¿Quién soy yo? Como dice la canción una mujer de carne y hueso, que ama la libertad, que defiende con todo lo que tenga en mis manos los principios, los valores, la ética y que desde que tengo uso de razón he luchado contra cualquier forma de discriminación y contra cualquier forma de injusticia.
Piedad Córdoba
Se murió Piedad Córdoba. Senadora liberal de izquierda. Qué dolor tan berraco por todo lo que ella representa, por todo el dolor que este país anacrónico y amante de la guerra le propinó. De políticas como Piedad Córdoba es difícil escribir en pasado pues deja un legado de principios liberales que se hacen tangibles y vigentes en hechos que brindan bienestar a millones de colombianos. Esto sería un lugar común al hablar de un político porque finalmente esa es la tarea para la que los ciudadanos los elegimos, pero es que Piedad Córdoba lo hizo en tiempos en que el rey Midas Álvaro Uribe Vélez volvía sangre y muerte todo lo que tocaba. Y ella lo enfrentó con convicción y argumentos.
Hace 23 años ella fue la primera política en presentar un proyecto en el Congreso para que las parejas del mismo sexo pudieran casarse y adquirir derechos legales parentales (qué fea palabra). ¡En el 2001 lo hizo, cuando esto era impensable! Y lo volvió a hacer tres veces más, siempre con la bandera que defendía a los excluidos, es decir, a los negros, pobres, indígenas, mujeres, comunidad LGBTIQ+, trabajadores, secuestrados. A ella se le debe las dos curules en el Congreso para los afrocolombianos, la misma desde las que infames personajes elegidos en mala hora festejan la muerte del artífice de la curul que hoy ostentan.
Hacía política para lograr una sociedad dialogante y sin guerra y conversaba con paramilitares y guerrilleros porque ellos eran parte de los actores del teatro de la guerra. Toda su fuerza e inteligencia estuvo al servicio del desmonte del paramilitarismo. Durante las dos décadas de derecha uribista fue perseguida y asesinada políticamente por el fascista procurador Alejandro Ordóñez y el tiempo le dio la razón al recobrar sus derechos políticos pues fue indemnizada por el Estado luego de que la Corte Suprema comprobó que fue víctima de campañas de desprestigio en su contra libradas a través de los medios tradicionales de comunicación por orden los sectores políticos afines a ellos.
Si algún personaje de la vida política colombiana recibió el odio y la rabia de colombianos amantes de su verdugo, fue Piedad Córdoba. Pero ella resistió por casi 69 años que estaba a punto de cumplir este 25 de enero. Luego el Pacto Histórico la reivindicó y fue nuevamente senadora y pudo (como tantos colombianos) ver a la izquierda en el poder con el ascenso a la presidencia de Gustavo Petro Urrego.
Es una afrenta difamar su memoria porque ella seguirá caminando en las luchas por la soberanía y dignidad de nuestros pueblos. Pero ya se sabe que casi la mitad del país posee una memoria carente de gratitud y de formación política. Ante tanto improperio por su muerte debería mejor recordar este hecho referenciado por el periodista Julián F. Martínez: “Piedad fue la única persona del poder que buscó a Jaime Garzón para avisarle que lo iban a matar. No era la única que sabía. Esa información la tenía el presidente Andrés Pastrana en 1999. Después, Uribe premió con puestos y contratos a los autores intelectuales. Por Piedad, memoria”.
Recuerdo que a quienes la admirábamos se nos miraba por encima del hombro con desconfianza, recuerdo a amigas y compañeros de trabajo diciendo “fuchi, esa negra guerrillera”. Partida de arribistas comemierda felices con el “dotor” Uribe Vélez. Son los mismos que hoy, camándula en mano, festejan la muerte de la senadora como leales herederos de una cultura de la muerte y la venganza.
Abrazo y agradezco tu vida digna, Piedad. Abrazo a tu madre e hijos huérfanos.
Este país anacrónico tuvo el privilegio de tener a una liberal de las del trapo rojo. La escuché recitar a Rafael Alberti y creo que en esos versos está gran parte de su legado:
Matadnos. Nos mataréis.
Pero es más fuerte la vida
que la muerte que ofrecéis.
Y al fin correréis la suerte
de los que matando llegan
a darle a su vida muerte. (…)
¿Queréis la guerra? No iremos.
Con la paz entre las manos
por arma, os enterraremos (…)