SANTURBANTE
Alberto Donadio
Es delito que un funcionario público reciba dinero de persona que tenga interés en asunto sometido a su conocimiento. El presidente Santos en su visita a los Emiratos Arabes Unidos aceptó la donación de 45 millones de dólares «para el posconflicto en Colombia» y recibió también 7 millones de dólares «que donaron para la tragedia de Mocoa». Antes que nada hay que precisar que para los jeques árabes una donación de US$52 millones es un bicoca. El príncipe heredero de Arabia Saudita se compró este año un yate de US$550 millones.
A renglón seguido el ministro de Minas y Energía dijo que los Emiratos invertirán US$1.000 millones en la explotación de oro en Santander por medio de Minesa, compañía que dominan, y notificó que el gobierno ya aprobó el plan de trabajo para esta minería que seguramente llamarán legal. Al proyecto solamente le falta la licencia ambiental. ¿Quién puede ahora pensar, después del soborno público para Colombia disfrazado de donación humanitaria, que la Agencia Nacional de Licencias Ambientales, dirigida por una subalterna de Santos, Claudia Victoria González, hará una evaluación independiente, técnica e imparcial de la autorización para Minesa? La licencia ya fue expedida por anticipado en Abu Dhabi, en la reunión que Santos sostuvo con el jeque Mohammed bin Zayed Al Nahyam. El propio Santos lo definió tal cual es: «Es el sheikh que tiene aquí el poder.» Los países del Golfo Pérsico son satrapías de beduinos y ante una de ellas acaba de rendirse el presidente de Colombia.
La víspera del soborno público y vergonzante de los turbantes, Santos recibió una medalla en Londres como defensor de la biodiversidad. Allí pronunció este chascarrillo: «Queremos hacer la paz con el ambiente, si no, a lo mejor, no morimos por una bala, sino de otras consecuencias infortunadas que se pueden presentar si seguimos deteriorando el medio ambiente». Minesa afirmaba que la explotación no afectaría el páramo ni el agua que se bebe en Bucaramanga. Era solamente un ardid publicitario. Desde los Emiratos, los jeques habían decidido que rajaban la montaña en Santander, cueste lo que cueste. E impusieron su voluntad a muy bajo costo, lanzándole unas monedas a un sujeto sin dignidad que dizque preside un Estado de Derecho.
Con su presencia en los Emiratos Arabes Unidos para facilitar, formalizar y legalizar un negocio privado de tribus de beduinos que se escudan en una ficticia apariencia de estados o naciones, Santos se convierte en protagonista principal de otro tráfico de influencias para enfatizar lo que ha sido la impronta de su mandato: permitir que los árabes trafiquen impunemente en su gobierno. Después de la licencia para delinquir que se les concedió a Musa Besaile y al Ñoño Elías, los árabes de Córdoba, se permite a los árabes de Abu Dhabi comprar una licencia oficial. Santos. Santurbán. Los turbantes. El escándalo de Santurbante. Que ninguna autoridad investigará.