WILLIAM TURNER, PRECURSOR DEL IMPRESIONISMO
La primera vez que escuché el nombre de William Turner (1775-1851), fue en el curso de Historia del Arte que cursé en la Universidad Javeriana por espacio de 8 semestres; y aunque había elegido la literatura como formación profesional, el arte tenía un lugar muy importante en el currículum. Tuve una profesora excelente que supo sembrar en lo más profundo de mi ser un intenso amor por el arte, siempre le estaré agradecida. Turner me fue presentado, junto con John Constable (1776-1837), como uno de los precursores del movimiento que partiría la historia del arte en dos: El Impresionismo. Así ellos no hubieran vivido para darse cuenta hasta que punto su pincelada, su paleta o la concepción de sus temas, habían dado paso a una verdadera revolución artística. Y es que los grandes pintores y escultores son aquellos que se arriesgan, que osan hacer algo diferente. La verdad sea dicha no me gustan los artistas que se repiten hasta la saciedad, como un Botero; en otras palabras no me gusta cuando un artista encuentra la gallina de los huevos de oro y la explota hasta el infinito. No en vano Pablo Picasso (1881-1973) solía decir que cada vez que la obra de una de sus épocas pictóricas comenzaba a venderse fácilmente, inmediatamente cambiaba de estilo; nunca se repitió, siempre buscó la innovación, sentía horror de copiarse a sí mismo, pero no de copiar a los clásicos. William Turner fue uno de los pioneros en comprender este postulado, mucho antes que Picasso naciera. Otra de las frases de Picasso era: “Un artista copia, un gran artista roba”. Turner no copiaba las ideas de los otros, las robaba y les daba su toque personal, que no era sino el de un genio de la pintura; ya que sabía admirar la obra de su tiempo y se servía de ella cuando lo consideraba necesario.
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