Ventiundedos

Publicado el Andrey Porras Montejo

Los muertos equivocados o la teoría de los idiotas útiles

Los momentos esenciales de la historia de Colombia tienen en ciernes la figura de un idiota útil, que ayudó a configurar la maldad del estamento.

Esta posible verdad es una paradoja, relacionada con la importancia de la necedad en los procesos de la trascendencia y es una característica que,  antes de ridiculizarnos, presenta una realidad compleja, mal llamada realismo mágico, y que yo prefiero comprender como la naturaleza oscura de lo maravilloso.

Estos pensamientos surgen al escuchar los hallazgos investigativos, derivados del caso Jaime Garzón, sonados mucho durante estos días, y que ya venían golpeando la conciencia desde hace algunos meses.

Porque, no solo es escabroso el tema de la orquestación oficial para desviar la investigación, o el acuerdo descarado y cínico entre la policía nacional, los grupos paramilitares y las bandas criminales, lo que resulta aún más asombroso es el uso de la idiotez para lograr el cruel propósito.

Más allá de Garzón como objetivo militar, se esconde la patraña de un sector dirigente para conseguir razones y justificar una serie de asesinatos en nombre de una idea extremista, ultrafundamental, ortodoxa, porque, al lado del asesinato del negociador de paz y periodista, están los de José Antequera, Bernardo Jaramillo, Jesús María Ovalle y Marco Calderón, todos ellos defensores de derechos humanos en la década de los noventa, todos ellos como víctimas de las mismas alianzas (ya mencionadas) y todos ellos sobre la base del exterminio a las ideas diferenciadas.

La teoría del idiota útil funciona en estos casos porque, mientras el país manifestaba su indignación por la muerte del humorista –  abogado – pedagogo, lo que se estaba tejiendo detrás era una lógica perversa al servicio de la intransigencia, un sistemático exterminio descarado y oculto a los ojos de la opinión pública.

Respeto a la persona de Garzón con profunda admiración, pero su caso fue el telón, la pantomima, el desenfado de una mente superior perversa, que lo utilizó como el idiota que desviaba las evidencias hacia un sentimiento colectivo, para así dilatar la verdad con artimañas, mentiras y despropósitos, durante 17 años. ¿No es este el caso de la UP?

En 1949 pasó algo parecido, o por lo menos eso nos hace reflexionar la dramática y sosegada película de Andrés Baiz, lanzada el 9 de abril de 2013, Roa.

Este film deja entrever a Roa Sierra como ese idiota útil que funciona como catalizador de los hechos, que más adelante será el culpable para los libros, pero que en el fondo era otro títere más de un complot en contra de las ideas novedosas. Con un profundo cariz de ingenuidad, sin definirse del todo bajo la imagen de un profundo asesino, el personaje de Roa Sierra deja abierta la interpretación a una muy posible y válida versión de los hechos, centrada en la paradoja estupidez/giro histórico.

Afirmé, hace algunas líneas arriba que tales coincidencias son parte del lado oscuro de lo maravilloso latinoamericano, ello porque no se trataba de ridiculizar la historia ni de echarnos toda el agua sucia.

Sin embargo, la coincidencia destroza el argumento, y si los hilos secretos que cambiaron al país en 1949 se parecen a los hilos desgarrados de dolor, vertidos en los albores del siglo XXI, entonces, nuestra realidad no ha evolucionado y en el inconsciente guardamos la misma vacía materia gris.

Alguna vez, alguien me mostró un meme que se burlaba de Paulo Coelho, por el significado de la siguiente frase: “Se está muriendo gente que no solía morirse”. El lado oscuro de lo maravilloso, junto con la teoría de la idiotez, permiten que ese sinsentido tenga validez: en Colombia, ponemos los muertos equivocados, en Colombia, mueren quienes no solían, quienes no deberían morir.

IDIOTAS 01

 

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