La complejidad del pensamiento humano detiene el tiempo, y lo que se considera como desarrollo pasa a ser un arrabal de contradicciones: los derechos de las minorías se pasan bajo la arrogancia de un producto arribista, los medios de la legalidad para expresar disidencia tienen como base los formatos ilegales, y por último, bajo la idea de un espíritu plenipotenciario, el Estado se muerde la cola e intenta revalorar decisiones tomadas anteriormente.
Y es que el párrafo anterior tiene asidero en tres noticias que, si bien son pasadas, hoy retumban en la mente bajo la idea de esa mentira: no se puede vender como desarrollo algo que demuestra retroceso.
Si bien el humor siempre quedará partido por el sable de la moral, el que se ordene quitar a un personaje que hace burla cultural, es el reflejo de una falsa conciencia. El que el soldado Micolta, expersonaje de Sábados Felices, represente a un grupo humano, no lo hace ofensivo en sí mismo pues está revestido del contexto de la burla. De lo contrario, de muchos programas de humor, habría que quitar a la “anciana tradicionalista”, “a la bella bruta”, “al peluquero amanerado”, “al guerrillero anacrónico”, “al gomelo indiferente”, etc… Lo que no han entendido los grupos que apoyan las minorías es que cada uno de esos personajes, por estar cubiertos del sentido humorístico, representan roles, estereotipos, que terminan creando reflexiones sobre la humanidad y no sobre el grupo. Por lo tanto, no hay ningún sesgo y coartarlo significa volverse mojigato, jugar a una moral doble.
Por otra parte, recuerdo los videos de los años ochenta, cuando el IRA emitía sus comunicados en un pantallazo lúgubre y medio siniestro: un disidente hablando con tres o cuatro atrás, encapuchados, armados y a los lados de un escudo, elaborado también con simbología extraídas de ultratumba. Algo parecido ocurrió hace algunos días con el video de un policía que, con una pancarta antisantista, y algunos “parceros” policías encapuchados, causó un revuelo en redes al utilizar este método como crítica a la institución. No solamente es ridículo que el establecimiento utilice fórmulas non-santas para manifestar su inconformidad, sino que tal queja ocurre cuando el máximo representante de esa institución enfrenta una denuncia sobre acoso homosexual contra uno de sus subalternos. En conclusión, nada funciona en la Policía Nacional y el sentido de cada uno de sus movimientos no hiede, apesta.
Por último, un zarpazo hacia sí mismo, un ahorcamiento con las propias manos: pretender quitarle la validez a un proceso de paz que se firmó hace algunos años es deslegitimizar la Nación y volcarla sobre las decisiones mediáticas e impulsivas de algunos de sus funcionarios. Bien sabe el trabajador que las instituciones existen a pesar de ellos mismos y ello lo debería saber bien el Fiscal: Colombia existe a pesar de sus funciones seudoheróicas y lo que se haya firmado antes, esté bien o mal, así se queda, pues no tiene presentación decir que la Patria se equivocó, por lo que los exguerrilleros del M-19 deberán someterse a lo que se diga con los guerrilleros de las FARC. Nada más ridículo y anacrónico, es como si los logros de una Nación dependieran de una persona, y los acuerdos fueran caprichos antes que verdades históricas.
Tres ejemplos de falso desarrollo, tres ejemplos de una sociedad que todavía improvisa desde su propia inseguridad, tres maneras de entender la diletancia, el fanfarroneo y la precariedad.
La risa es una manifestación sujeta a un estereotipo, que le hace mucho bien a la cultura y regula las estupideces del ser humano. No por quitar a un personaje de un programa de televisión el estereotipo desaparecerá. Los mecanismos de rebelión deben ser directos, serios, explosivos y no tímidas tendencias que solo se expresan en “Likes or dislikes”. Rara vez, lo que es tendencia en las redes propone una transformación de fondo. Y la arrogancia por querer cambiar la historia termina siempre en eso, arrogancia, solamente expresada en las películas que inventan una máquina del tiempo y dejan todo al revés. La deslegitimación no es una facultad de un funcionario público.
Esta suma de contradicciones sólo puede causar risa en la opinión pública, haciendo que al fiscal, al policía y a los grupos que defienden las minorías, se les inventen nuevas y sempiternas caricaturas, por haberse creído pregoneros de lo que en verdad es ignorancia.
@exaudiocerros
[email protected]