Ventiundedos

Publicado el Andrey Porras Montejo

La doble boca de la muerte

De muchas formas intento creer en el ser humano, mi naturaleza se ilusiona con facilidad en la solidez de la presencia humana y en el inconsciente alejo la frase hace un momento repetida: “todos los seres humanos somos perversos”. Pero tal atentado a favor de la ingenuidad dura poco tiempo; rápido, el mundo, las personas cerca de mí, me despiertan del letargo y encuentro con sorna la desilusión: buena parte del mundo está podrida.

Tres ejemplos nacionales y uno internacional, mezclados todos en la inclemencia de mi estilo, me hacen publicar esta entrada, con el ánimo de exorcizar la pelotudez de haber creído.

Jaime Garzón es un personaje de la historia colombiana que no sólo inspira impunidad y desgracia en una sociedad que culpa a sus muertos; también inspira, aunque sea muy por debajo de la conciencia colectiva, irreverencia, inteligencia burlesca, apropiación de un discurso coherente, y sobre todo, huevos, valentía, contundencia al hablar. El hilo invisible de la historia borra esas cualidades cuando, después de 16 años, se descubre que la investigación por su asesinato corresponde a un complot creado por el DAS, quien a conciencia, desvió las investigaciones sobre hipótesis mentirosas: los sicarios no fueron los sicarios reales, los testigos no pudieron ver lo que afirmaron ver, la inteligencia del crimen tenía que ver con mandos altos del ejército de la época. Doble boca de la muerte: mata con la mano derecha y luego confunde con la izquierda.

El desprecio por lo humano en Colombia ha llegado a crear perversidades según la carencia o la necesidad de quien las justifica; matamos en nombre de los errores de los demás o a favor de las condiciones contextuales, aún más, justificamos hacer daño en virtud de una subjetividad que se excusa en falsedades y no hace consensos ni acuerdos, lo peor, es una subjetividad ignorante. Los falsos positivos son reflejo de ello y se convierten hoy en una idea podrida en la memoria colombiana, aquella relacionada con la sevicia del poder contra los ingenuos: la Juez penal militar de instrucción número 24, presencia una ejecución extrajudicial, pocos minutos después de haber llegado a una escena amañada, donde supuestos guerrilleros habían sido dados de baja, y donde uno de los implicados, al haber sido “mal asesinado”, comienza a gritar la verdad, la última verdad antes de que lo remataran. Reacción de la señora con potestad para juzgar y sentenciar: “…aquí nadie vio ni escuchó nada…”. Doble boca de la muerte: me presto para ser testigo de una farsa mortal y  soy ciega ante la realidad.

Los dos anteriores ejemplos permiten reconocer la infinita perversidad del ser humano, la cual pasa en muchos escenarios como cualidad, y nos retumba los oídos desde el silencio, pero jamás con justicia. – O acaso no es sorprendente que en una ley del fuero militar todavía se esté discutiendo si los daños a los civiles son colaterales (…madre mía de la Colombia leguleya…); o no llama la atención que en pleno siglo veintiuno, haya países como Tailandia, donde se pronuncian dictaduras en “aras de la reconciliación nacional” y existe un delito llamado lesa majestad, basado en el impedimento de manifestaciones públicas contrarias a la junta militar, las cuales son manejadas por el mismo ente: quien arresta es el que acusa y ese mismo sentencia.

Madre mía de mi mundo podrido, si la muerte tiene dos bocas, que se indigeste.

Poeta romántico escocés: he naive - I naive. Ingenuo como cualquier poeta.
Poeta romántico escocés: he naive – I naive. Ingenuo como cualquier poeta.

 

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