Utopeando │@soyjuanctorres

Publicado el Juan Carlos Torres

De los mercenarios de la salud y otros demonios

Nos han convencido de poseer la entereza para despotricar de otros gobiernos, presumiendo de un criterio para conceptuar, menos sobre nosotros mismos. Tan manifiesto ha sido el sometimiento mental a que nos condena una clase predominante,  minoritaria y decadente; aliada con la retorcida trama de los canales de televisión más importante del país, cuyos mensajes acabamos coreando como cotorros, relegando el discernimiento, la capacidad crítica y esa malicia indígena que caracteriza al colombiano; de la cual tanto nos ufanamos, por lo que terminamos convirtiéndonos en perezosos, indolentes,  insensibles y humillados; y lo peor, transgredidos en nuestros derechos fundamentales sin observarlo. Paralelo a ello, descaradamente nos mofamos de la supuesta ignorancia de otros gobernantes, gobiernos y sistemas; mientras sumidos en nuestro propio atraso mental, celebramos que aquí no pasa nada y somos los más felices del mundo.

Esos demonios deambulan en todos los sectores del país del paseo de la muerte, donde el servicio médico es un negocio, la salud un privilegio, el paciente un cliente, las reglas de la salud la imponen los políticos, las Eps`s son los negocios más prominente, el médico funge de defensor del sistema y no del paciente; los gerentes  de la salud son profesionales de todas las áreas menos de la salud; y el acetaminofén,  ibuprofeno y diclofenaco son la solución para todos los males.

En los últimos años entendimos que la intermediación de las Eps`s en el Sistema de Salud en Colombia, ha sido el factor determinante de la regresión e inmolación del mismo, por cuanto éstas se atesoran como producto el usufructo a los recursos para la salud de los colombianos. Aunado a ello, la deslealtad a la ética en las intervenciones,  favorecida por profesionales de la salud sumisos, victimarios que fungen de víctimas, absorbidos  por un mercado laboral absurdo, inhumano y oligopólico; motivado por el factor económico y no por el objeto misional y constitucional, lo que ha desarraigado la legitimidad y credibilidad del servicio de la salud.

Los retazos de reforma han apartado los problemas cruciales del sistema como los paseos de la muerte, la accesibilidad al servicio, los sobrecostos en los medicamentos, los programas y acciones de salud pública, la eficiencia, equidad, ética y calidad; el restringido tiempo de atención al paciente, la cobertura de urgencias en clínicas privadas, la limitada remisión a especialistas, exámenes y tratamientos; los inconstitucionales copagos, el limitado listado de medicamentos permitidos y las autorizaciones médicas para atender casos de urgencias; aislándose de los principios generales de la Constitución Política y de las reglas fundamentales que rigen el servicio de salud como la protección a la vida.

En esta triste realidad de la salud en Colombia como extractada de Macondo, convergen tres actores fundamentales: los amos de la salud  quienes trafican con la utopía de la calidad de vida y los recursos de la salud de sus congéneres; secundados por sus cómplices, los mercenarios de la medicina, quienes con bata blanca ejercieran el juramento de Hipócrates, ofrendando salvar vidas conducidos con una ética profesional; pero ya en la realidad de este mundo cruel, se tornaron déspotas, inhumanos, centaveros, apáticos e indiferentes. Y por último nosotros, usted y yo, los indigentes del sistema, forzados a mendigar una atención, una orden, un medicamento; sometidos a largas filas y humillaciones por un derecho que nos corresponden y que además no es gratis.

Es pertinente señalar que contrario a lo dicho, excepcionalmente, aún  existen médicos que si honran su noble profesión, profesionales ejemplares, que si salvan vidas y no se doblegan ni se venden; para ellos, todo mi respeto, reconocimiento y admiración. Vale preguntar qué pasaría si de ese espíritu fraterno, ético y humano, se contagiaran masivamente los médicos del país y habiéndose organizado exclamaran un “No más” a defender el patrimonio de las Eps´s y un “Sí” a servir con rectitud; medicando, remitiendo a especialistas y ordenando exámenes sin restricciones. Si todos actuaran en común causa, sin duda algo pasaría.

Se hace necesario lograr más cooperación y menos competencia y mercantilismo en los servicios de salud, además de la optimización de los mecanismos de control, ya que la Supersalud está  marcada por la incapacidad administrativa y acaba siendo solidariamente responsable y cómplice de la decadencia en la prestación del servicio. Es de caracterizar su silencio ante la multimillonaria cartera de las Eps´s  con las Ips´s, cuyos recursos  reciben del Fondo de Solidaridad y Garantía del Sistema General de Seguridad en Salud FOSYGA. Para que alcancen a vislumbrar la magnitud, lo de los Nule fue un cuento de hadas  con respecto al espeluznante cartel de las Eps’s en Colombia.

A propósito de las elecciones presidenciales, vaya usted a ver si algún candidato se ha pronunciado al respecto. Resultaría menos complejo y más promisorio el desmonte de la Ley 100, reforma que convirtió el derecho de la salud en un negocio.

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