Unidad Investigativa

Publicado el Alberto Donadio

Nicaragua: cuesta abajo en la rodada

VOLTE FACE

Por José Joaquín Gori Cabrera 

Al ratificar el tratado de 1928, por el que Colombia y Nicaragua se reconocen recíprocamente la Costa Mosquitia y las Islas Mangles, por una parte; y San Andrés, por la otra, los plenipotenciarios para la ratificación incluyeron en el acta de canje de los respectivos instrumentos una declaración para señalar un límite a la extensión del archipiélago colombiano de San Andrés. El meridiano 82 era lo que llaman una “allocation line”, pues se limitó a señalar que el archipiélago de San Andrés… “no se extiende al occidente del meridiano 82 de Greenwich”.

 

Años después, cuando Nicaragua empieza a esbozar sus tesis de que su plataforma tiene características especiales, para reclamar a renglón seguido títulos sobre el archipiélago de San Andrés y los cayos de Roncador, Quitasueño y Serrana, cuyo dominio Colombia discutía con los Estados Unidos, el gobierno colombiano plantea la tesis de que el meridiano 82 de Greenwich fue acordado como una frontera marítima. Hay que tener en cuenta que en 1930 no existía la noción de plataforma continental ni zona económica exclusiva, y no había, por consiguiente, nada que delimitar en aguas internacionales. Las discusiones empezaron en 1969, siendo canciller López Michelsen, y se mantuvieron de bajo perfil. Bajo la administración Pastrana el canciller Vásquez Carrizosa asumió la responsabilidad de insistir en la tesis de que el meridiano 82 de Greenwich era un límite marítimo. Los roces se mantienen con el general Somoza y suben de gravedad bajo la administración Turbay. Estrenando puesto, el canciller Diego Urbe Vargas no vaciló en promover que los cancilleres andinos le reconocieran carácter beligerante al movimiento sandinista. Somoza finalmente cayó, huyó al Paraguay y sería luego asesinado. Los sandinistas se treparon al poder y al poco tiempo nos agradecieron al contribuir con la toma de la embajada dominicana en Bogotá, en abril de 1980. El M-19, al ejecutar el golpe, se había inspirado en un golpe dado por ellos. Más bien dos golpes: uno al tomar por asalto una residencia particular, y el segundo, cuando asaltaron el Palacio Nacional, con todos los legisladores dentro. El comandante de los sandinistas se hacía llamar Comandante Cero, el del M-19, Comandante Uno. Tras el éxito del primer golpe y con la financiación de Pablo Escobar y armas donadas por Carlos Andrés Pérez a los sandinistas, el M- 19 asaltó el Palacio de Justicia, pero aquello terminó en tragedia total.

 

En febrero de 1980 el gobierno del dictador Daniel Ortega declaró que el tratado de 1928 era nulo y reclamó como suyos el archipiélago y los cayos. Nicaragua produjo un Libro Blanco, con sus pretensiones y argumentos, y Colombia replicó con otro, en el que con minuciosidad se exhiben los títulos de Colombia. En ese Libro Blanco no hay mención alguna al meridiano 82 como límite. La disputa se sometió a la Corte Internacional de Justicia, y al conocerse el fallo, en noviembre de 2012, el expresidente Uribe manifestó ante los medios que su posición era “lo que diga Julio Londoño”. De eso parece que ahora se olvidó o renegó. En un escrito reciente divulgado por la edición virtual de la revista SEMANA el exembajador y excanciller, hoy dedicado a la cátedra universitaria, Julio Londoño Paredes, sostiene que la postura de que el meridiano 82 de Greenwich establecía una frontera marítima entre Colombia y Nicaragua fue producto de una decisión adoptada en una reunión de la Comisión Asesora convocada por el presidente Lleras Restrepo y el canciller López Michelsen en agosto de 1969. Aclara que la alusión al meridiano en el acta de canje de ratificaciones el tratado de 1928 se hizo por petición de Nicaragua y que como no se dijo que el meridiano 82 fuera un límite o una frontera, no se sometió al Congreso.

 

La propuesta del expresidente Uribe de que a estas alturas, y tras un fallo del máximo internacional de justicia se induzca al pueblo a pretender que el meridiano 82 de Greenwich es un límite con Nicaragua es grotesca y ominosa. Implica desafiar el fallo de la Corte Internacional de Justicia; y, de contera, que nos apropiemos por la fuerza de aguas internacionales y desafiemos a la comunidad internacional. Lo más grave, propone el retorno a épocas nefastas, cuando las guerras con su secuela de tragedias se producían porque unos desequilibrados sembraban odios y reclamaciones violentas en sus pueblos, usando siempre la estrategia de señalar un enemigo externo para unir a las gentes por el odio, haciendo aflorar todo lo peor de la naturaleza humana, que como humana que es, tiene aspectos siniestros que nunca hay que cultivar.

 

El abogado Enrique Gaviria Liévano, notable internacionalista que falleció durante esta pandemia y cuya memoria tiene que ser incorporada a la galería de los grandes de Colombia, sostuvo en un escrito publicado en El Tiempo con ocasión del centenario del nacimiento de López Michelsen:

 

La posición del presidente López fue todo lo contrario. Siempre expresó dudas sobre el carácter del meridiano 82 como límite marítimo y por ello, lo mismo que el presidente Ernesto Samper, pretendieron negociar con Nicaragua, aunque tuvieron que desistir ante la reacción implacable de ciertos sectores de opinión; cuando era desde entonces lo acertado. Por más concesiones que tuviera que hacerse a Nicaragua, a Colombia le hubiera ido mejor en una negociación que con el fallo de la Corte del 19 de noviembre de 2012”.

 

¿Qué nos conviene ahora? Es simple: retornar a nuestra tradición secular de respeto al derecho internacional y apego a los medios pacíficos de solución de controversias. Con Nicaragua ya tenemos la división de derechos en las zonas y aguas que nos adjudicó la Corte Internacional de Justicia. Nos ha demandado porque considera que tiene derecho a mayor plataforma, superpuesta a la colombiana. Eso lo definirá la CIJ. Nos demandó también por desacato del fallo, y en ese punto lo que procede es demostrar que no es cierto. Aquello de que es inaplicable, que pregonaba el presidente Santos como salida marrullera al fallo que se produjo durante su gestión, es impresentable. Es sensible que quien nos embarcó en un proceso de paz que tanta división ocasionó en el país; quien circunvaló el plebiscito en el que ese proceso fue rechazado y quien obtuvo un Nobel de Paz gracias a a su tenacidad para mantener con vida el proceso, que ahora debemos respetar y honrar, haya conducido al país a desafiar al derecho internacional con actitudes ilícitas que podrían generar un conflicto armado; y que además nos han perjudicado en forma grave en el otro frente, el de la delimitación marítima con Venezuela.

 

Sería bueno y saludable que quienes han tenido las riendas de los asuntos internacionales se pongan de acuerdo en que no podemos seguir cuesta abajo en la rodada, como en el tango. La historia de nuestra diplomacia muestra a las claras que no somos un país que aspira a reivindicaciones territoriales. A la gente lo que le gusta es que se obre en derecho, justicia y equidad, conforme a normas y prácticas de la sociedad internacional. La Corte Internacional de Justicia está ahora al bate, y podemos confiar en que obrará con equilibrio y honestidad.

 

En sociedades civilizadas y de mayor desarrollo los dirigentes no se empecinan en mantener decisiones o posturas equivocadas. Volte face, llaman en forma elegante el giro. Eso es lo que necesitamos.

 

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