En una muy plácida tarde, caminando por el centro de Bogotá, me encontré con una curiosa manifestación contra la plataforma tecnológica Uber, a la cual llamaban “proxeneta de la economía mundial”, la denominación era interesante, sobre todo por la, en parte, exacta relación: un tercero que explota a otros, Uber que explota a los carros y a sus conductores, quitándole el mercado a los taxistas… comparación posible, pero profundamente mentirosa.
Y tal vez, la denominación de proxeneta caería mejor hacia costumbres como las de adulterar taxímetros, robar pasajeros, pagar un cupo exorbitante para poder rodar, utilizar 4 conductores para un mismo carro: dos de ellos para la delincuencia, otros dos para la legalidad, y todo ello a espaldas del dueño.
La palabra proxeneta cazaría mejor con las anteriores costumbres, no así para ideas que vuelven más sencillo el tránsito en Bogotá, que ayudan a cubrir la demanda en las horas pico y que le han dado una alternativa de trabajo a pensionados, a mujeres cabezas de familia, y a desempleados en general, que dividen su tiempo entre conseguir trabajo y transportar a la gente en sus carros.
La maravilla de la tecnología reside en hacer las cosas más fáciles, más diligentes, más astutas. La inteligencia aflora cuando sintetiza los procesos, establece un nuevo orden y plantea la sana disposición de la oferta y de la demanda, una especie de comunidad en torno al beneficio colectivo… todo ello debe hacer cambiar las normas.
Hoy en día, la tecnología está transformando la forma de hacer negocios, la red es un espacio virtual donde los procesos fluyen con seguridad y la administración de esos procesos supone el sostenimiento de un programa, de una aplicación, de un servidor, no, en cambio, de una burocracia, de unos cargos anquilosados, de una manera de hacer las cosas de forma troglodita.
Los sectores comerciales del turismo, el transporte y los alimentos le están planteando una sana competencia mercantil a los tradicionales monopolios, basados en las incomodidades de los formatos, en la dificultad de respuesta al cliente, en la verticalidad en sus decisiones, y por sobre todo, en el espíritu proxeneta de la economía.
Algunos ejemplos de estos días lo comprueban… se es proxeneta cuando se utiliza la drogadicción de los indigentes para lograr sacar cuerpos descuartizados de la calle del Bronx… se es proxeneta cuando se confabulan las empresas de producción de pañales para poner un precio alto, olvidándose de las angustias de los padres para conseguirlos… se es proxeneta cuando se configura el sistema de un departamento para lograr el milagro de que la pensión de los muertos todavía pueda ser cobrada, inteligentes lázaros , aún con huella dactilar… se es proxeneta cuando la directora financiera del Senado, le asigna un carro “rematado” a su hijo y luego la policía lo encuentra con 614 millones de pesos en su baúl… y, por último, todo un país es proxeneta cuando existen escándalos como Agro Ingreso Seguro, SaludCoop, Interbolsa, Fifagate y la Federación de Fútbol Colombiano, Coomeva Eps y las basuras de Bogotá.
Cuán ricos y despilfarradores somos para contar con semejante prontuario de corrupción.
Por lo tanto, Uber no es el proxeneta, quienes prostituyen a terceros son otros, grandísima cantidad de colombianos con las manos untadas.