«Pongo las manos al fuego por la transparencia de mi administración».
Eso dijo el ex fiscal Eduardo Montealegre en entrevista publicada hoy en El Espectador. Es una falsedad y una afrenta.
Montealegre firmó contratos por 4.000 millones de pesos con Natalia Springer cuyo objeto era hechizo. Y una vez revelados esos contratos públicamente por los periodistas Diana Durán y Juan David Laverde, Montealegre con cinismo inaudito condecoró a la tal Natalia Springer, bautizada popularmente como Springer Tocarruncho.
¿Cuál transparencia? Montealegre hizo una fiscalía para favorecer a su compadre y compinche el abogado Jaime Lombana, defensor de Rodrigo y Tomás Jaramillo, responsables del desfalco de Interbolsa. Montealegre les concedió beneficios penales a los Jaramillo y a Juan Carlos Ortiz, cerebro del Fondo Premium, beneficios penales que no merecían y lo hizo con total desfachatez e ignorando las pruebas monumentales que se conocen de su responsabilidad. Esos principios de oportunidad fueron inmediatamente revocados por el sucesor de Montealegre, el actual fiscal general.
La gestión de Montealegre no fue transparente sino vergonzosa e indigna. Pero la responsabilidad no es solo de él sino que la comparte su favorecedor y amigo el presidente Santos que lo puso en la terna y que sigue favoreciendo a Montealegre.
«El exfiscal Montealegre puso la Fiscalía al servicio de su inmenso ego y la llenó de una burocracia ineficiente», ha escrito María Jimena Duzán.