Escribe el doctor José Joaquín Gori Cabrera:
JOSÉ JOAQUÍN GORI LEIVA
29 de marzo 1907- 5 de octubre de 2015
Cada año recibimos en este aniversario mensajes especiales de gente que conoció y apreció a mi papá. Tienen un singular valor para mi y mis hermanos. Su memoria siempre nos acompañará. Un buen amigo me insistió siempre para que escribiera sus memorias, tan amplias y extraordinarias eran su experiencia y sus vivencias al lado de mi mamá, con quien formó una pareja que se ajustaba a los cánones mas rigurosos de la diplomacia tradicional. Mi papá era escolástico, profundamente estudioso, prudente y elaborado; nunca cometía deslices ni se aventuraba a conectar la lengua antes que el cerebro. Ese era su motto. Poseía un admirable autocontrol y gracias a quemarse las pestañas con los clásicos – para usar la expresión con que nos recordaba que había que estudiar en serio – su dominio de la lengua le permitía manejar la retórica y la lógica como Messi el balón. Mi mamá, chilena educada en Europa, era alegre, desenfadada, totalmente espontánea. Como me dijo una vez un profesor: es una caja de música; no importa lo que diga, suena celestrial. No le importaba contradecir a mi papá en reuniones sociales, lo que paradójicamente, hacía las delicias de sus amistades. Aunque eran como el agua.y el aceite, constituían una formidable pareja.
Nunca presioné a mi papá para que escribiera memorias, algo de lo que me arrepiento. Ocurre que siempre pensé que su talante se lo impediría. Se hubiera precisado que alguien las escribiera por él, escuchándole con paciencia y la mayor atención todos los relatos de cada episodio que vivió: el conflicto de Leticia, los arreglos de límites con Venezuela, Perú y Ecuador; México por los años 40 – cuando confluyeron Cantinflas, Pablo Neruda, Frida Kahlo, Trotzky, Rómulo Rozo y Magda Lupescu, la Pompadour de los Càrpatos, pareje del destonado rey Carol de Rumania; la Carta de San Francisco, el TIAR, la Carta de la OEA y el Bogotazo; el asilo de Haya de la Torre, las sanciones a Cuba y la República Dominicana en la OEA; la salida de Cuba de la OEA; la creación de la ALALC y el nacimiento del Pacto Andino, las negociaciones para la delimitación marítima con Venezuela, la evolución de la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar; las negociaciones con los Estados Unidos para disolver el statu quo sobre los cayos de Roncador, Quitasueño y Serrana; y las pretensiones de Nicaragua con respecto al archipiélago de San Andrés y una plataforma continental extendida; los casos ante la Comisiòn Interamericana de Derechos Humanos, de la que fue miembro. Por sólo citar algunos temas en los que se vió envuelto.
Sobre cada asunto produjo estudios muy meditados, profundos. No pontificaba ni buscaba protagonismo. Su método era la exposición minuciosa, la mirada desde todos los ángulos, la consideración de los pros y los contras, para finalizar con la exposición de las alternativas, costos y beneficios, y posibles cursos de acción. Su vida transcurrió en ese mundo de informes oficiales, documentos para mentes reflexivas, cuyo autor apenas asomaba al final para imprimirles alguna autoridad. Memorias o escritos para consumo público no eran lo suyo y estoy seguro de que no se sentía a gusto cuando se salía de la oficialidad de sus escritos. Excepción hecha de escritos de otra índole, literaria, que eso si le complacía.
Esa naturaleza tan equilibrada a veces me refrena para sostener posiciones propias, ante el peligro de que pudieran parecer suyas. Pero estoy seguro de que como colombiano de alma nunca frunciría el ceño si me mantengo en escritos en los que me refiero a la delimitación con Venezuela o al conflicto con Nicaragua.
El extraordinario jurista británico Sir. E. Lauterpacht en un concepto rendido al gobierno de Colombia en 1972 expresaba que estaba impresionado por la escolaridad y meticulosidad con que el caso que le fue consultado había sido presentado en los documentos que le fueron presentados con su traducción al inglés. Esos documentos casi nadie los conoce, porque pertenecen a ese reino de lo reservado y oficial al que mi papá rendía culto y al que destinó todos sus estudios.
En el mismo año 1972 dejo sentadas las advertencias y precisiones sobre las pretensiones de Nicaragua a una plataforma continental extendida, que de acuerdo con la constitución vigente en Nicaragua en esa fecha era parte de su territorio, una idea que se mantiene también en la nueva. Con claridad meridina advirtió que la legislación interna de Nicaragua se contradice con el derecho internacional, pues considera que su plataforma es parte del territorio, susceptible de todo el ejercicio de jurisdicción y soberanía, mientras que el derecho del mar lo que reconoce a los países costaneros es un derecho de explotación de su plataforma, pero no se considera parte del territorio. Mientras dejaba sentadas sus prevenciones sobre el rumbo que podían tomar estas aspiraciones, también reiteraba que en el tratado de 1928 no se había establecido una frontera marítima sino un límite a la extensión de San Andrés.
Entre la época de estudiante hasta su fallecimiento cabe un siglo entero, con todos los acontecimientos que forjaron el Siglo XX. El trasiego oficial no se manejaba por computadoras, ni Internet ni celulares. A lo máximo contaban con el teletipo y el fax; pero eso si, los archivos se organizaban y conservaban meticulosamente, y las comunicaciones delicadas eran cifradas.
Mi papá produjo todos sus estudios en la misma máquina de escribir, que dejó intacta y todavía funciona. Es una portátil CONTINENTAL, cromada, serie 82763, comprada a la Librería Voluntad el 17 de octubre de 1935. La factura fue por cien (100) pesos.