VIDA PERRA

Publicado el Henry Salazar

De paseo con correa

Uno de los problemas más comunes, sobre el cual los dueños de caninos buscan y ensayan diversas soluciones, es el manejo del perro con un collar y una correa.

El perro que no sabe caminar junto a su guía, que hala constantemente la correa y recorre sin control los lugares que se le antojan, es un perro que necesita de intervención urgente para la modificación de su comportamiento, así como también para la elección de los accesorios que mejor se adapten a su apropiado manejo.

Un perro tira de la correa por diferentes motivos. El primero de ellos es simplemente porque no sabe el significado de la correa. Aprender una forma correcta de usarla suele tomar unas pocas sesiones de manejo y control. Esto es válido tanto para el perro como para su guía, puesto que, en general, ninguno de los dos está preparado previamente para ello. Y la respuesta ante una actividad de caminata o paseo será gobernada por lo instintivo en cada uno de los dos. El perro hala en una dirección, el dueño hala en la dirección opuesta.

Es fundamental considerar las necesidades propias del perro desde la perspectiva de su especie. Un perro no sabe lo que representa una vía peatonal o una vía para los automotores. Tampoco sabe lo que significa tomar una dirección u otra cuando esta es la pretensión de quien lo guía. No sabe de velocidades o lugares y momentos para detenerse. Su principal interés, probablemente, será el de explorar el espacio, las características de ese entorno particular, enterarse de los acontecimientos recientes y las nuevas noticias, y esto lo consigue principalmente a través de su sentido del olfato.

Por lo tanto, la exploración espacial, con todos sus detalles, será la primera necesidad que quiera satisfacer. Y en este proceso, también buscará aliviar sus urgencias inmediatas.

Para la caminata o el paseo, que debe considerar la posibilidad de exploración, es más conveniente el uso de un collar plano, fijo y ancho que sea cómodo para el cuello del perro, y que a su vez, nos de la seguridad en la sujeción, esto sumado a una correa o traílla lo suficientemente larga para ofrecerle un rango amplio de movimiento pero que también servirá para establecer los límites a los cuales tendrá acceso durante la exploración.

Este tipo de accesorios le permite un margen de libertad al perro, hace que su paseo sea más interesante y seguramente le ayudará a su guía a disfrutarlo también, contrario al sufrimiento que genera el uso de collares y cadenas de ahogo, bozales o pretales de retención, todos estos causantes de presiones en diferentes partes del cuerpo del animal, que algunas veces se acercan al abuso y el maltrato.

Es importante entender que el uso de uno u otro accesorio para el manejo y control no garantiza por sí solo un buen resultado. Esto debe ir acompañado de una estrategia pedagógica clara, de sesiones breves y consistentes de práctica, y del establecimiento de un código de comunicación comprensible para las dos partes. En estos casos, la correa se convierte en una línea de comunicación fundamental.

Cuando perro y guía dominan el manejo de la correa, esta se convierte en un gran instrumento de ayuda para resolver otras dificultades en el comportamiento, como por ejemplo, el perro que salta hacia las personas, persigue bicicletas o patines, escarba en las bolsas de basura, se sube a los muebles sin autorización, roba cosas de la cocina, busca confrontar con otros perros, etc.

El perro tiene capacidades suficientes para aprender y comprender comportamientos adecuados de manejo y convivencia. Que no los aprenda no es su culpa, es responsabilidad de su guía. La práctica de buenas maneras de comportarse hará de la relación con los animales una fuente de diversión que redundará en satisfacciones mutuas. El buen uso de la correa marcará la primera diferencia.

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