Utopeando │@soyjuanctorres

Publicado el Juan Carlos Torres

Humo Blanco, Habemus Mundial.

Después  de década y media de frustraciones y sufrimiento, pudimos levantarnos por fin, del mal sueño al que nos iban condenando a no despertar jamás, los intocables y vitalicios latifundistas del fútbol en Colombia, dirigentes engreídos, cazadores de entrenadores criollos sumisos a sus pretensiones.

Como en todas las historias de ficción, Colombia también tiene su propio súper héroe, que llegó para hacer justicia y acabar con los demonios y villanos que poseían la tricolor;  mercenarios del futbol y  traficantes de jugadores. Se trata del gran titán que trajo Juan Manuel: José Perker–MAN. Un judío que llegó desde tierras australes para liberar del yugo a la selección, un gigante que enseñó a sus soldados a pensar y luchar como equipo; y  a vencer sus propios egos.

Perker–MAN puso fin a esa cultura ganadera que nos caracterizó por años, de exhibir jugadores vía selección a manera de vitrina para su posterior promoción y venta al exterior, lo que dejara importante comisiones a los técnicos que fungían de representantes. De no ser por esta sabia decisión de traer un veterano de mil batallas y proveniente de tierras lejanas, la selección Colombia seguiría siendo una gran planicie, donde cada quien promocionara su ganado.

Atrás quedaron esos tiempos, en los que nos condenaron al regionalismo, al amiguismo y a los “Barrabas Gómez” que tanto daño le hicieron al país, dividiendo a los colombianos en torno a una causa que era de todos; donde algunos medios también fueron cómplices ejerciendo presiones, promoviendo favoritismo y dividendo la selección en regiones: “cachacos y costeños”.           Poder que enviudaron, no obstante a que aún pretendan volver desde el más allá.

Ya nos liberamos de ese fantasma que deambulaba en lo más recóndito de nuestros recuerdos, de gladiadores como estatuas en el campo de batalla, sin encontrar una palabra o un gesto para asimilar la derrota. Ya el silencio de las tribunas y de las calles, así como la resignación de volvernos a perder la cita mundialista han partido para no volver. Hoy todo es júbilo  y como nunca todos los compatriotas estamos de acuerdo y a Dios gracias no es por dinero, es como su hubiésemos logrado la paz.

Sin duda, todo ese hostil camino que recorrimos y que hoy contrasta con la euforia de la nación, nos preparó para el presente; como dice el viejo y conocido refrán, no hay mal que por bien no venga.

Quisiera agradecer primero en nombre de mi nación a una gran mujer, cuya identidad desconocemos, porque gracias a ella es que estamos viviendo esta gran ilusión, la moza del Bolillo Gómez. También hay que abonarle al Presidente, quien trajo a un técnico extranjero, acogiendo siquiera una vez un clamor de su pueblo. Esta sabía disposición le embosilla unos votos en sus intenciones de relección, contando el de Peker-MAN a quien ya le ofreció la nacionalidad.

No pudiéramos dejar de agradecer a los grandes héroes, legión de gladiadores, fieles servidores de su emperador, verdaderos patriotas que  firmaron sus nombres en la historia de esta nación, quienes entendieron que vale más el orgullo nacional y el amor de patria que sus automóviles lujosos made in Europa; que representar a cuarenta y siete millones de personas y ver a un país unido no tiene precio. Estos soldados tienen hambre de gloria y han devuelto la confianza y la esperanza a este país que tanto la necesita. Aunado a ello, el anuncio de una nueva generación dorada que nadie olvidará. Hoy son héroes y después de Brasil 2014 podrán convertirse en leyenda.

El país también entendió, que Barranquilla no solo es la casa de la selección sino de toda Colombia,  albergando con su calidez humana, fervor y entusiasmo a todos los colombianos y extranjeros que por aquí pasaron, irradiando de alegría las calles y las tribunas del metropolitano, haciendo de cada partido un carnaval y lo más importante, alentando sin cesar en cada encuentro al combinado patrio.

Por varios años debimos conformarnos con decir: “no vamos al mundial”, hoy a mucho honor cantamos: “nos vamos al mundial”  por fin hubo Humo Blanco después de dieciséis años, pero de maicena, serpentina y pólvora en el cielo.

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