Utopeando │@soyjuanctorres

Publicado el Juan Carlos Torres

Holocausto Wayuu

La desidia del Estado colombiano  ha  inmolado más vidas en La Guajira que las acaecidas en la guerra interna en los últimos siete años, como consecuencia del patrocinio  a la explotación de campos benditos que a nuestros aborígenes Dios confirió.

No obstante a la gracia de La Guajira, atesorada en yacimientos minerales, favorecida por su establecimiento geoestratégico y privilegiada por sus suelos y diversidad étnica, generadora de la mitad de las exportaciones carboníferas del país; en los últimos años, siete mil infantes Wayuu han muerto y cada día suman más; y más de cuarenta mil presentan avanzado estado de desnutrición  como consecuencia  de la hambruna que ha sometido históricamente a este pueblo rico atiborrado de pobres.

La sed de carbón, y la ambición expansionista y usurera, aunada a la sumisión de un Estado servil al latifundio extranjero, constituyen la génesis del silencioso y progresivo holocausto Wayuu. Válido sospechar sobre  un fraguado  y malévolo extermino  de nuestros congéneres nativos con fines de invasión  y explotación total  de las prósperas comarcas.

Mordaz que agonicen y mueran nuestros niños Wayuu, igual de colombianos como todos los demás; sin embargo violentados por la discriminación, el racismo y  el matoneo que la indolencia del Estado centralista e impasible suscita, condenándolos a resistir las veleidades del desierto que los alimenta sólo de sol, viento y arena.

Paradójico que fallezcan  de hambre nuestros coterráneos  por carencia  de agua para sus cultivos, como consecuencia de la absorción del cauce del río Ranchería debido a la construcción de la represa para satisfacer las necesidades de la minas de carbón a cielo abierto que extractan  alrededor de treinta y cinco millones de litros de agua diariamente. Así, mientras el complejo carbonífero multinacional de Cerrejón genera atesoradas utilidades, mueren nuestros niños de apetencia por la deserción  del preciado líquido, so pena de las compasiones y premonición de la naturaleza  cuando les otorgó  tal suerte a la península, de ser bañada por las aguas del mar Caribe.

Pecado es que el Cerrejón gaste diecisiete  millones de litros de agua al día, extractados del río  ranchería para duchar las carreteras y evitar la llamarada de polvo que produce el tránsito de las volquetas, mientras nuestros niños siguen muriendo, todo ante los ojos de una sociedad decadente y un Estado insensible.

Cuál es el alcance de nuestras leyes destinadas a salvaguardar los derechos y protección de la primera infancia, cuáles son las fronteras del Instituto Colombiano del Bienestar Familia ICBF, cuántos de esos niños que hoy yacen, se encontraban inscritos en programas de crecimiento y desarrollo; siendo que la mitad eran menores de un año y la otra parte, menores de cinco, lo que constituye el capítulo de población  infantil más vulnerable. Éstos y otros, son interrogantes que nos llevan imperiosamente a colegir sobre las franquicias de los derechos constitucionales preeminentes  en Colombia, provistas de mercaderes y sublimes padres de esta condenada patria.

Las riquezas que bajo sus pies engendra La Guajira irónicamente son la razón de su desgracia. Su intervención supondría el progreso y desarrollo para la región. Sin embargo, tres décadas después del génesis de su usufructo, se denota el abandono y los altos niveles de Necesidades Básicas Insatisfechas NBI, donde el 70% de su población vive en la pobreza y el 30% en pobreza extrema, siendo que las cifras a nivel nacional son del 46% y 16% respectivamente.

En nuestra fúnebre   realidad  como extractada de Macondo, donde los discursos lapidan las estadísticas, los neocriollos alcanzarán inmigrar a nuestras comunidades aborígenes como desde antes de la emancipación, cuando los ibéricos defraudaban a nuestros ancestros, permutando su caudal por cristales de poco valor. Y lo peor,  todo esto ocurre ante la mirada impasible de la clase dirigente y la indiferente sociedad colombiana.

PD: Que no nos ocurra como el poema de Bertolt Brecht: “Ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde”.

Twitter @soyjuanctorres

 

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