Unidad Investigativa

Publicado el Alberto Donadio

Una bolsonada

Por José Joaquín Gori Cabrera

UNA BOLSONADA: EL RIDÍCULO MÁS GRANDE DEL MUNDO
Hay una regla sagrada, no escrita y universal, respetada en el orbe entero: no se interrumpe un espectáculo público nunca, por ninguna circunstancia. El show debe continuar. Si hay que capturar a un delincuente, se espera a que termine el espectáculo.
Por ello el mundo entero reprueba el ridículo que hicieron ayer unos desequilibrados policías o supuestas autoridades brasileñas cuando se petaquearon con alarde de abuso de autoridad el clásico Brasil – Argentina por las eliminatorias de Qatar 2022, que millones iban a ver por televisión, desde todos los rincones del planeta. Para los académicos debe escribirse Catar, pero creo que si uno consulta en Internet por Qatar, le sale todo; y si por Catar, se queda catando.
El pretexto fue grotesco. No se trataba de que algún jugador argentino estuviera perseguido por la Ley; o que existiera alguna circunstancia extraordinaria e imprevisible que justificara una medida excepcional. Se trató, lisa y llanamente, de una exhibición patética de abuso de autoridad. Los locutores hablaban de medidas sanitarias, pero aquello es falso. Las medidas sanitarias provenían de los británicos, que en otro alarde de suficiencia y prepotencia amenazaron a los jugadores latinoamericanos que juegan en sus ligas con que si venían a esta fecha FIFA, a su regreso tendrían que someterse a cuarentena. Lo de los brasileños fue una simple retaliación, a guisa de reciprocidad. No se me ocurre que esta ominosa bufonada hubiera podido desarrollarse sin conocimiento del desapacible Bolsonaro.
Así no se manejan las cosas. Se acostumbra en diplomacia esa figura de la reciprocidad, pero se refiere por regla general a la práctica de que a mejor tratamiento para un país, se responde devolviendo cortesías o aplicando privilegios en igual medida. La reciprocidad en sentido restrictivo es algo antipático, y en este caso lo que hicieron los brasileños fue una afrenta al mundo del fútbol y al respeto sagrado debido al espectáculo y al público. Las consecuencias de la patochada son imprevisibles. Cuando la Selección de Neymar tenga que presentarse en Buenos Aires cualquier pretexto puede ser bueno para devolver el golpe. Así, con tan nefasto precedente se habrá iniciado una cascada de incidentes protagonizados por autoridades de cualquier naturaleza o jerarquía con el afán de saltar a la fama.
Estos episodios inverosímiles siempre encuentran una solución fácil, y es quitarle la autoridad a quien la está usando desproporcionadamente, sin criterio. No significa que las reglas se vayan a violar. Las autoridades brasileñas ya habían anunciado que algunos jugadores argentinos no habían llenado en regla unos formularios de inmigración. Por regla general los elencos que llegan a un espectáculo o competición internacional tienen unos dirigentes o coordinadores que se ocupan de los papeleos. Si hubo errores todo admite correcciones. Incluso sanciones. Lo inimaginable es lo que ocurrió: ya empezado el partido y con el mundo entero pendiente de la competencia, unos sujetos ingresan con el pretexto de deportar a cuatro jugadores. Nunca en la historia del fútbol se ha presentado un desaguisado tan idiota. Y eso, contando con dos episodios memorables en los que los colombianos fuimos protagonistas, pero que supieron resolverse: uno, cuando el árbitro colombiano Guillermo “el Chato” Velásquez decidió expulsar a Pelé en medio de un amistoso. Recibió una pateadura de los compañeros de Pelé. Para el segundo tiempo el árbitro fue remplazado, Pelé regresó a la cancha, y luego todos tuvieron que pasar por una estación de policía. El otro incidente tuvo lugar en el prestigioso hotel Tequendama, cuando en una boutique acusaron de robarse una joya a Bobby Moore, capitán de la selección inglesa de fútbol, que estaba entrenando en Bogotá con miras al Mundial Méjico 86. El directivo Alfonso Senior logró que lo dejaran alojarse en su domicilio, y luego de alguna diligencia legal el jugador viajó a Méjico.
Se cumplieron hace poco los 50 años de una película clásica, “El camino de la victoria” (John Houston – 1981) en la que actuaron verdaderas estrellas del fútbol mundial, como Pelé, Oswaldo Ardiles, Deyna y el mismísimo Bobby Moore, y en la que el gran protagonista, además de Pelé, fue Sylvester Stallone, quien hizo de arquero de un equipo de prisioneros de los Aliados que se enfrentaba en París a la selección de los nazis. Toda la alta jerarquía de criminales nazis asiste al encuentro, en donde supuestamente habrá de imponerse la raza aria. El desenlace es inesperado, pero lo que transpira de la película es el respeto sagrado al espectáculo. El partido lo quieren ganar los nazis a como dé lugar, pero no se les pasa por la mente inventar artimañas para sacar del campo a Pelé o a cualquiera de las rutilantes estrellas que los estaban zarandeando.
Bolsonaro, pues, le gana en lo atrabiliario al propio Hitler.
¡Que oso monumental!

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