Cuando ya no les es útil, y apelando a la misma narrativa que los caracteriza, los alfiles del Centro Democrático, inician su desmarcada del gobierno de Iván Duque, justo en la víspera de su ocaso. La retórica es cantada: eligen, exprimen el presupuesto, y ante el descalabro, “abandonan el barco” para empezar a vendernos un nuevo candidato como alternativa de solución a los problemas que transfiere el gobierno Duque.
Este ejercicio va más allá de actores políticos y partidistas, y afines al gobierno, se replica entre activistas y simpatizantes que se hacían linchar en otrora defendiendo y justificando la gestión de Iván Duque, enarbolando la doctrina uribista. Algunos han revaluado sus posturas, otros, permanecen fieles a su tozudez; y otros tantos, eligieron el silencio, atrincherándose en sus raídas cubiertas de moral so pena de asumir públicamente la vergüenza ajena que los embarga.
Poco a poco van resurgiendo de cara al próximo certamen electoral, sugiriéndonos por quién votar o por quién no hacerlo, con presunciones de adalides de la moral política, ocultando sus culpas porque cuando todo iba mal en el gobierno que eligieron, no asumieron y prefirieron enmudecer y camuflarse.
Fieles a su decálogo, alistan el linchamiento a Iván Duque, tildándolo de traidor del legado Uribe para exculparse del fracaso de haberlo elegido, para hacer “borrón y cuenta nueva”; y, con sus caras duras, postular su nueva ficha, como solución a la hecatombe que ellos mismos han moldeado en las últimas dos décadas, evadiendo, como siempre, la responsabilidad social y política que pesa sobre sus hombros.
Si ha habido alguien leal a las prácticas del uribismo y servil a sus pretensiones, es Iván Duque: el despilfarro del erario, la corrupción en su gestión, los crímenes con cargo a su gobierno (por acción y omisión), su intimidad con personajes del hampa y el narcotráfico, su desconexión con la realidad social del país, su sumisión a las elites y su abuso de poder y autoritarismo con intromisión en instituciones de otras ramas del poder público, son prueba fehaciente de ello.
Iván Duque irá quedando cada vez más sólo, él no es el traidor, será el traicionado. Le cumplió a Uribe, al Uribismo y a los partidos de coalición, protegiéndolos de la justicia, boicoteando el proceso de paz, feriando el presupuesto público con las bancadas con las que cogobernó, con reformas tributarias con las que cincelaron exonerar a potentados y endosar la mayor carga financiera a la clase media, entre otras nocivas decisiones que hoy le pasan factura por dejar un país más inviable, inseguro, empobrecido, vapuleado, desesperanzado y polarizado.
No obstante, pese al sacrificio de pignorar sus decisiones como gobernante, al fantasma de las investigaciones que lo perseguirán en los próximos años, al castigo de cargar con el mal recuerdo de su gestión y soportar el abucheo de sociedad donde quiera que vaya, Iván Duque debe prepararse para recibir fuego amigo de sus otrora contertulios y seguidores que ya empezaron a despotricar de él. Poco a poco lo van abandonando, simplemente porque ya no es útil. Ahora asistiremos al espectáculo circense en el que utilizarán el fracaso de su gobierno como trampolín para vendernos la idea de una nueva solución con el próximo ungido por Uribe.
Foto cortesía de www.reporteindigo.com
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