Tal vez en las mujeres es donde mejor funciona lo que los griegos dieron a llamar fisionogmia, es decir, la interpretación de los rasgos espirituales de una persona a partir de sus facciones corporales, cuerpo y alma unidos. Sin embargo, en la sociedad contemporánea, pareciera que se escinde esa coyuntura con violencia, y a la mujer se le entrega un papel trágico y sublimado: ser lo que inventamos de ella, así luego le entreguemos la muerte.
La fisionomía de una mujer asesinada tiene relación con la reciente muerte de Diana Alejandra Rincón Bolaños, hermosa modelo caleña, imagen de varias marcas, quien fue encontrada con tres disparos en la cabeza, la misma noche en que la invitaron a una fiesta, a la cual no pensaba asistir. Lo propio ocurre con dos anteriores casos, Liliana Lozano, reina del bambuco, y Carolina Arango, modelo paisa. Estos tres asesinatos no son sólo el reflejo de los restos del mundo del narcotráfico, sino que también son el derrotero de las intenciones planteadas por la sociedad para algunas mujeres jóvenes: se les implanta el ideal de una belleza voluminosa (sublimación) y no se les aclara el pacto con el diablo implícito (tragedia).
Mucho más allá de las ingenuas conciencias que adoptan esa forma de existir, hay detrás una imposición social que obliga a las personas a asumir los riesgos que tal contexto supone, y esos riesgos mantienen constantemente un diálogo con la muerte, la trata de blancas, las operaciones quirúrgicas riesgosas, el narcotráfico y el maltrato a la dignidad humana. En otras palabras, la sociedad exige romper la unión ideal entre la belleza del cuerpo y la del alma, en un acto violento para la conciencia.
Habrá muchos personajes famosos que demuestran lo anterior, pero tal vez, el más atípico y asombroso resulte ser Marilyn Monroe. Bella hasta el infinito, símbolo sensual en la faz de la tierra, cercana a cantantes famosos, presidentes absolutos, empresarios poderosos, rica en suma, y nada de ello pudo mantener el equilibrio entre su sonrisa y sus sentimientos. Versos como… la oscuridad refresca… para dibujar una escena de su infancia; o… la noche no tiene ojos… para definir un estado de soledad; o cuando le grita al mundo… soy como tú, contradictoria…; o hablando sobre el tiempo… tranquiliza mi mente, mientras vas devorando mi cuerpo…; o rememorando algún instante místico frente al alcohol… una lágrima colgando de mi cerveza… son la evidencia de un espíritu roto consigo mismo, desalojado, extranjero de sí, lejos de la belleza que prometían sus ojos, sus sonrisas, su exquisito lunar, su fisionomía.
Los ideales del mundo contemporáneo rompen con la tranquilidad emocional interior, abren un hueco impreciso que tiene cara de hoyo negro y sus explosiones repercuten hacías los parajes del asesinato, la prostitución, la esclavitud emocional y el despilfarro.
Romper esa cadena implica un acto de valentía supremo, que no encuentra en todos los casos salida.
Sin embargo, como espectadores de la cultura, nos sorprendemos al ver que sí hay un espacio donde se respeta la vida, la dignidad humana, el derecho a elegir: Sandra Mora, hoy Teniente Coronel de la Policía Nacional, fue destituida en el año 2000 por ser lesbiana. En el 2011, un fallo a su favor le restituye su lugar en la Policía. Su valentía reside en no cambiar su opción sexual por unas «exigencias» laborales viciadas, aún estando en el lugar prometedor en el que se encontraba cuando la destituyeron. Su rostro, hoy, se parece a su espíritu, desfilando como policía demuestra sentirse a gusto consigo misma, muy por encima de todos los códigos sociales que rompen con esa necesaria armonía.
Pueda que la fisionogmia de los antiguos filósofos sea una pseudociencia, pueda que a muchas niñas modelos no les importe el espíritu, pueda que a nadie le interesan los sentimientos de los famosos, pero lo cierto es que la violencia contra las mujeres muestra el estado de rompimiento y deterioro que no ve más allá de un culo y unas tetas: la sociedad se resiste a entender la fisionomía de una mujer asesinada.
@exaudiocerros