgram y que quizá se convencieron de que la letalidad de sus acciones sería más eficiente y efectiva si pusieran a unos individuos en un lugar seguro para dirigir esos drones contra sus objetivos mediante un dispositivo de control remoto. Quienquiera que haya visto el video publicado por WikiLeaks Asesinato Colateral sabrá como actúan algunos miembros de las fuerzas armadas de los Estados Unidos: como si estuvieran en un videojuego. ¡Qué se puede esperar de individuos que están en una cabina de control remoto! No por nada el Relator de las Naciones Unidas para las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias, Christopher Heyns, ha cuestionado el uso de los drones y ha pedido a los Estados Unidos que haga transparente la manera como se toman las decisiones relativas a esos ataques.

¿Qué se podía esperar de un tema como Guantánamo en este último debate presidencial? Nada. Peor aún: en la emisión del debate en el canal de ABC, un trino en el que una persona plateaba el tema fue rápidamente removido.

Ni Romney ni Obama dijeron nada de la grave situación de violencia en México ni de la fracasada lucha antidrogas. ¡Qué pena!

Eso sí, en sus notas de conclusión Obama se refirió a los Estados Unidos como la más grande nación sobre la Tierra; Romney, por su parte, dijo que su país era la esperanza de la Tierra. ¡Eh, Ave María! Les faltó la música de Aaron Copland o cualquier cosa del mismo orden bien hollywoodesca para acentuar sus convicciones.

Se siguen creyendo los sheriffs. El problema es que nosotros somos los indios.

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