El prejuicio de que el narcotráfico es un negocio de pobres que quieren volverse millonarios de la noche a la mañana está mandado a recoger. Son varias las investigaciones, documentos desclasificados y testimonios que afirman lo contrario. Desde sus inicios, el tráfico de drogas ha sido coordinado y dirigido por sectores de la élite colombiana, generando -lo que ellos mismos han llamado- “tragedias familiares”. A continuación, algunos de estos infortunios.

A finales de 1956 los hermanos Rafael y Tomás Herrán Olózaga fueron capturados en La Habana, Cuba, con un cargamento avaluado en 16.000 dólares. Rafael y Tomás confesaron haber transportado drogas con anterioridad, aparentemente desde 1948. A inicios de 1957 el entonces Servicio de Inteligencia de Colombia allanó el laboratorio de los Herrán Olózaga en Medellín y encontraron que se había procesado cocaína, al menos, desde 1952, además de que habían adquirido opio ecuatoriano anteriormente.

Paradójicamente, los dos hermanos eran tataranietos de Tomas Cipriano de Mosquera y bisnietos de Pedro Alcántara Herrán, los dos presidentes de Colombia durante el siglo XIX. El abuelo de los hermanos, Tomás Herrán, fue el encargado de negociar el tratado para la construcción del canal de Panamá y firmó el convenio Hay-Herrán. Rafael Herrán, padre de los hermanos, “fue cónsul de Colombia en Hamburgo, era esposo de Lucía Olózaga, concuñado de Gabriel Echevarría y tío político de los Echavarría Olózoga, miembros del principal clan de industriales de Medellín”.

Estos datos extraídos de la investigación La Conexión Cubana: Narcotráfico, contrabando y juego en Cuba entre los años 20 y comienzos de la Revolución elaborada por el profesor Eduardo Saenz Rovner ponen de presente que históricamente el negocio de las drogas ilícitas ha sido manejado por representantes de la élite colombiana.

Quizás fue por la penalización internacional al cultivo, fabricación y comercialización de estupefacientes, establecida por la ONU en 1961, que el tráfico de drogas empezó a incrementar su clandestinidad y a utilizar, cada vez más, métodos tecnificados para no ser descubiertos y, por esta vía, evitar improperios contra la élite colombiana.

Sin embargo, los documentos desclasificados por la National Security Archive, publicados ayer por varios medios de comunicación colombianos, pusieron de presente que en 1977 la administración norteamericana de Jimmy Carter entregó al entonces presidente colombiano Alfonso López Michelsen una lista de 36 altos funcionarios vinculados con el narcotráfico. Entre las personas nombradas en el dossier están el ministro de defensa, Abraham Varón Valencia, el ministro de trabajo, Óscar Montoya Montoya, y el coronel Humberto Cardona Orozco, entonces responsable de Indumil. Al tiempo, los documentos señalan a Alfonso López Caballero (hijo del presidente López Michelsen) de “posibles actividades de narcotráfico”.

El informe sirvió, también, para que en 1978 la cadena CBS hiciera un reportaje que acusaba al entonces candidato presidencial Julio César Turbay Ayala, abuelo del actual Senador Miguel Uribe Turbay, de tener vínculos con el narcotráfico. Según los documentos, “existían alegaciones de que Turbay, a través de su sobrino Aníbal Turbay Bernal, mantenía conexiones con narcotraficantes influyentes capaces de influir en la selección de líderes de las agencias encargadas de la aplicación de la ley en Colombia, en el evento de que Turbay asumiera la presidencia”. El objetivo de Carter era presionar al gobierno colombiano para que luchara contra la corrupción y el narcotráfico.

Desde la década del ochenta, se ha visto cómo el narcotráfico ha influenciado campañas presidenciales, cooptado instituciones del Estado, transformado leyes a su acomodo, empañado la justicia colombiana, creado ejércitos ilegales e, incluso, involucrado a personajes de la farándula colombiana. Entre los casos recientes más sonados está el hermano de la exvicepresidenta Martha Lucía Ramírez, el esposo de la modelo y presentadora Alejandra Azcárate y el comediante Juan Guillermo Noreña Zapata, conocido como ‘carroloco’.

Urge a Colombia continuar con la búsqueda de verdad histórica para desmitificar el imaginario de que los narcotraficantes son, solamente, personas humildes que ascendieron socialmente por los exorbitantes réditos del negocio ilegal. Hay que dejar claro que representantes de la élite colombiana y de las “familias de bien” fueron quienes iniciaron con tráfico de drogas y se han lucrado desde hace más de medio siglo.

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